2025 pasará a la historia como el año de las llamadas "playas vacías" en Italia. El turismo italiano se presenta este año como un sector entre la expansión y las dificultades, con signos de vitalidad que se entremezclan con fragilidades estructurales. Más visitantes pero estancias más cortas, más extranjeros y menos italianos, vacaciones repartidas a lo largo de varios meses, pero con agosto en crisis: este es el panorama que se desprende de los datos oficiales del Istat, Federalberghi, asociaciones sectoriales y observatorios privados. Un panorama que, si no habla precisamente de crisis, habla, al menos, de un cambio de paradigma en las vacaciones en Italia.
- Más llegadas, menos noches: la paradoja de las pernoctaciones
- Carestía y vacaciones cortas: el peso de las subidas de precios
- La metamorfosis de los destinos: menos playas, más montaña y ciudades de arte
- Las sombras de la costa: playas caras, Bolkestein y crisis de los destinos históricos
- Luces desde el extranjero: el turismo extranjero salva la temporada
- Rimini y el caso emblemático de los hoteles vacíos
- Las nuevas costumbres: vacaciones fragmentadas y desestacionalización
- Sombras estructurales: precios fuera de control y demanda interna frágil
- Perspectivas: Italia es el segundo país de Europa en número de turistas, pero hay que estar atentos a la transición
Más llegadas, menos noches: la paradoja de las pernoctaciones
En los primeros seis meses de 2025 se registraron 121 millones de pernoctaciones hoteleras: no es un dato negativo si tenemos en cuenta que supone un aumento del 0,9% con respecto a 2024. Sin embargo, los que impulsan este crecimiento son sobre todo los extranjeros, que han aumentado un 2,3% (67,7 millones), mientras que los italianos han descendido un 0,8% (53,2 millones). También julio y los primeros diez días de agosto registraron aumentos en las llegadas: +4,5% y +14,1% respectivamente con respecto a 2024. Pero, como advierte Federalberghi, no es seguro que más llegadas signifiquen más pernoctaciones: las vacaciones se acortan, lo que reduce el impacto económico global.
Carestía y vacaciones cortas: el peso de las subidas de precios
El contexto macroeconómico no ayuda. Según el Istat, la inflación se sitúa en el 1,7%, pero la «cesta de la compra» ha subido un 3,2%, los vuelos un 7,4% y el coste medio de unas vacaciones en la playa un 5,5%. En los últimos seis años, los paquetes vacacionales cuestan un 56% más que en 2019, los hoteles un 40% más y los vuelos nacionales incluso un 80% más. Las familias italianas han reducido la duración de sus estancias y cada vez recurren más a segundas residencias o al alojamiento de familiares y amigos. Por lo tanto, no es de extrañar que en Ferragosto (una fiesta nacional que se celebra el 15 de agosto) solo se hayan ido de vacaciones 12 millones de italianos, un millón menos que en 2024.
La metamorfosis de los destinos: menos playas, más montaña y ciudades de arte
El verano de 2025 también marca un cambio en los destinos preferidos. Los datos del Ministerio de Turismo italiano indican que la montaña crece un 4,8%, con 6,8 millones de visitantes y casi 75 millones de pernoctaciones. Las ciudades de arte han superado a las playas: 2,6 millones frente a 2,2 millones. Los lagos y balnearios crecen, con tasas de ocupación del 42,3% y el 38,2%, respectivamente. Las playas, en cambio, atraviesan una temporada difícil: en muchas zonas solo se llenan los fines de semana, con flujos «relámpago» que no garantizan la sostenibilidad económica.
Las sombras de la costa: playas caras, Bolkestein y crisis de los destinos históricos
Hay varios factores que afectan al sector balneario. Según Altroconsumo, los precios han aumentado una media del 17% en cuatro años: en Alassio, una semana en primera fila cuesta más de 350 euros, en Gallipoli casi 300, mientras que Rimini sigue siendo más asequible (150 euros). Pero el problema no es solo el encarecimiento de las playas. Según entidades como Assobalneari y Sib, la afluencia en algunas regiones ha descendido hasta un 30%, con efectos en cadena en bares, restaurantes, tiendas y actividades estacionales. En el fondo sigue la disputa europea sobre las concesiones estatales: Italia, en procedimiento de infracción desde hace años, ha aplazado la aplicación de la Directiva Bolkestein (directiva europea que busca favorecer la libertad de establecimiento y la libre circulación de servicios entre Estados miembros) hasta 2027, lo que alimenta la incertidumbre de los operadores.
Luces desde el extranjero: el turismo extranjero salva la temporada
Si los italianos se aprietan el cinturón, son los extranjeros los que mantienen a flote el sistema. Según el observatorio Jfc, solo en el sector balneario se estiman 101 millones de presencias extranjeras (+5% con respecto a 2024), con una facturación total de 33.700 millones de euros (+2,3%). Los turistas estadounidenses, de Oriente Medio y de Europa del Este compensan, al menos en parte, el descenso de los italianos, especialmente en destinos emblemáticos como la costa veneciana, Forte dei Marmi y las ciudades artísticas.
Rimini y el caso emblemático de los hoteles vacíos
Entre los símbolos de las dificultades de 2025 se encuentra Rimini. Una encuesta promovida por Conflavoro PMI Rimini y Riviera Sicura revela que el 40% de los hoteles no superó el 70% de ocupación en julio, lo que obligó a los hoteleros a aplicar descuentos agresivos y a reducir los servicios. La Riviera romañola, que en su día fue la capital del turismo de masas, sufre más que otros territorios, lo que indica que el modelo de «semana en la playa con pensión completa» ya no soporta el peso de las subidas de precios y la competencia de las nuevas fórmulas de alojamiento.
Las nuevas costumbres: vacaciones fragmentadas y desestacionalización
Una tendencia positiva, al menos desde el punto de vista estratégico, es la desestacionalización. Cada vez más italianos distribuyen sus vacaciones entre junio, julio y septiembre, reduciendo la centralidad de agosto. Esto permite diluir los flujos y alargar la temporada, como desean desde hace años los operadores. Sin embargo, el riesgo es que solo aumenten las cifras «de paso» y no las estancias largas y rentables.
Sombras estructurales: precios fuera de control y demanda interna frágil
El verdadero quid de la cuestión sigue siendo la sostenibilidad económica. Con aumentos generalizados de los costes —desde las tumbonas en la playa hasta las bebidas, pasando por el transporte y las actividades recreativas—, Italia corre el riesgo de convertirse en un destino percibido como demasiado caro en comparación con competidores como España, Francia o Croacia, que ofrecen precios más bajos y una mayor competencia. Si bien el turismo extranjero sigue siendo fuerte, el turismo interno continúa erosionándose, lo que indica el empobrecimiento de la clase media.
Perspectivas: Italia es el segundo país de Europa en número de turistas, pero hay que estar atentos a la transición
El año 2025 confirma que Italia sigue siendo una potencia turística europea, solo superada por España en número de visitantes, pero también un país en el que la estabilidad del sector ya no está garantizada por sí sola. El crecimiento de las llegadas de extranjeros y la diversificación de los destinos son los aspectos positivos de esta temporada, mientras que la caída de la demanda interna, los altos precios y la incertidumbre normativa (desde las concesiones hasta las plataformas de reserva online) siguen siendo aspectos negativos importantes. El turismo italiano está en transición: no se encuentra en una crisis irreversible, pero está cambiando de piel.
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