Comienzo hoy a escribir una nueva tribuna a la que, con idealista, hemos llamado “punto de encuentro” porque entendemos resume de manera clara el objeto de las reflexiones que irán construyendo esta sección. Y es que, si algo ha sido la ciudad, desde que allá por el año 7500 ac. comenzaron a conformarse los primeros asentamientos humanos, cuando nos hicimos sedentarios al dominar los recursos naturales, es el punto de encuentro en torno al que la humanidad ha evolucionado.
El aspecto físico o territorial de esa ciudad no será, con todo, lo más importante. Su conformación obedecerá, en cada momento histórico, a las necesidades y a las diversas culturas que la construyen. En ella confluye todo lo que define a la humanidad. Puede decirse que es el reflejo más importante, perdurable y distintivo de aquélla. No exagero al afirmar que la ciudad es al hombre lo que la sal es al mar. Sin ella no podríamos hablar de civilización, ni de evolución, ni de progreso. La humanidad no sería la que hoy conocemos. Probablemente, no sería en absoluto.
Puede explicarse la ciudad desde muchas perspectivas y puntos de vista. Los economistas la explicarán partiendo del concepto de acumulación o aglomeración. A mayor densidad menor coste y mayor productividad. Los ingenieros la considerarán en función de la ejecución de infraestructuras que faciliten la accesibilidad y el uso ordenado de los recursos. Los arquitectos procurarán el favorecimiento de las condiciones de habitabilidad de los distintos espacios desde la lógica y la estética.
Los sociólogos estudiarán las relaciones interpersonales que se generan en la ciudad y cómo su conformación física influye en aquellas, generándose estructuras de dominación de unos pobladores sobre otros. Los urbanistas y geógrafos la considerarán el ámbito físico sobre el que establecer una ordenación eficaz del espacio a ocupar. Los abogados incidirán en la normativización de su funcionamiento, de manera que se regulen todas las acciones con objeto de un eficaz desempeño de las estructuras físicas o territoriales y sociales concernidas. Los artistas y creadores, ya sean pintores, escultores, literatos, pensadores, la entenderán como el soporte de su arte, por sí misma o como excusa para su embellecimiento. En ella se encarnarán, en efecto, artes, oficios, saber, literatura, política, pensamiento, utopía, civilización. Todos ellos irán escribiendo la biografía de la ciudad.
Como creación humana, sin embargo, siempre estará en transformación, siempre se considerará imperfecta, como lo es el hombre. Generará fragmentación, segregación y desigualdad, pues el territorio siempre estará limitado por lo físico, por aquella cualidad material y finita que la define. Y la labor de todas aquellas actividades que involucra su evolución estará dirigida, de ordinario, a la limitación de las imperfecciones, a la matización de los defectos, a la eliminación de los dilemas y rompecabezas que su propia existencia y evolución generan.
Hoy se habla de humanizar la ciudad. Tal termino ha de contextualizarse y definirse de manera más adecuada, pues una precisa caracterización de los problemas es el primer paso para resolverlos. Queda patente que la ciudad es una creación genuinamente humana y, así, no puede humanizarse aquello que es, en esencia, humano. Habrá de utilizarse, entonces, el término rehumanizar para afrontar cualquier planteamiento que pretenda devolver los espacios de la ciudad a sus pobladores.
La rehumanización de la ciudad conlleva, entonces, la recuperación de sus caracteres originales, de aquellos que la convirtieron en punto de encuentro e intercambio y que fueron orillándose al transformarse, desde el siglo XIX, en lugar de especialización y de separación. Es del todo necesario, pues, imprescindible, conocer la historia y evolución de la ciudad, si lo que se quiere es perfeccionarla y adecuarla a la realidad y a la necesidad de quien la habita, si lo que se pretende es rehumanizarla.
Y esto, lamentablemente, no sucede en la mayor parte de las actividades y profesiones que tienen como objeto de su análisis y producción la ciudad. El profesional, al tiempo que aprehendida su historia, deberá aprender a leer la ciudad sobre la que actúa pues, como defendía Italo Calvino, la ciudad no contará al intérprete su historia o su pasado, solamente hablará con quien la interpele, con quien quiera leerla, pues aunque ella no lo cuente, cada calle, cada esquina, cada monumento, contiene ese pasado. No puede actuarse sobre lo que se desconoce. No cabe mejorar aquello que no se sabe cómo llegó a ser lo que es. Solo sabiéndolo podemos actuar.
El gran arquitecto español Ricardo Bofill afirmaba que las ciudades deben ser reparadas y curadas. ¿Cómo puede el médico curar sin conocer el origen de la enfermedad, sin analizar su origen, sus causas y sus efectos? Solo así podrá anticiparse a la enfermedad que quiere curar. Solo así podrá pasar a ser proactivo y no solo reactivo. Solo así podrá ser prospectivo. No cabe la creatividad cuando no se conoce el origen. Conociéndolo en profundidad se abrirá la acción a la singularidad, a la originalidad, al talento, a la inspiración. A partir de ahí podremos entrar en consideraciones como las que realizara el arquitecto y diseñador finlandés Alvar Aalto, quien demandaba que el arquitecto debe ser un profeta, un vidente capaz de anticiparse y de ver o adivinar, al menos, diez años hacia adelante.
Con esto, conviene, también, precisar que los procesos que implican la evolución de la ciudad, si atendemos a su esencia humana como factor constitutivo y, en consecuencia, imperfecta, dependerán también de lo imprevisible y, en mucho, del azar, y no ya solo de la viabilidad que aporte el soporte físico, el suelo, para su natural desenvolvimiento y evolución. Este elemento aleatorio ha de considerarse necesariamente por los profesionales implicados en y con la ciudad, siendo su desprecio causante de no pocos males de los que asolan a la ciudad contemporánea. En términos matemáticos puede afirmarse que los procesos urbanos son, basándose en la naturaleza de su objeto, la ciudad, procesos estocásticos, en contraposición a deterministas, en la medida en que la definición del siguiente estadio en la representación y evolución de lo urbano se establecerá no solo por las acciones predecibles del proceso, sino también por aquellos elementos aleatorios que, indefectiblemente, afectarán a lo previsible. Bien haría nuestro legislador en no volver a olvidar lo evidente.
Ya no cabe implementar legislaciones deterministas que no posibiliten la adaptación que reclaman aquellos elementos aleatorios. Más si relacionamos aquella aleatoriedad con la alteridad, el otro, con el ser humano como protagonista del proceso urbano. Las nuevas tecnologías, como el big data entre otras, permitirán incluir esos elementos aleatorios en el proceso, de forma que permitan una evolución más orgánica de la normativa que ha de aplicarse en cada momento. Así, podrían implementarse legislaciones que adecúen los usos de los espacios y edificaciones a la realidad y a la alteridad para la que se regulan.
Pero con esto entro ya a diseccionar realidades desde una metodología analítica y no era ese el objeto de este primer punto de encuentro. Si he logrado hoy, con esta introducción, esbozar el patrón del que entiendo he de partir en esta nueva tribuna me doy por satisfecho. Ustedes me juzgan.
Marcos Sánchez Foncueva es uno de los mayores expertos en urbanismo y suelo de España. Abogado urbanista, toda su carrera profesional ha estado ligada al urbanismo y al sector inmobiliario. Ha liderado las Juntas de Compensación de Sanchinarro, Valdebebas y Los Cerros, entre otras. Es miembro del Comité Ejecutivo y coordinador de la mesa de urbanismo en Madrid Foro Empresarial.
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