
En algunas ciudades, como por arte de magia, y sin saber cómo han llegado ahí podemos encontrar curiosos ejemplos de casas con estrechisimas fachadas que parecen sacadas de un cuento. Por ejemplo, en Madrid es posible encontrar algunas de ellas junto a la Plaza Mayor o en el popular barrio de Lavapiés, por citar solo algunos ejemplos. Y aunque estas a las que nos referimos tienen en común que se trata de construcciones con una cierta solera, lo cierto es que también existen nuevas construcciones que aprovechan cualquier mínimo espacio para convertirlo en una vivienda confortable, eso sí, aplicando importantes dosis de ingenio.
Un ejemplo reciente lo encontramos en Portugal, gracias al trabajo del estudio Box Arquitetos, con sede en Lisboa, que ha completado una casa estrecha y blanca en el denso centro urbano de Ponta Delgado, con dos volúmenes que se encuentran uno frente al otro a través de un largo jardín, sobre el que asoma una fantástica terraza.
Con un sitio de poco más de cuatro metros de ancho, la firma diseñó Casa Moinho de Vento, una bonita vivienda en la que, por necesidad, ha sido necesario reducir a su mínima expresión los espacios de transición, como los pasillos.
Sin embargo, y a pesar de todo, la vivienda completa un total de 110 m2 que se distribuyen en diferentes plantas. “En un tejido urbano consolidado, en el centro de Ponta Delgada, el abordaje responde a un programa de una casa unifamiliar extremadamente pequeña con dos pisos, donde la planta baja alberga una única área social, mientras que los dos pequeños dormitorios se ubican en el piso superior”, señalan los artífices del proyecto.
La fachada, por su extremada estrechez parece inspirarse en los dibujos que los niños realizan cuando quieren plasmar una casa. Al menos, así lo interpretan en Box Arquitetos, cuando afirman que, con su diseño sencillo, “la fachada da como resultado el imaginario de un cuando dibuja una casa… con solo una puerta y una ventana”.
Toda la planta baja está dedicada a un gran espacio social y cocina que se abre a un jardín central. Así, el proyecto se desarrolla sin la necesidad de transitar o dividir espacios. El jardín, al que se accede por esta planta baja, está revestido con paredes blancas a ambos lados y un banco incorporado a lo largo de uno. Los espacios sociales internos se derraman en un patio pavimentado que rodea una cama plantada. En el extremo opuesto del jardín hay un bloque independiente de una sola planta que alberga un dormitorio adicional en suite.
Dos tragaluces iluminan el dormitorio y el baño del este, mientras que el segundo dormitorio orientado al oeste da a la calle a través de la única ventana en la fachada frontal del edificio. La necesidad de simular una mayor amplitud espacial es solventada gracias a los lucernarios en el techo inclinado, que recibe la luz y la esparce por los espacios interiores, funcionando como un diafragma, aumentando la perspectiva vertical.
Los acabados en todo el interior se han mantenido pálidos para aumentar la sensación de luz en el hogar, incluidas las paredes enlucidas y las puertas y gabinetes de cocina de madera clara. Externamente, la forma blanca nítida refleja la forma característica de los edificios vecinos, con una clara inspiración minimalista.











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