En un principio se consideró un ajuar funerario, pero las distintas investigaciones han dado otro carácter a estas joyas encontradas en un pueblo de Cáceres.
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tesoro de aliseda
Museo Arqueológico Nacional

Creo, inequívocamente, que cuando se hace una búsqueda en Google sobre la provincia de Cáceres, lo que más escupe el buscador es una serie de catastróficas desdichas relacionadas con el tren a Extremadura. Y como usuaria de dicho tren, lo entiendo, la verdad, porque el tren a esta región española es como los libros de elige tu propia aventura: sabes cuándo subes pero no cuándo vas a llegar ni en qué estado físico y/o, anímico.

Dicho lo cual, retomo la idea inicial: no, no todo en Plasencia (guiño a mi localidad) ni en Cáceres en general son percances ferroviarios, tráfico de drogas o inundaciones, también hay historias bonitas porque la zona es un tesoro. Y de tesoros precisamente va esta historia, de uno en concreto que tiene por nombre el Tesoro de Aliseda.

La historia arranca en 1920, cuando dos lugareños de la localidad cacereña de Aliseda, acompañados de su sobrino, estaban trabajando en el campo, extrayendo tierra para hacer tejas. Se encontraban en un paraje conocido como El Ejido cuando uno de ellos golpeó contra un objeto duro: no tuvieron que excavar mucho para que salieran a la luz más de 350 joyas y objetos vinculados a la cultura tartésica que en un principio se pensó formaban parte del ajuar de una tumba de un hombre y de una mujer. Allí aparecieron, para regocijo de los tres oriundos, anillos, pulseras, diademas, vasos de plata, espejos de bronce… Se dice que rebuscaron y rebuscaron hasta conseguir llenar dos cubos llenos de alhajas que fueron a lavar a un arroyo cercano.

Como no hay tesoro sin leyenda, se trate de un hallazgo en Cáceres o de monedas de oro encontradas en un pecio, se dice que unos años antes de que se encontrase este tesoro, la mujer de un ciudadano portugués soñó hasta en tres ocasiones con un gran tesoro en este municipio, al que su marido fue con intención de encontrarlo pero se marchó con las manos vacías.  

Los que no querían irse de vacío fueron los que lo hallaron: podemos imaginar que en una zona rural en Extremadura, en los años 20, unos paisanos que se dedicaban a hacer tejas no iban precisamente sobrados de dinero con lo cual, se presentaron en Cáceres, para intentar vender parte del botín, pero no lo consiguieron: la gran parte de joyerías que visitaron pensaron que se trataba de joyas robadas. Alguien les acabó denunciando, intervino la policía y el Gobierno acabó incautando el hallazgo que primero fue depositado en el juzgado de Cáceres y de ahí llegó a Madrid en tren, escoltado por la Guardia Civil. Huelga decir que fueron muchos los alisedanos que se dedicaron a excavar con frenesí en zonas de alrededor a la del hallazgo con la esperanza, vana, de hallar más joyas…

La Wikipedia dice que el de Aliseda es un antiguo ajuar funerario, pero las distintas investigaciones que se han ido llevando a cabo dejan entrever que no: en un artículo publicado por Carmen Aranegui, la investigadora afirma que las joyas han dejado de entenderse como funerarias para asociarse a un ritual de fundación de un linaje, según sugieren la presencia de joyas tanto masculinas como femeninas como la orientación de la estructura principal de la “casa-santuario”. Y es que, como dice la autora, el lenguaje arqueológico no es verbal y el significado explícito de las piezas se deduce de su materia, su tecnología, su función….

Los estudios sobre nuestro pasado a menudo han presentado una gran carencia: les faltaba una visión feminista. No solo eso: presentaban un sesgo de género importante que puedes detectar a poco que te pases por un museo arqueológico, fíjate en cuántas figuras masculinas hay representadas y cuántas femeninas y qué suelen hacer unos y otras.

Seguro que te sonará de los libros de texto, como poco, una idea que se ha ido repitiendo a lo largo de los años como un mantra: ellos cazadores y ellas recolectoras, casi como una verdad absoluta. Es así y se acabó. Pero, ¿realmente fue así? Marga Sánchez Romero ha publicado a este respecto una obra interesante y amena a partes iguales: Prehistorias de Mujeres (Destino). En ella nos muestra cómo en el relato que se ha construido, en este caso de las sociedades prehistóricas, las mujeres han ocupado un lugar secundario, realizando unas tareas que no tenían importancia frente a otras que sí (casualmente, las desarrolladas por los hombres). En definitiva, desmonta mitos y nos muestra que las desigualdades entre hombres y mujeres no son biológicas ni naturales, sino culturales: han sido construidas. Si queréis más visión femenina de la historia, no dejéis de echar un ojo a esta web.  

Pero, finalmente, volviendo a nuestro hallazgo en tierras extremeñas, ¿qué pasó con el Tesoro de Aliseda? En el pueblo está el centro de interpretación, donde puede verse una réplica del mismo y además se organizan cursos, talleres y rutas relacionadas con las joyas. El original puede verse en el Museo Arqueológico Nacional así que si tienen ocasión, no lo duden, vayan y disfruten.

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