No es un teatro, pero lo parece. No es un templo, pero guarda reliquias. Y no es solo un pabellón de exposición, sino una experiencia arquitectónica que invita a subir, contemplar y reencontrarse.
El pabellón de Francia para la Expo 2025 en Osaka, diseñado por el estudio francés Coldefy junto al italiano Carlo Ratti Associati, promete ser una de las construcciones más comentadas de la feria internacional. Su elemento central es una imponente escalera helicoidal de cobre, la cual se considera como un símbolo de conexión entre personas, culturas y emociones.
Arquitectura de la escenografía y simbolismo
El edificio se levanta sobre un solar en forma de cuña y se presenta como una estructura metálica reutilizable que refuerza su compromiso con la sostenibilidad. Sin embargo, el elemento que más llama la atención es la gran escalera helicoidal central, revestida en cobre y visible desde el exterior, que serpentea como si flotara, ofreciendo acceso a una plataforma de observación.
“La escalera es uno de los elementos más visibles y dinámicos del pabellón”, explica el estudio. “Más allá de su función práctica, la escalera contribuye a la narrativa conceptual del proyecto”. El elemento está inspirado en la leyenda japonesa del Akai Ito, aquella que habla del hilo rojo invisible que une a las personas destinadas a encontrarse, pero también evoca los grandes accesos de los teatros clásicos.
De hecho, las fachadas de tela blanca de 17 metros de alto que enmarcan el edificio recuerdan a los telones escénicos. Para el estudio, esta disposición “se convierte en un escenario en sí mismo, donde el movimiento de las personas anima el pabellón”; es decir, los visitantes no solo observan, sino que actúan. La circulación está diseñada como una coreografía ascendente y descendente que transforma la visita en un recorrido físico y simbólico.
Carlo Ratti lleva esta idea un paso más allá al definir la escalera como un “condensador humano”, un espacio de interacción pensado para propiciar encuentros reales en una época saturada de conexiones digitales. “La importancia de reunirse en un espacio nunca ha sido tan urgente”, afirma. “A diferencia de las plataformas online, los espacios públicos tienen la cualidad única de la inevitabilidad: reúnen y promueven las interacciones entre personas de todos los ámbitos de la vida”.
Exposiciones y pan francés
El pabellón ha sido diseñado bajo dos preceptos, servir como espacio de exhibición y como una pequeña embajada cultural. Cuenta con una panadería francesa, una tienda, una sala VIP y un área de oficinas, todo ello distribuido en torno a la escalera y los espacios expositivos.
Las exposiciones combinan arte, historia y diseño. Destaca ‘Pulsations’, comisariada por la artista Justine Emard junto al estudio GSM Project, una escultura rescatada de Notre-Dame, una sala que explora el universo de Louis Vuitton diseñada por OMA, y una pieza icónica: un bolso Lady Dior reinterpretado por Kazuyo Sejima, cofundadora del estudio SANAA.
Pero quizá la joya más inesperada del pabellón se esconde detrás de los volúmenes cerrados: un jardín secreto presidido por un olivo milenario traído desde Francia. El estanque que lo rodea introduce un ritmo pausado y meditativo que contrasta con el dinamismo del resto del edificio.
Para el estudio, “este espacio refleja el mensaje más amplio del proyecto sobre la interconexión entre las personas, los entornos y otras formas de vida. La arquitectura también es un marco para las relaciones más allá de lo construido”.
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