Frente a la costa de Normandía (Francia), una de las regiones más importantes durante la II Guerra Mundial por su famoso e importante desembarco, se encuentra el Monte Saint-Michel, una pequeña isla que parece sacada de un cuento de hadas y a la que no se puede acceder cuando sube la marea.
El islote rocoso acoge una impresionante abadía religiosa que fue bautizada con el mismo nombre que el monte en el que se encuentra, el cual ha sido declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Fue fundado en el siglo VIII por el obispo de Avranches, que aseguró que en ese mismo lugar se le apareció el arcángel Miguel en hasta tres ocasiones, quien le incitó a construir esta increíble abadía.
El Monte combina la historia medieval, la arquitectura gótica y la belleza natural en un escenario de ensueño. Además, su acceso ha mejorado notablemente gracias a la pasarela peatonal que lo une con tierra firme, aunque se puede acceder andando cuando la marea está baja.
Entre las actividades más recomendadas se encuentran recorrer el pintoresco pueblo, degustar su famosa tortilla de La Mère Poulard y asistir a espectáculos de luz en la abadía al caer la noche. Para quienes buscan ideas de viaje a Francia o planifican una escapada romántica o cultural, el Monte Saint-Michel es sin duda la elección perfecta.
Asimismo, hace una década, este extraordinario lugar se sometió a una profunda remodelación que aparte de la pasarela, adaptó la zona al paso de los turistas, pero sin alterar su antiguo diseño, formando así una atmósfera mágica y un impresionante entorno natural que se ha consolidado como destino imprescindible, no solo en Francia, sino en toda Europa.
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