Herencias forestales que durante años se percibían como una carga se están transformando en una fuente de ingresos y oportunidades gracias a la gestión profesional. Joaquín Gómez, gestor forestal en Lignum Tech Forest, explica cómo la empresa acompaña a propietarios particulares, familias y comunidades de montes a actualizar permisos, coordinar trabajos y aprovechar sus bosques de manera sostenible. Desde fincas heredadas y olvidadas hasta montes con potencial económico, la clave está en convertir el terreno en un recurso rentable sin que los dueños pierdan el control.
¿Qué pasos sigue desde el primer contacto con un propietario hasta que se firma un acuerdo?
No hay un camino único, depende mucho de cada caso. Hay propietarios que llevan una gestión activa, tienen todo en regla y saben perfectamente cómo está su finca. Con ellos el proceso es muy rápido, casi directo. En cambio, también nos encontramos con gente que heredó el monte, que lleva años sin tocarlo, con los permisos caducados e incluso sin tener claro dónde están los límites exactos. En esos casos el trabajo es más largo: hay que poner papeles al día, pedir autorizaciones, hacer estudios previos…
¿Qué perfil de propietarios suele encontrar: particulares, familias, ayuntamientos, comunidades de montes…?
Lo más común son propietarios particulares o familias que han heredado una finca, normalmente de tamaño pequeño o medio. Pero también trabajamos con comunidades de montes o agrupaciones de propietarios; son menos frecuentes, pero suelen contar con superficies grandes y con más potencial de gestión.
El propietario nunca pierde el control sobre su finca
¿Qué ventajas obtiene un propietario forestal al ceder la gestión de su monte a la empresa?
La primera ventaja es que no tiene que preocuparse de la parte administrativa, que suele ser engorrosa. Desde Lignum Tech, nos encargamos de actualizar planes, permisos y todo lo necesario, apoyándonos también en ingenieros y empresas locales. Luego, cuando empiezan los aprovechamientos, ofrecemos acuerdos a varios años que dan estabilidad frente a las subidas y bajadas del mercado de la madera.
Y además, liberamos al propietario de coordinar los trabajos forestales, que son costosos y técnicos. En resumen: menos preocupaciones, menos gasto y más seguridad en la gestión.
¿Qué tipo de réditos económicos pueden esperar los propietarios y en qué plazos?
Es imposible dar una cifra general porque cada monte es distinto. Hay masas maduras y de calidad que generan productos valiosos casi de inmediato, y otras más jóvenes donde los rendimientos importantes no llegarán hasta dentro de varias décadas. Lo que sí hacemos es dar a cada propietario una estimación realista de su caso y un calendario de aprovechamientos para que sepa qué esperar a corto, medio y largo plazo.
Cuando un monte empieza a ser rentable, deja de verse como un terreno abandonado
¿Cómo convencen a un propietario que quizás nunca pensó en sacar provecho económico de su monte?
Más que convencer, diría que se trata de enseñar lo que el monte puede dar de sí. Hay gente que siempre lo ha visto como una carga heredada, sin valor económico. Cuando les explicamos que puede generar ingresos de forma estable y sostenible, empiezan a mirarlo de otra manera.
Para eso trabajamos con técnicos forestales de la zona, mostramos ejemplos reales y dejamos claro que el propietario no pierde el control sobre su finca. Ese cambio de perspectiva suele ser suficiente para que se interesen.
¿Hasta qué punto se involucra el propietario después de firmar el acuerdo?
La mayoría quiere estar informado de lo que se hace, aunque no participe directamente en la gestión. Para nosotros eso es positivo: da confianza, garantiza transparencia y, de paso, suele generar recomendaciones. Un propietario satisfecho habla de nosotros a otros, y eso nos ayuda a crecer.
¿Existen limitaciones en cuanto a qué superficies o tipos de bosque pueden certificarse?
No hay un mínimo para la certificación, pero sí para que la explotación sea sostenible que es un requisito indispensable para obtener la certificación. Para que una explotación sea sostenible y rentable lo normal es hablar de un mínimo de 50 hectáreas, aunque depende de factores como los accesos o la calidad de la madera. Mover maquinaria pesada y organizar los aprovechamientos en fincas muy pequeñas no compensa.
¿Qué impacto tiene esta actividad en la fijación de población en el medio rural?
Muy grande. La gestión forestal genera empleo directo (corta, transporte, transformación...) y también empleo indirecto en servicios locales. Eso ayuda a que haya actividad económica en zonas donde de otro modo no habría muchas oportunidades. Y, además, cuando un monte empieza a ser rentable, deja de verse como un terreno abandonado y se convierte en un recurso. Eso anima a la gente a mantener el vínculo con el territorio.
¿Cuáles son las dificultades más comunes para incorporar nuevas superficies forestales a la gestión?
Diría que tres, principalmente: la fragmentación de la propiedad (muchas fincas pequeñas y dispersas), la dificultad de localizar a los propietarios (sobre todo herederos que viven lejos o ni siquiera conocen su finca) y la burocracia, que en España sigue siendo bastante pesada y desanima a más de uno.
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