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El fiasco de los economistas: falta un mes para que termine 2017 y España no se hunde
GTRES

En abril de 2016 el economista Juan Ignacio Crespo publicó un libro que llamó la atención por su escandaloso titular: Por qué en 2017 volveremos a entrar en recesión. No solo era escandaloso, sino arriesgado. ¿Y si no acertara?

La editorial Planeta apostó por el libro, que se convirtió en un pequeño éxito de ventas en el país donde los pesimistas y los catastrofistas, ocupan más portadas de periódicos y minutos de televisión. La noticia, publicada por idealista/news, batió un record de visitas pues alcanzó más de 200.000 lecturas en pocos días.

Crespo no estaba solo en su pesimismo, pues otro economista llamado Santiago Niño Becerra, desde su perfil de Twitter, proclamaba el colapso de la economía española debido ciertos signos preocupantes: tendemos al oligopolio económico y la deuda pública ya es insostenible.

Pues bien: queda un mes para que termine el año y todavía no se ha hundido la economía española. Parece más bien lo contrario. Las previsiones incluso se han mejorado. La Comisión Europea afirmó a principios de noviembre que aumentaba del 2,8% al 3,1% su cálculo del crecimiento económico. Es más, de cara a 2018, Bruselas es más optimista que el Gobierno pues habla de un crecimiento del 2,5% mientras que el gobierno lo reduce al 2,1%. Se augura una de las mejores navidades de la historia de España, con el consumo disparado y las tiendas contratando a cientos de miles de personas para satisfacer a los clientes.

Entonces, ¿por qué algunos economistas se empeñan en arruinar la fiesta?

El problema de hacer cualquier tipo de predicción es que nadie puede calcular todas las variables que intervienen en el desarrollo de los hechos. Ni siquiera las personas que se pasan todo el día analizando los mercados, son capaces de acertar siempre.

Los economistas mencionados se lanzaron a la piscina haciendo predicciones muy concretas sobre este año. En concreto, Crespo dijo en su libro que “los servicios de estudios de los grandes bancos mundiales ya están empezando a percibir claros síntomas de la próxima recesión”. Había señales terribles como “los tipos de cambio de las principales divisas, las principales bolsas del mundo, la duración previsible de la recesión y las vías de salida”.

Otros expertos y economistas en otras partes del mundo anunciaban el Armagedón debido a la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca. Y también fallaron. La economía americana sigue creando cientos de miles de puestos de trabajo: el desempleo está al 4,3%, su tasa más baja en 16 años. El precio de las viviendas ha recuperado lo que perdió en 2008. El índice Dow Jones está 4.000 puntos por encima de su nivel cuando Trump llegó a la presidencia.

El diario The Wall Street Journal publicó hace pocos días un artículo titulado “Las predicciones de 2017: patéticamente equivocadas”. Allí criticaba a todos los que predijeron que en 2017 la inestabilidad geopolítica desatada por Trump iba a castigar a la bolsa. Ha sido lo contrario.

¿Por qué los catastrofistas tienen más eco que los optimistas? Porque las noticias y los libros catastrofistas tienden a captar más el interés de los lectores. El ensayista norteamericano Jonathan Gottschald afirma en su libro The storytelling animal, que a los seres humanos nos gustan las historias llenas de problemas, y que por eso las malas noticias triunfan sobre las buenas.

Lo que está claro es que la mitad de los economistas acierta, y la otra mitad se equivoca. Unos dirán que el año 2018 será catastrófico. Otros dirán que será un año magnífico. Dentro de un año sabremos quién tiene razón, y solo entonces señalaremos a los que se equivocaron.

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