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El jardín autónomo que rueda en busca de las mejores condiciones ambientales
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¿Te imaginas caminar por la calle aburrido de tu rutina diaria y que pase por delante de tus narices un jardín rodando? ¿Pensarías en ese momento que se trata de una broma de alguna floristería o te asustarías porque las plantas mutantes quieren conquistarnos para vengarse de nuestro desprecio hacia ellas?

Aunque la idea de que un vergel pueda llegar a dar vueltas sobre sí mismo suene extraña, lo cierto es que una jardinera esférica ya ha rodado por las aceras británicas. En realidad, ha sido una ocasión excepcional: se trataba de un proyecto artístico concebido por dos miembros del Interactive Architecture Lab del University College London.

Si creías que los techos verdes que conquistan cada vez más azoteas o los jardines verticales que han invadido las paredes de los edificios eran la mayor innovación en los últimos tiempos para conseguir que los seres vivos que hacen la fotosíntesis se integren en nuestras urbes, a este par de artistas se les ha ocurrido una idea bastante más futurista. ‘Hortum Machina B’ es un peculiar cíborg: mitad planta y mitad máquina.

“Aprovechando la inteligencia colectiva del comportamiento de la planta, el proyecto reEarth explora nuevas formas de interacción biocooperativa entre las personas y la naturaleza en el entorno construido”, han explicado William Victor Camilleri y Danilo Sampaio, los creadores de este singular proyecto. Pese a parecer increíble, estos arquitectos y diseñadores urbanos han conseguido percibir los deseos de las plantas.

El jardín autónomo que rueda en busca de las mejores condiciones ambientales
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Una esfera geodésica que comprende a las plantas

Los diseñadores se han inspirado para crear ‘Hortum Machina B’ en la esfera geodésica ideada por el arquitecto e inventor estadounidense Buckminster Fuller en los años 50. Como ya te contamos, este visionario leyó que en Tokio comenzaban a tener problemas de espacio e ideó una urbe plagada de esferas geodésicas que levitarían en el aire. Sin embargo, nunca consiguió esa meta: sus prototipos de cúpulas geodésicas tan solo se asentaron en la superficie terrestre.

Ahora, estos dos artistas le han rendido homenaje construyendo una suerte de esqueleto de metal esférico cuyo interior contiene doce módulos. Cada uno de ellos alberga una especie diferente de plantas nativas de Reino Unido.

Una serie de dispositivos permiten que la estructura ruede cambiando su centro de gravedad. Sin embargo, lo realmente interesante de su proyecto es el mecanismo que han desarrollado para entender los deseos de las plantas. Si bien carecen de sistema nervioso, estos seres vivos reciben estímulos del entorno que las rodean. Así que estudiando las respuestas electroquímicas de las plantas a esas señales, han intentado transmitir su “primitiva inteligencia” al esqueleto de la obra a través de sensores.

“La percepción electrofisiológica del estado de las plantas individuales controla colectiva y democráticamente la toma de decisión de orientación de la estructura y de su movilidad”, aseguran estos diseñadores. Aunque esta afirmación sea algo exagerada, ya que dudamos que las inmóviles plantas voten si moverse o no, lo cierto es que al final son ellas las que determinan si les gustan las condiciones medioambientales y deciden de cierta forma moverse a una nueva localización.

Como seguro que pensabas, muchos científicos rehúsan hablar de inteligencia vegetal. Sin embargo, las plantas sí hacen uso de sus sistemas hormonales para responder a los ataques de herbívoros. De hecho, incluso segregan sustancias para que los depredadores devoren a los insectos hambrientos.

‘Hortum Machina B’ no es el primer proyecto artístico que intenta humanizar las capacidades sensoriales de seres vivos inmóviles. El año pasado, un artista español creó ‘Bionic Sound Machine’, una instalación artística que estudiaba las respuestas eléctricas del moho mucilaginoso para generar música. Eso sí, la melodía final era bastante chirriante.

Obviamente, los diseñadores del University College London no se decantaron por la música, sino por la arquitectura. De hecho, su objetivo va mucho más allá de crear una obra de arte. A su juicio, la arquitectura es entendida en gran medida como una disciplina estática. “Nosotros como arquitectos sentimos la necesidad de integrar plantas en los edificios hasta el punto donde la gente piense en ellos como sistemas vivos”, defienden.

Sin duda alguna, una forma chocante pero efectiva de concienciarnos de que las plantas también son seres vivos bien puede ser hacer que rueden por la ciudad. Desde luego, ningún humano se queda indiferente si una enorme esfera verde se planta, nunca mejor dicho, enfrente suyo.

Estos artistas no han augurado que todos vayamos a tener un jardín rodante de pequeño tamaño en casa que se dé un garbeo cuando le venga en gana, sino que señalan que se trata de una “ciberjardinera urbana especulativa”. Ahora bien, como ellos mismos argumentan, en un futuro cercano los coches autónomos inundarán las ciudades, los drones repartirán nuestros paquetes y otros robots cohabitarán con nosotros. ¿Acaso nos extrañará tanto en ese porvenir que los jardines rueden?

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1 Comentarios:

P08108744
12 Diciembre 2016, 13:19

El título está mal. Pone "condiciones climatológicas" cuando debería decir "condiciones climáticas".

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