El brutalismo ha sido uno de los estilos más controvertidos y fascinantes de la arquitectura moderna desde su nacimiento a mediados del siglo XX por los símbolos que lo caracterizan: honestidad estructural, fuerza y autenticidad material. De hecho, su propia etimología es una declaración de intenciones “hormigón crudo” derivado del francés 'béton brut'.
Y así es, el brutalismo busca mostrar la arquitectura como un juego de masas, de sombras y texturas sin ornamento que dialogan directamente con el entorno. Pero en los últimos años se ha desplazado hacia la integración con el paisaje. En lugar de imponerse sobre la naturaleza, muchos proyectos contemporáneos la abrazan, fundiéndose con ella hasta el punto de volverse casi indistinguibles del terreno. Ese es el caso de Brutal Honesty, una casa de montaña en Mendoza (Argentina).
Emergiendo de la tierra
Terminada en 2024 tras seis años de construcción, la casa Brutal Honesty se levanta al borde de un cañón en Mendoza, ofreciendo 571 m2 de pura tensión entre lo natural y lo construido. Su estructura parece surgir directamente del terreno, con muros inclinados y terrazas en voladizo que desafían la gravedad.
La vivienda, diseñada por el estudio OF Studio, describe la vivienda como una serie de formaciones rocosas abstractas construidas con muros de contención del color de la tierra y que dan forma “dando forma a un paisaje que coexiste con su entorno”.
El propio terreno donde se asienta obligó a la organización interna, dando lugar a tres niveles superpuestos: un sótano excavado en la roca, una planta baja parcialmente empotrada y un nivel superior que se abre hacia el horizonte. Esta disposición escalonada no solo optimiza las vistas de los Andes, sino que también refuerza la sensación de que la casa brota del suelo, en lugar de estar colocada sobre él.
“La estructura parece emerger de la colina, pero afirma una nueva identidad”, explican desde el estudio, definiéndola como una obra de “naturaleza abstracta”. Desde el interior, las vistas panorámicas de 360 grados revelan la inmensidad del paisaje desértico, mientras la materialidad cruda del hormigón conecta a los ocupantes con el poder telúrico del lugar.
Brutalismo cálido
Lejos de la rigidez formal que a veces se asocia al brutalismo, en este proyecto se ha buscado una relación cálida y humana con el entorno. La cocina ocupa el corazón de la vivienda, conectando con amplios espacios comunes que se extienden hacia el exterior en ángulos suaves y curvados. Las terrazas en distintos niveles se abren a áreas de ocio, una sala de juegos para niños y una azotea ajardinada que actúa como mirador natural.
“El proyecto consiste en crear espacios que transmitan sinceridad, conecten a las personas y permitan experimentar el entorno como parte de la vida cotidiana”, afirma el estudio. Los propietarios pedían una vivienda que respetara las vistas y mantuviera la privacidad, y el resultado responde fielmente a esa intención, creando una casa-refugio que ofrece intimidad sin aislarse del paisaje.
El material protagonista es el hormigón visto, elegido por su resonancia con los materiales y constructores locales. Pero se le ha dado unos tonos terrosos que se funden con los de la montaña, reforzando la sensación de continuidad natural. “Esta atención a la materialidad ancla la casa en su lugar, tanto visual como simbólicamente”, señala el equipo.
A nivel ambiental, el proyecto incorpora estrategias pasivas de aislamiento térmico, ventilación cruzada y control solar, reduciendo significativamente la demanda energética, además de la instalación de paneles fotovoltaicos, calentadores solares y un sistema de reutilización de aguas grises.
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