
Sin lugar a dudas, la luz es uno de los elementos más imprescindibles de las viviendas. Gracias a ella se obtiene claridad durante el día y una cambiante tonalidad conforme avanza la jornada. Pero ¿Cómo conseguir luz en un angosto solar de apenas 4 metros de ancho?
En el corazón de Morelia, en México, obtenemos la respuesta. Entre sus estrechas callejuelas se ha levantado la Casa Emma, una vivienda compacta que propone una solución innovadora para dotar de luz la estrechez de la casa. Ello se consigue mediante un sorprendente patio de luz con forma piramidal.

Un vacío que lo llena todo
La Casa Emma es un perfecto ejemplo de cómo el vacío puede ser el verdadero protagonista del espacio. Está inspirada en las ‘trojes purépechas’ (unos antiguos graneros de madera tradicionales del pueblo indígena local) y en la experiencia vivida por los arquitectos al visitar la ‘Casa das Histórias Paula Rego’ de Eduardo Souto de Moura en Portugal.

El equipo de HW Studio recuerda cómo, en su visita al museo portugués, “la luz se filtraba suavemente a través de una alta claraboya, cayendo en cascada como rayos dorados sobre las superficies del museo”. Esa sensación de recogimiento, serenidad y conexión con la luz fue el punto de partida para dar vida a este refugio urbano.
En lugar de simplemente abrir ventanas, el estudio diseñó un vacío central con forma piramidal en el techo, que actúa como tragaluz y, a la vez, como corazón emocional de la casa. “Era necesario no solo resolver la iluminación y la ventilación de forma cenital, sino también ser muy eficientes en el uso del espacio”, explican. En solo 54 metros cuadrados, la luz se convierte en elemento estructural y emocional.

Una secuencia de espacios
Desde el exterior, Casa Emma parece cerrada, incluso enigmática. Su fachada plana, revestida con chukum color arena (una mezcla tradicional de resina y piedra que suaviza el hormigón) apenas insinúa lo que hay dentro: una única ventana en sombra y una discreta entrada. Pero al cruzar el umbral, todo cambia.

El pasillo de entrada comprimido desemboca en un espacio revestido por completo en madera sintética, evocando la calidez de las construcciones tradicionales, pero reinterpretadas con materiales contemporáneos. El objetivo fue “difuminar su presencia o hacer que parezca más ligero, como si fuera un trozo de algodón flotando en el espacio”.

La luz cenital que entra desde la claraboya baña las paredes longitudinales y las transversales inclinadas, generando una atmósfera cambiante a lo largo del día. Esta pirámide invertida de luz, además de iluminar, también organiza el resto de funciones de la vivienda.
Debajo del tragaluz se ubica un comedor cobijado bajo un dormitorio situado en una especie de buhardilla que flota sobre el espacio central. A un lado, una cocina discreta y parcialmente iluminada se funde con la sala de estar. La escalera de caracol es cerrada y escultórica, la cual conduce al nivel superior, donde se encuentra una zona de descanso, un baño en voladizo y finalmente, una azotea que recupera el contacto con el exterior gracias a la pendiente del techo.
Cada rincón ha sido diseñado con precisión, cuidando los juegos de luz, sombra y textura. En un entorno urbano complejo, Casa Emma se convierte en un oasis de introspección y equilibrio. La vivienda demuestra que el verdadero lujo no está en los metros cuadrados, sino en la capacidad de emocionar, inspirar y conectar con la historia, la tierra y la luz.

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