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finsa Finsa

En un contexto marcado por la urgencia de la descarbonización y la necesidad de ofrecer soluciones habitacionales rápidas y asequibles, la construcción en madera emerge como una alternativa real y estratégica. Una de las empresas que mejor ejemplifica este cambio es Finsa, compañía gallega con más de 90 años de trayectoria en la transformación industrial de la madera. Su historia de innovación y su modelo de gestión forestal vinculada a la edificación permiten analizar cómo la madera empieza a consolidarse como material clave en el sector inmobiliario.

Una trayectoria vinculada a la innovación

El recorrido de Finsa refleja la evolución del uso de la madera en la industria. Desde su origen en 1931 en un aserradero en Portanxil (Ames), la compañía ha protagonizado hitos relevantes: en los años sesenta fue pionera en la fabricación de tablero aglomerado a partir de material reciclado; en los setenta añadió valor estético con el tablero decorativo; en los ochenta impulsó la producción de MDF; y en la década de los noventa diversificó con productos como el suelo laminado. El nuevo milenio consolidó su perfil innovador con la creación de materiales avanzados como Superpan, Finlight o Compacmel Plus. Finalmente, en 2020, inauguró la primera fábrica de CLT en Galicia, una apuesta decidida por la madera estructural y la construcción industrializada.

Hoy, la empresa fabrica y transforma una amplia gama de productos derivados de la madera (desde tableros y superficies decorativas hasta suelos laminados y componentes para muebles) y se erige como un actor relevante en la integración de la economía circular en procesos productivos vinculados al hábitat y la edificación.

La gestión forestal como base

El futuro de la construcción en madera depende en gran medida de la gestión de los bosques. Carlos Iglesias, responsable de la iniciativa VETA, explica que Finsa gestiona actualmente cerca de 4.000 hectáreas en Galicia y Portugal a través de fórmulas diversas: patrimonio propio, convenios con Comunidades de Montes Vecinales y colaboraciones con propietarios privados.

La filosofía es clara: “Lo que produce valor, generalmente no arde”. Iglesias defiende que un monte gestionado, con clareos, podas, desbroces y mantenimiento de accesos, no solo reduce el riesgo de incendios sino que también fomenta la biodiversidad y la resiliencia frente al cambio climático. La regeneración (ya sea mediante plantación o de forma natural) es otro de los pilares del modelo, ya que garantiza la sostenibilidad del recurso y su disponibilidad futura.

En Galicia, donde el 97% de la propiedad forestal es privada y está repartida entre más de 450.000 propietarios individuales y 3.000 comunidades de montes, Finsa apuesta por un modelo compartido en lugar de acumular grandes superficies en propiedad. Esta atomización, aunque complica la gestión, tiene un efecto positivo: miles de familias obtienen ingresos directos de la actividad forestal, contribuyendo al desarrollo rural.

Industrialización y vivienda

Para Emma Romero, responsable de soluciones constructivas, la conexión entre gestión forestal y construcción es evidente: “La madera es un material renovable que, en un ciclo productivo bien gestionado, encarna la economía circular y el concepto de uso en cascada. Los edificios de madera almacenan carbono capturado de la atmósfera, convirtiéndose en sumideros de CO2”.

Los análisis de ciclo de vida demuestran que una estructura de madera puede reducir la huella de carbono incorporado de un edificio entre un 40% y un 75% frente a hormigón y acero. Y al considerar el carbono secuestrado, el balance puede llegar a ser incluso negativo. “La construcción en madera no solo reduce emisiones, sino que también contribuye directamente a la salud y sostenibilidad de los bosques”, añade Romero.

El reto actual pasa por trasladar estas ventajas a un mercado tradicionalmente dominado por el hormigón y el acero. En este sentido, Finsa apuesta por la colaboración temprana en los proyectos: integrarse desde la fase de diseño junto a promotores, arquitectos e ingenierías para adaptar los sistemas constructivos a la industrialización. Iniciativas como Xilonor (CLT con madera local) o Savia (madera maciza) reflejan esta estrategia bajo la marca Pino de Galicia.

La industrialización, además, incide directamente en la problemática del acceso a la vivienda. La prefabricación en entornos controlados, el montaje rápido en obra y la reducción de residuos permiten acortar plazos, asegurar costes y aportar certidumbre presupuestaria. “La industrialización con madera responde de forma simultánea a dos grandes retos: descarbonización y vivienda asequible”, concluye Romero.

El impacto en el territorio

Xosé Mera, responsable de desarrollo forestal en Finsa, enfatiza el papel transformador que una industria como la suya puede tener en territorios despoblados: “Revitaliza la economía local, crea una cadena de valor completa alrededor del bosque y proyecta un modelo de innovación sostenible”.

Mera imagina cómo podrían ser los bosques españoles dentro de dos décadas si se impulsara esta gestión vinculada a la construcción: un mosaico forestal diverso y dinámico, con parcelas en distintos estados de crecimiento, lo que aumentaría la biodiversidad y reduciría el riesgo de incendios. “El paisaje cambiaría de masas uniformes y abandonadas a un ecosistema sano, resiliente y productivo”, sostiene.

No obstante, reconoce las barreras que aún deben superarse para consolidar la construcción en madera en España: la resistencia cultural, los mitos en torno a la durabilidad y resistencia de la madera, la necesidad de formar más profesionales especializados en todas las fases de la cadena de valor y la falta de agilidad administrativa en la aprobación de proyectos.

Un horizonte abierto

El recorrido de Finsa ilustra cómo la combinación de tradición e innovación puede abrir camino a un nuevo paradigma en el sector inmobiliario. En un escenario global donde la sostenibilidad y la reducción de emisiones se han convertido en prioridades estratégicas, la madera se perfila como un material de futuro. Su capacidad de almacenar carbono, su versatilidad en soluciones constructivas y su impacto positivo en la gestión forestal convierten a la construcción en madera en una alternativa cada vez más presente en los debates del sector.

La pregunta ya no es si la madera puede ocupar un lugar central en el inmobiliario español, sino cuándo y cómo se consolidará como material estratégico en la construcción del siglo XXI.

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