Para los forofos de la arquitectura brutalista (estilo que surge en la década de 1950 cuyas construcciones muestran los materiales de construcción sin adornos, desnudos, prevaleciendo sobre el diseño decorativo), hay tres buques insignias de este estilo en Madrid: Torres Blancas, la Torre de Valencia y el Edificio Princesa. Lo cierto es que te guste o no este tipo de arquitectura, no deja indiferente a nadie puesto que hablamos de construcciones que por su volumen captan desde lejos, la atención del ojo.
El Edificio Princesa que a día de hoy resulta de lo más innovador y eso que fue un encargo realizado en 1967, siendo finalizado en 1975, atesora distintos nombres en el barrio que lo acoge: el edificio San Bernardo (por su cercanía con la glorieta del mismo nombre), las casas de los militares (porque en su origen fue morada de altos mandos del ejército…). Si te dejas caer por allí enseguida lo reconocerás sin problema: una mole de hormigón, en origen blanco hoy oscurecido por la contaminación, con una vegetación exuberante que cuelga de las terrazas.

Tribunal de la Inquisición y hospital
Antes de ser un edificio de viviendas, el solar fue ocupado por un tribunal de la Inquisición y posteriormente, por el hospital de la Princesa (de ahí el nombre) que nació por petición de la reina Isabel II: ella y su hija la infanta Isabel Francisca de Borbón salieron ilesas de un atentado en 1852 y la reina pidió que se construyera el hospital con el nombre de Princesa. El establecimiento quedó muy dañado en la Guerra Civil y fue finalmente demolido.
Los arquitectos del edificio tal y como lo conocemos fueron el genial Fernando Higueras y Antonio Miró Valverde, que se encargaron del proyecto casi por casualidad: a Higueras le llamó insistentemente un chico de apellido Medrano, que estudiaba segundo de arquitectura y que deseaba trabajar en el estudio, pero Higueras no le cogía las llamadas. Así hasta que un tal general Medrano de Miguel fue quien llamó y el arquitecto cayó en la cuenta de que debía ser el padre del primero. En realidad, el alto mando quería encargarle un proyecto de viviendas para militares con la condición de que acogiese en su estudio a su hijo, sin pagarle, solo para que aprendiese el oficio.

Y así lo hicieron (y por cierto y en boca del propio Higueras, el hijo del militar resultó ser de lo más trabajador). El proyecto consistía en construir 261 viviendas de primera categoría, amplias (de más de 150 metros) y de diferentes tipos, con una planta baja, con posible entreplanta, destinada a locales comerciales y sótanos para zonas de aparcamiento. Según puede leerse en la web de la Fundación Higueras, “Los dos bloques que dan a San Bernardo han sido proyectados alrededor de un único patio interior, de superficie superior a la exigida por la ordenanza lo que proporciona mayor ventilación e iluminación a la zona de servicio de las viviendas, y que además, por su continuidad y riqueza formal ofrece perspectivas amplias y amables, creando un interesante ambiente de calle interior para peatones”.
La propuesta quería que el resultado final fuese una construcción en la que el material utilizado, hormigón, y la vegetación tuvieran una relación muy directa para crear una especie de oasis en la ciudad y de ahí esas enormes plantas colgando de las terrazas. El proyecto tiene dos bloques, A y B, separados por la calle Santa Cruz de Marcenado. Hay un total de 8 plantas, en algunos 7, dependiendo del edificio, con escaleras que llegan hasta la nomenclatura K. Hay zonas comunes como los patios interiores, el jardín, el local de la comunidad.. pero no hay piscina, por ejemplo.

Aviones de papel con mensajes para un golpista
Como hemos dicho, en un principio los vecinos del edificio fueron altos mandos del Ejército y tan altos y conocidos como el general Armada y el golpista Tejero (a saber si el golpe de Estado no se fraguó en una de esas viviendas entre vecinos de escalera). El escritor Daniel Saldaña cuenta que con unos cuantos amigos de izquierda quisieron hacer llegar mensajes a Tejero a través de aviones de papel que con toda seguridad acabaron en las terrazas de otros vecinos. Otro de los episodios que el autor relata (su abuelo tuvo un piso allí) en la novela Aviones sobrevolando un monstruo fue que en una ocasión contó a su novia de entonces la tradición mexicana de las piñatas pero como ella era punky, llenó la suya de vísceras. A la fiesta en cuestión llegó muchísima gente y todo acabó lleno de sangre, con fornicio por doquier y con higaditos cayendo por el patio interior. Los guionistas de Resacón en Las Vegas no inventaron nada, vamos…

Y otra curiosidad, de las muchas que atesora esta mole de hormigón: parece ser que uno de los porteros (hay 4 conserjes, uno por cada portería) fue en su día guitarrista en las giras de Raphael.
El edificio no cuenta con ninguna protección, desconocemos si pasará a ser catalogado como Bien de Interés Cultural en los próximos años ni qué deberían hacer entonces algunos vecinos con esas terrazas de los patios interiores que han sido cerradas haciendo honor de esa costumbre patria de ganar más metros cuadrados al salón a costa de quedarse sin espacio al aire libre.
Por cierto que aunque las viviendas son espaciosas y con muchas habitaciones, una de las críticas que se hace es que el diseño exterior de las fachadas no se traduce al interior de las casas, que resultan muy compartimentadas y oscuras. No lo es sin embargo el aparcamiento (de cuatro plantas), que dispone de iluminación y ventilación natural a través de tres lucernarios (la luz al igual que la vegetación fueron una de las preocupaciones de Higueras).
El edificio Princesa ilustra la portada del libro Madrid Brutal y no es para menos: quizás sus vecinos, en el día a día, no aprecien los detalles de vivir en este tipo de construcción tan especial y diferente pero visto desde fuera, este proyecto de Higueras, que emula las ruinas aztecas, bien merece un paseo por sus escaleras. Las oficiales y las de servicio.

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