Miami está viviendo las consecuencias del estallido de una burbuja inmobiliaria. Una burbuja que ha seguido el mismo patrón que la de nuestro país: se construyó demasiado en el pasado y, años después, la oferta no encaja con lo que busca y puede pagar la demanda.
Los promotores aprovecharon los últimos años para levantar viviendas y ahora, con muchos edificios construidos y otros recién empezados, apenas hay compradores.
Si antes lograban cerrar 100 operaciones por semana, ahora encuentran dificultades para poder conseguir sellar 20. Esto significa que la demanda se ha desplomado un 80%.
Además, los precios están cayendo en torno al 30% y el FBI está vigilando con lupa las compras en efectivo, la forma de pago más usual en el mercado de Miami en los últimos tiempos. Ahora exigen el pago de la mitad de la vivienda, un requisito que echa para atrás a muchos potenciales compradores.
Ante este cúmulo de factores y la falta de interés de la demanda, los promotores se han visto obligados a parar 31 proyectos residenciales que pretendían construir torres de viviendas de lujo (algunos de ellos tenían 30 plantas e incluían casas de una sola habitación por más de 300.000 dólares) e incluso un proyecto de un centro comercial bautizado Miami World Center and Paramount. Se trata, por tanto, de uno de los mayores proyectos de desarrollo urbano de Estados Unidos, en el que están trabajando un buen número de arquitectos y diseñadores.
Para intentar compensar la caída de la demanda interna, los promotores han intentado captar el interés de los inversores extranjeros. Su gran baza, teniendo en cuenta los problemas de las economías de Brasil y Rusia, ha sido China, aunque de momento los esfuerzos no han dado los frutos esperados: los chinos solo representan el 2% de la inversión extranjera en la ciudad.
No hay duda de que Miami está viviendo el final del ciclo que, como es habitual en el sector inmobiliario, viene a durar entre siete y ocho años, y que la ciudad ha vivido todas las fases: surge la demanda, se financia, se construye en demasía, se vende a la baja lo que sobra y se vuelve a empezar.
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