Proteger las ruinas arqueológicas excavadas es uno de los mayores quebraderos de cabeza de los yacimientos para su conservación. En este punto surgen los problemas de cubrición, ¿cómo intervenir sin alterar? ¿Cómo preservar sin imponer?
En Islandia, un nuevo proyecto responde a estas preguntas con sobriedad y respeto. Se trata del nuevo refugio de Stöng, un yacimiento que conserva asentamiento vikingo que ha sido restaurado y transformado por el estudio Sp(r)int Studio en un delicado equilibrio entre historia, técnica y paisaje.
El resultado no es un museo, ni una reconstrucción al uso, sino un detalle arquitectónico que permite que las ruinas hablen por sí solas. “El edificio surge como un diálogo reflexivo entre el pasado y el presente, y se erige como testimonio de un enfoque arquitectónico sensible”, explican desde el estudio. Y, en efecto, más que imponer una nueva narrativa, el proyecto enmarca cuidadosamente la ya existente.
Una estructura de los años 50 restaurada
Ubicado en un remoto valle islandés, el yacimiento de Stöng conserva las ruinas de una antigua casa comunal vikinga y parte de un asentamiento agrícola. Para protegerlo, ya en 1957 se construyó un refugio de madera, una estructura funcional, pero que con el tiempo quedó deteriorada.
Lejos de optar por su demolición, el estudio propuso restaurarla y ampliarla, respetando su lógica formal y adaptándola a las necesidades actuales. “La complejidad del proyecto radicaba en trabajar alrededor de unas ruinas muy delicadas y reutilizar la estructura original, que se encontraba en un estado de deterioro grave”, explican en el estudio.
Así, la estructura original de madera fue reforzada con marcos de acero galvanizado, sin alterar su geometría: una planta alargada a dos aguas, con alas más pequeñas que acompañan la distribución del yacimiento bajo ella.
Entre las intervenciones clave destaca una extensión de cuatro metros en uno de los extremos, que genera una nueva entrada con plataforma elevada y vistas directas al interior. En el extremo opuesto, se abrió una ventana panorámica que enmarca el paisaje y ofrece una perspectiva única desde una terraza exterior.
Pero quizá lo más llamativo sea su nuevo techo de policarbonato, un material translúcido que permite la entrada controlada de luz natural y crea una atmósfera etérea, casi espiritual, sobre las ruinas. El exterior, revestido con lamas de madera de alerce, ayuda a que el edificio se integre con los colores del terreno, manteniendo un perfil discreto.
Para el estudio, destaca “la colaboración entre los campos de la arquitectura y la arqueología, una relación interdisciplinar que ha desempeñado un papel fundamental a lo largo de todo el proceso”.
Enmarcando el pasado sin esconderlo
Más que como un contenedor, el nuevo edificio funciona como un marco vivencial. En su interior, los visitantes acceden a un balcón suspendido que “se cierne sobre las excavaciones, ofreciendo tanto una vista general como intimidad”, según el estudio. No hay vitrinas, ni pantallas digitales invasivas. Solo un recorrido sutil que invita a la contemplación silenciosa.
El montaje expositivo “evita el espectáculo y, en su lugar, hace hincapié en la moderación y la profundidad”, señalan sus autores. Esa contención es, precisamente, lo que da fuerza al proyecto: no compite con las ruinas, las pone en valor.
El proyecto incluyó, además del refugio, el diseño de un sendero y una pasarela exterior que conectan Stöng con otros enclaves históricos cercanos, ampliando la experiencia más allá del edificio.
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