“De repente, el mercado se esfumó. Durante unos segundos no había nada. No teníamos ni idea de lo que estaba ocurriendo, pero algo que era imposible que pasase, estaba sucediendo”. El ex agente bursátil dave lauer recuerda en el documental ‘the wall street code’ –que se estrena el próximo 4 de noviembre– cómo vivió el ‘flash crash’, la mayor y más rápida caída en la historia de wall street
El 6 de mayo de 2010, los mercados de valores experimentaron una inesperada y brutal caída, seguida de una rapidísima recuperación. La bolsa neoyorquina llego a caer 481 puntos en apenas 6 minutos y recuperó 502 puntos en menos de 10 minutos. Todo por culpa de un algoritmo mal programado, como se supo tras una investigación de cinco meses
“El mercado desapareció. Fue increíble. Ni siquiera el 11-s tuvo ese impacto en la bolsa”, asegura lauer, que entonces trabajaba para la firma allston trading. Aquel momento le hizo cambiar de vida: “ese día perdí la fe en el capitalismo”
El extrader recuerda que “cuando todo pasó, miré a mi alrededor y vi a mis compañeros. Había uno que tenía un doctorado en ciencias ambientales y el que se sentaba detrás era matemático con un master en el instituto tecnológico de massachusetts (mit)”
El ‘flash crash’ sirvió para que lauer se diese cuenta de cómo los mejores cerebros del país están al servicio del capital y no de la sociedad: “no podía entender cómo todo ese potencial se dedicaba únicamente a hacer dinero y no a luchar contra el cáncer o el calentamiento global”
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14 Comentarios:
Los Bancos Centrales serán los culpables de la burbuja que se está preparando en las bolsas.
Al no existir alternativas de inversión rentables, todo el mundo mira a las bolsas y sobre todo a las mas rezagadas.
Pero aquí ocurre como en cualquier búrbuja, que el último apague la luz, porque me temo que se van a fundir todos los plomos y luego será el llanto y crujir de dientes.
Hay un dicho que el egoismo y la avaricia pierde a mucha gente, en esta ocasión no será menos.
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Hoy día la mayoría de las personas en el mundo industrial son empleados de empresas con centenares o miles de empleados. Los directores simulan ser los propietarios, los vendedores simulan vender “sus” productos, los empleados discuten y acuerdan cosas con un abstracto departamento de recursos humanos donde su director simula ser el propietario de la empresa pero solo en ese aspecto. Cuando los directores lo hacen “mal” quienes sufren son unos anónimos y lejanos accionistas que nadie conoce quienes también simulan ser propietarios aunque no se involucren en la operación, virtudes o desmanes de su supuesta empresa. Los suministradores hablan con un abstracto departamento de compras que recibe requerimientos de otro abstracto departamento de producción. Nadie, ni directores, empleados, accionistas, suministradores ve ni entiende el proceso completo de producción, solo saben hacer su pequeña parte ya que simplemente son engranajes de la inmensa maquinaria.
Al ser todos engranajes sin nadie humano al timón, entonces la maquina cobra vida propia, nadie la dirige hacia un fin humano y específico, la inercia es quien manda. Y así como el hombre-máquina trabaja, así consume, así vota, así ama y así muere. Las actividades humanas cuando se las despoja de un fin comprensible por las personas, tal como ha sucedido con el complejo industrial occidental pierden su sentido y si hacen algún bien es por pura casualidad. Lo más probable es que comiencen a hacer daño porque no existe ningún ser humano que las dirija con criterios humanos, que diga que esto no lo vamos a hacer porque es una barbaridad, o que aquello si porque es lo que hace falta y que se arriesgue y pelee por lo que considera que es ético porque si no lo es le entra una indignación que no la soporta. Eso y solamente eso es ser “humano” y estar vivo. Los hombres robots alienados no pueden hacer estas cosas…y mucho menos alcanzar esa cumbre humana que es amar.
Los hombres robots alienados simulan que son alguien, no tienen opiniones, son superficialmente agradables, no causan problemas, son buenos team-players, viven confortablemente dentro de su caparazón de robot. Solo que al llegar a casa necesitan embotar la mente con la tele, el alcohol, las compras compulsivas, el nuevo coche o cualquier otra evasión que les permita olvidar que dentro de esa caparazón de robot existe un ser humano. Hombres disfrazados de robots que están solos en medio de la multitud.
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