La Bauhaus, fundada en 1919 en Weimar (Alemania) por Walter Gropius, no fue simplemente una escuela de arte, sino un verdadero laboratorio de ideas que transformaría profundamente el diseño, la arquitectura y las artes aplicadas del siglo XX. Su influencia en el diseño arquitectónico moderno es inmenso y sigue siendo una referencia en la formación y la práctica profesional contemporánea.
Un nuevo enfoque interdisciplinar
La Bauhaus surgió en un contexto de cambio social, económico y tecnológico tras la Primera Guerra Mundial. Se alzó para “hacer frente” a los estilos historicistas y ornamentales del siglo XIX, proponiendo para ello una ruptura radical: un diseño funcional, honesto y adaptado a los nuevos materiales e industrias.
Su composición académica era integral, y en ella tenían cabida tanto la arquitectura como las artes plásticas, el diseño industrial, el diseño gráfico y la artesanía, fomentando de esta manera la colaboración entre distintas disciplinas.
Este enfoque interdisciplinar permitió a los arquitectos formados en la Bauhaus concebir sus obras no solo como edificios, sino como sistemas completos donde la forma, la función y los objetos interiores se integraban en un todo coherente.
Sus principios fundamentales
Varios principios impulsados por la Bauhaus siguen vigentes en la arquitectura moderna. Entre ellos cabe destacar el funcionalismo. Es decir, “la forma sigue a la función” ('form follows function'). Los espacios deben responder a las necesidades prácticas del usuario, evitando adornos superfluos.
También el uso de los nuevos materiales para la época, que se han consolidado en nuestro tiempo, como es el hormigón armado, acero, vidrio y estructuras prefabricadas, que permiten unas posibilidades constructivas nunca antes vistas.
No obstante, se apuesta por la geometría simple, con un predominio de las líneas rectas, los volúmenes puros, las formas limpias y las estructuras racionales. Esta geometría se lleva desde la estructura hasta el mobiliario, buscando una coherencia estética y funcional.
Finalmente, se buscó una optimización de recursos y una producción industrial como camino hacia una arquitectura accesible para el conjunto de la sociedad.
Proyectos emblemáticos
Aunque la escuela funcionó apenas 14 años (de 1919 a 1933), su legado quedó plasmado en proyectos y en la obra posterior de sus miembros, sentando las bases del movimiento moderno.
Uno de los ejemplos más representativos es la propia sede de la Bauhaus en Dessau (1925-1926), diseñada por Walter Gropius. Este edificio no solo se convirtió en el emblema visual de la escuela, sino también en una síntesis arquitectónica de su ideario: formas puras, planta funcional, grandes superficies acristaladas que favorecen la transparencia y el aprovechamiento de la luz natural, estructura modular y ausencia de ornamento superfluo.
Junto a la escuela, Gropius también diseñó las casas de los maestros en Dessau, residencias destinadas al profesorado, entre los que se encontraban Paul Klee, Wassily Kandinsky u Oskar Schlemmer, que funcionaban también como espacios de experimentación artística. Estas viviendas fueron concebidas como prototipos de una nueva forma de habitar: compactas, luminosas, racionales, con distribución interior flexible y mobiliario integrado.
Más allá de Dessau, la influencia de la Bauhaus se proyectó en proyectos urbanos innovadores vinculados al movimiento de vivienda social de entreguerras. Las ideas de economía de medios, racionalización de espacios y estandarización de elementos constructivos fueron aplicadas en los grandes conjuntos residenciales promovidos en Alemania, como las Siedlungen (urbanizaciones) de Berlín, Frankfurt, Stuttgart o Karlsruhe.
Estos desarrollos buscaban ofrecer soluciones habitacionales dignas, funcionales y accesibles para las clases trabajadoras, trasladando a gran escala los principios pedagógicos de la Bauhaus.
Su legado en el movimiento moderno
Tras el cierre de la escuela por el régimen nazi en 1933, muchos de sus profesores y alumnos emigraron, llevando sus ideas a Estados Unidos, Israel, América Latina y otros lugares, donde influyeron decisivamente en el desarrollo de la arquitectura internacional.
El impacto de la Bauhaus en el Movimiento Moderno es incuestionable. Arquitectos como Ludwig Mies van der Rohe (que fue, además, el último director de la escuela), Marcel Breuer o Hannes Meyer llevaron sus principios al Estilo Internacional, el cual se caracteriza por sus fachadas de vidrio y acero, las plantas libres y flexibles, una total ausencia en la ornamentación y una estética de la eficiencia.
Su huella es visible en innumerables edificios de oficinas, viviendas y espacios públicos del siglo XX y XXI, desde los rascacielos de Chicago hasta los complejos residenciales europeos contemporáneos.
Más de un siglo después de su fundación, la Bauhaus sigue siendo un referente pedagógico y conceptual. Sus planteamientos sobre la función social del diseño, la importancia de la interdisciplinariedad, la integración de arte e industria, y el papel del arquitecto como mediador entre tecnología y sociedad siguen siendo profundamente actuales.
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