Son las 12:35 del lunes 28 de abril de 2025. Un redactor y un cámara de idealista/news estamos grabando un reportaje en un centro de datos en Madrid, propiedad de Digital Realty. La rutina transcurre con normalidad, hasta que, de repente, todo se apaga. España, Portugal y parte de Francia quedan completamente a oscuras.
En las calles, los semáforos dejan de funcionar, los móviles pierden la señal y los dispositivos electrónicos se 'apagan' en masa. Nosotros, en cambio, solo sufrimos un leve corte de luz de cinco segundos. Para el equipo y para el centro de datos MAD3, el apagón fue poco más que una anécdota. El reportaje continuó como si nada.
Como si de una predicción se tratara, en el momento exacto de producirse el apagón preguntábamos a Robert Assink, director general de Digital Realty en España, por las medidas de seguridad del centro ante cortes de energía. Justo entonces, las luces se fueron. Cinco segundos de oscuridad y una risa nerviosa se apoderó de la sala. La mejor demostración práctica posible de lo que el directivo acababa de explicar.
Un apagón histórico… del que apenas nos enteramos
¿Qué ocurrió después? Nada. Literalmente, nada. Mientras en el exterior cundía el desconcierto, nosotros seguíamos trabajando. Un empleado entró en la sala y nos informó con total calma: “España, Portugal y parte de Francia están sin luz”. Una noticia difícil de creer, visto lo que teníamos frente a nosotros: un centro operativo al 100 %.
Terminada la entrevista, Raquel Figueruelo, directora de marketing y desarrollo de negocio, nos guió por el edificio. El recorrido comenzó en el ascensor, que utilizamos con total normalidad para bajar a la sala de servidores. Sí, en medio de un apagón generalizado, descendimos varios pisos en ascensor, mientras miles de personas quedaban atrapadas en los suyos.
Cada estancia del centro se abría con su tarjeta magnética, sin fallos ni contratiempos. Afuera, muchas empresas tenían que abrir puertas manualmente y colocar objetos para mantenerlas abiertas: los sistemas electrónicos habían dejado de funcionar. Allí dentro, todo seguía funcionando.
Precisión suiza y energía asegurada
Figueruelo nos mostró las entrañas de MAD3: salas repletas de terminales, servidores y cuadros eléctricos que funcionaban con la precisión de un reloj suizo. Durante más de media hora, nadie habló de crisis. Nadie sintió que estábamos en medio de un blackout histórico. Incluso bromeamos con lo que estaría ocurriendo afuera.
La sensación de seguridad que vivimos dentro del edificio contrastaba radicalmente con la incertidumbre exterior. ¿Qué generaba esa tranquilidad? No era solo la actitud de los empleados, que se movían con total serenidad. Era la infraestructura.
Cuando la red eléctrica cayó, MAD3 solo perdió la luz en zonas no críticas como pasillos y oficinas. Los servidores, el corazón del centro de datos, ni se inmutaron. Las empresas que almacenan y transmiten datos allí no dejaron de operar ni un segundo. ¿La clave? Primero las baterías, que garantizan unos diez minutos de autonomía. Luego, los generadores, que entran en funcionamiento pasados apenas 30 segundos y que fueron capaces de mantener todo activo durante el mayor apagón de la historia reciente de la península.
Afuera, el caos. Adentro, el futuro
Lo que siguió ya lo conocemos todos: horas de desconcierto, problemas de comunicación, ciudades paralizadas. Diez horas de apagón en muchos casos. Pero dentro de MAD3 no se vivió nada de eso. Fue como si el futuro, con toda su resiliencia digital, se hubiera condensado en ese edificio.
No vivimos el apagón. Lo vimos desde fuera. Y fue, paradójicamente, en medio de una crisis energética, cuando entendimos la verdadera fortaleza de un centro de datos bien preparado. Mientras el país se detenía, este lugar siguió latiendo, inalterable, al ritmo de sus máquinas, baterías y generadores.
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