
Las atalayas o las torres de vigilancia son construcciones que servían, como su nombre indica, para vigilar posibles incursiones del enemigo. Se deben entender no como un elemento aislado en el territorio, sino como una red que se comunicaba mediante señales de humo o fuego. Si reconocéis la frase “las almenaras arden, Gondor pide auxilio”, de la saga de El Señor de los Anillos, ya sabréis a lo que nos referimos.
Hoy en día, las atalayas medievales y modernas han perdido su funcionalidad, pero se han convertido en elementos del patrimonio cultural. Sin embargo, en según qué contextos (principalmente en espacios naturales y recreativos), se han alzado nuevos torreones que ya no cumplen con la función de vigilancia, sino con visualizar el paisaje a vista de pájaro.
Una de estas torres de nueva planta se encuentra en el bosque de Einderheide, en los Países Bajos, muy cerca de la frontera con Bélgica. Se trata de una torre mirador con nidos para murciélagos con un diseño que recuerda lo antiguo, pero con elementos modernos.

Una vista desde las alturas
La Watchtower Einderheide es el nombre con el que el estudio neerlandés NEXT Architects ha bautizado esta torre mirador en el bosque de Einderheide. La infraestructura se sitúa en un espacio privilegiado y concurrido, pues se encuentra junto a un sendero para ciclistas y senderistas.
La torre cuenta con 26 metros de altura, el tamaño suficiente para que el mirador quedase por encima de las copas de los árboles. En sus fachadas, además, se instalaron diversos hábitats para los murciélagos arborícolas, pues se sitúa en una ruta de vuelo, también para estos mamíferos. Así, “la torre ha sido diseñada tanto para los animales como para las personas”, cuentan los arquitectos.

La estructura está hecha de columnas de abeto Douglas laminado y revestida de pino modificado térmicamente que protege el mirador de las inclemencias del tiempo. En su interior se encuentra una escalera de caracol de acero que permite el acceso al mirador a través de tres niveles. Según el estudio, “creamos distintos niveles en la torre para explorar y experimentar el bosque a distintas alturas proporcionando vistas en distintas direcciones”.

La sencillez de la forma de la torre, cuadrada, se rompe a través de diversos huecos tallados en sus fachadas que dejan al descubierto su estructura. Lo curioso de esta es que, en estas aberturas, las vigas se curvan dando una sensación de movimiento. Desde estos huecos se ofrecen distintas vistas del bosque, convirtiendo el camino hacia arriba en un recorrido en sí mismo.
Estructura segura
Como la accesibilidad al lugar es escasa, debido al poco espacio existente entre los árboles, la torre fue prefabricada en un taller y, posteriormente, la estructura y los paneles fueron trasladados hasta el lugar, donde fueron montados 'in situ'.
Pese a su altura, la torre cuenta con una gran estabilidad gracias a unas columnas de soporte en forma de L en cada esquina y a tres caballetes de viento, dos de ellos situados en las fachadas cerradas que van de los cimientos al tejado, y uno en la fachada abierta. Todo ello reforzado con una base de hormigón.

Los refugios para murciélagos han sido incluidos en el proyecto de la mano del ecologista Jeroen Mos. Las cajas se han ubicado a distintas alturas, entre los 5 y los 15 metros, y en la parte interior, para imitar el hueco de los árboles. Además, en la base de hormigón de la torre se ha incluido un sótano donde los murciélagos pueden esconderse e hibernar en los meses más fríos del año.


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