
Con la idea Renacentista de una vivienda tranquila y sosegada, a la par que monumental, las villas modernas han seguido manteniendo esa esencia, buscando, en ocasiones, una conexión más profunda con el entorno, por lo que se han erigido entre jardines como espacios de calma.
De la misma manera, también en ocasiones se va más allá del lujo tradicional, valorando una mayor integración arquitectónica con la vegetación, la luz natural y la intimidad. Y en este sentido, Hidden Villa, una casa diseñada por el estudio holandés i29, lleva esta filosofía al extremo.
Esta residencia, que se esconde literalmente entre árboles, está ubicada en el sur de los Países Bajos, sobre el solar que antes ocupaba un antiguo hospital cerca del Mar del Norte. Su estructura no domina el entorno, sino que se integra en él. Desde el acceso hasta su núcleo, formado por un patio de doble altura lleno de vegetación, todo en ella invita a mirar hacia dentro y hacia fuera al mismo tiempo. Una arquitectura silenciosa, pero llena de intención.

Abierta al interior y exterior
La Hidden Villa se organiza en torno a un gran patio central abierto al cielo, lleno de árboles y plantas, que actúa como el eje desde el que se articulan los espacios. “Al entrar en la casa, un gradiente de luz va creciendo hacia la parte central. Va aumentando lentamente hasta llegar a la cocina, que está conectada con el gran patio central”, dicen en el estudio.

Este patio no se concibe como un simple recurso estético, se puede afirmar que es el elemento desde el cual la luz inunda las estancias, sin comprometer la privacidad. A este le sigue un segundo patio más pequeño, ubicado en el pasillo de acceso, que actúa como “conector” vertical entre plantas, permitiendo que la luz descienda desde la primera planta hasta el nivel inferior. La idea, según el estudio, era "duplicar el potencial del espacio del patio apilando dos patios parcial o totalmente uno encima del otro".
En la planta baja se encuentran una amplia cocina, comedor y sala de estar que se abren directamente al patio y a las terrazas exteriores. La planta superior alberga tres dormitorios y un baño, todos ellos orientados hacia los jardines para reforzar la sensación de refugio.

Toda la vivienda cuenta con unas grandes marquesinas en voladizo alineadas cuidadosamente con la trayectoria solar para proporcionar sombra y protección térmica, lo cual es especialmente relevante debido a los numerosos muros cortina en vidrio empleado sobre las fachadas. Los extremos de estas marquesinas se han resuelto con módulos prefabricados de hormigón blanco, que aportan un carácter escultórico sin perder ligereza.
Una atmósfera serena
Aunque minimalista en su forma, la villa está llena de matices en su materialidad. El edificio combina una base de hormigón, estructura de entramado de madera, vigas vistas y voladizos sostenidos por acero.

En el revestimiento de fachadas, la diversidad crea una armonía rica en texturas. Por una parte, el fresno tratado con aceite para las zonas superiores y patios; por otra, el ladrillo alargado en tonos claros para las fachadas sur y este de la planta baja, y, finalmente, el hormigón blanco para los suelos perimetrales que rodean la vivienda.
En el interior, el estuco blanco y los marcos de aluminio de las grandes ventanas aportan un aire sobrio y contemporáneo, lo cual está integrado con precisión con el mobiliario y los elementos arquitectónicos a través de armarios empotrados, estanterías, paneles de roble oscuro, encimeras de piedra natural y suelos continuos.

Como afirman en el estudio, “una villa que dialoga con su entorno verde”, la casa no pretende sobresalir, sino pertenecer, respetando el carácter boscoso del terreno y rehaciendo la sensación de clausura vegetal que alguna vez existió en la parcela.

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