Esta semana te mostramos todas esas esculturas a las que Madrid nos tiene tan acostumbrados, su tamaño real y su estilo figurativo hacen que pasen desapercibidas entre la multitud. Casi todas se realizaron en la década de los 90 y a excepción de unas pocas, están creadas por distintos autores. ‘El barrendero’ de la plaza de Jacinto Benavente, ‘Julia’ en la calle del Pez… y algunas otras como ‘El farolero’ o ‘La violetera’, que nos sorprenden por estar situadas en lugares poco concurridos.

Según la leyenda, representa a una joven llamada Julia que en el siglo XIX asistió a la Universidad Central de la calle San Bernardo disfrazada de chico, ya que por aquel entonces sólo se permitía el acceso a los hombres. Hay quien dice que Julia podría ser una representación de Concepción Arenal, de quien es conocido que, en 1840, tuvo que disfrazarse de hombre para poder estudiar derecho. Quizás hubiera sido bonito representarla así, disfrazada de hombre. Sea como fuere, en la placa que hay a su lado, pone simplemente que es un homenaje a la Antigua Universidad de Madrid, sin entrar en más detalles. En 2010 intentaron arrancarla de sus anclajes, en la calle del Pez 42, y tuvo que ser restaurada para volver a su lugar un año después.

Para esta escultura, Félix Hernando usó como modelo a un barrendero de su pueblo (Colmenar Viejo) vestido con el uniforme clásico de los años sesenta. La escultura, constaba de una cajetilla de tabaco, también en bronce, anclada al suelo, pero fue sustraída al poco tiempo de su instalación, dejando la obra incompleta.

En el número 15 de la calle Concepción Jerónima, muy cerca de la plaza de Jacinto Benavente, se encuentra una de las estatuas urbanas más desconocidas de Madrid. Esta escultura homenajea una profesión ya extinta pero frecuente en el Madrid del siglo XIX, cuando el alumbrado de las calles se realizaba mediante farolas de aceite. En un principio, la estatua fue instalada en la plaza del Carmen, siendo trasladada a su actual ubicación en el año 2011.

Perpendicular a la calle Mayor, en la pequeña calle de la Almudena, se encuentra esta estatua que mira las ruinas de la Iglesia de Santa María de la Almudena. La iglesia fue edificada sobre la mezquita de la alcazaba musulmana y, a día de hoy, solamente quedan los restos que afloraron con motivo de las obras de urbanización de la zona. La escultura fue encargada para llamar la atención de los viandantes de la calle mayor, ya que las ruinas se encuentran en una calle muy poco transitada.

Esta escultura se inauguró en la esquina de la calle Alcalá con Gran Vía, lugar en el que se situaban las violeteras antiguamente. En aquel momento no fue del agrado de Joaquín Leguina, quien decía que el monumento estaba inspirado en Celia Gámez, interprete de la canción ‘Ya hemos pasao’, como réplica a la consigna ’No pasaran’. Hubo declaraciones contrarias de Alberto Ruiz-Gallardón y de una forma u otra, se convirtió en una lucha política entre PSOE y PP, siendo finalmente retirada. En 2003, una vez superada la crisis política, se instaló en el Parque de las Vistillas.

Fue un encargo del ayuntamiento de Madrid y se instaló en la plaza de La Paja como parte de la rehabilitación acometida en 1997. En esta ocasión, el autor se utilizó a si mismo como referencia para realizar esta escultura sumamente realista. En el periódico se puede leer el titular ‘Entre todos rehabilitamos Madrid’.

La estatua se sitúa en la calle San Agustín 2, muy cerca de la sede de la ONCE y junto a la plaza de las Cortes. Su autor, es el mismo que realizó la escultura de ‘La violetera’. En esta ocasión, representó al tradicional vendedor de la ONCE de los años sesenta, detalle que se descubre en la ristra de los cupones que vende, fechados en diciembre de 1968. La escultura fue encargada por la ONCE con motivo de su 75 aniversario.

Esta obra se sitúa en uno de los sitios con mejores vistas de la estación de Atocha. Al encontrarse en una estación de tren, en un primer momento se puede pensar que representa a un revisor. Sorprendentemente, está dedicada a la figura del agente comercial.
Su autor era un buen conocedor de la escultura clásica y renacentista, opinaba que los creadores con inquietudes humanistas debían dejar testimonio reflejando con realismo las personas de nuestro entorno.

Frente a la Biblioteca Iván de Vargas, en pleno Madrid antiguo, se encuentra este segundo lector, que al igual que el Lector de la plaza de la Paja es obra de Félix Hernando. Indirectamente, representa a Carlos Cambronero Martínez (1849-1913), cronista e historiador de la Villa. En un principio se instalo en Malasaña, en la plaza de Carlos Cambronero, pero en 2011, al inaugurarse la moderna biblioteca Iván de Vargas fue trasladada a su entrada, donde parece invitar a entrar a los lectores.

Más que pasear parece que esté bailando, sin embargo, el nombre que consta en el Ayuntamiento es Paseante. Su autor, ganó el concurso organizado por la Empresa Municipal de la Vivienda en 1999. El concurso contaba con la participación de la Escuela de Artes Aplicadas y Oficios Artísticos situada en Malasaña, por ese motivo se instaló junto a su puerta, en el número 46 de la calle la Palma, para deleite diario de quienes acuden a la escuela.

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