Córcega, una de las grandes islas mediterráneas, es un refugio de naturaleza. Como ocurre con otros espacios tradicionales, su arquitectura vernácula se integra con el territorio, empleando para ello materiales locales y adecuándose a la orografía del terreno.
Los nuevos edificios buscan esa mímesis entre arquitectura tradicional y paisaje, como la nueva Escuela y Espacio Cultural Edmond Simeoni, situado en el pueblo de Lumio. El estudio francés que ha diseñado el complejo, Amelia Tavella Architectes, lejos de levantar un edificio convencional, ha esculpido un espacio donde el granito, el mar y el saber conviven en armonía.
Aprender desde la tierra
La principal característica de la Escuela Edmond Simeoni es que no fue concebida como un bloque monolítico, sino como una serie de volúmenes rectilíneos que descienden con naturalidad por la ladera. Cada uno de estos módulos, revestidos con bloques de granito rugoso, parece pertenecer al paisaje corso desde siempre.
Según el estudio, “la idea rectora del proyecto era adaptarse a los ritmos, las fortalezas y los bordes irregulares del terreno”. Por tanto, su objetivo era claro: no alterar el espíritu del lugar, sino realzarlo.
El conjunto de 2.300 metros cuadrados alberga una guardería, una escuela primaria y un centro cultural. Todos estos espacios están interconectados mediante caminos de hormigón que respetan el relieve natural. Los tejados verdes se convierten en zonas de juego al aire libre, mientras que las terrazas miran al mar Mediterráneo como una prolongación del horizonte.
“El diseño permite el movimiento entre los niveles, donde el techo de un edificio se convierte en el patio de recreo del que está encima”, explican en el estudio. Esta disposición no solo responde a la topografía del terreno, sino que evoca una pedagogía activa donde el conocimiento se entrelaza con la experiencia física.
El acceso se realiza por debajo de una marquesina de hormigón perforada por un árbol, a modo de bienvenida, que desemboca en un gran patio central. Más arriba, las aulas de primaria se orientan hacia un jardín enmarcado por escalones curvos de hormigón, diseñados en colaboración con la artista Pauline Guerrier. Los escalones parece que se introduzcan en las aulas, ya que estas cuentan con enormes muros cortina que borran la línea entre dentro y fuera.
Piedra, escuela y cultura
Uno de los aspectos más notables del proyecto es su uso coherente de materiales locales, en especial el granito rugoso que recubre todas las fachadas. Este recurso representa una conexión directa con la tierra corsa. Según el estudio, “no es solo un elemento funcional, sino también filosófico, que evoca las escuelas antiguas donde el conocimiento estaba vinculado al movimiento”.
La escuela se ha concebido no solo como un espacio de aprendizaje, sino también de cultura. El centro cultural se ubica debajo del patio infantil y dispone de salas polivalentes con grandes ventanales hacia un patio inferior. Esta ubicación estratégica lo convierte en el corazón comunitario del edificio, accesible para el pueblo de Lumio.
En términos funcionales, el complejo está pensado con atención a la privacidad y la sostenibilidad. El aparcamiento se oculta tras el volumen superior, lejos de la vista. Las paredes de piedra lisas protegen del ruido de las carreteras laterales. Además, las terrazas verdes, los recorridos naturales y el aprovechamiento de la luz solar refuerzan una visión ecológica e integradora.
Esta escuela no impone su presencia; se mimetiza, se camufla y se adapta. Es una arquitectura que respira con el paisaje, lo que, según palabras del estudio, “se trata de crear un espacio para el aprendizaje y la cultura sin alterar la integridad del terreno”. Y lo ha conseguido. Casa, piedra y escuela: una sola cosa.
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