Asturias, tierra de verdes montañas y valles profundos, esconde entre su naturaleza un patrimonio singular y enigmático: sus más de 800 aldeas abandonadas. Estos enclaves, que no han resistido al paso del tiempo, despiertan la curiosidad de viajeros por sus historias de éxodo rural y transformación social. Descubre algunos de los pueblos abandonados en Asturias que debes conocer y visitar.
Perlora
Una de las aldeas abandonadas en Asturias más curiosas es Perlora, concebida a mediados del siglo XX como un complejo vacacional fruto de una ambiciosa iniciativa social. En sus mejores momentos, entre los años 60 y 80, ofrecía chalets, campos de juegos, y zonas comunes acogían a miles de veraneantes.
Tras décadas de esplendor, cerró sus puertas en 2006 y hoy permanece como un escenario casi congelado en la costa entre Gijón y Luanco, en el concejo de Carreño. Pese a su clausura, conserva un extraño atractivo nostálgico con sus avenidas, el parque infantil, los chalet-hórreos y la presencia de la iglesia.
A Paicega
A Paicega es un pequeño núcleo con una historia estrechamente vinculada a la gran obra de ingeniería que supuso la construcción de la presa de Salime, en el río Navia. Nacida en pleno siglo XX, fue creada para dar alojamiento a los obreros y sus familias durante los años de faena.
Antiguamente, un teleférico conectaba A Paicega con El Espín, facilitando el transporte de personas y materiales a una zona de difícil comunicación. Hoy, hay dos formas de llegar: siguiendo en coche una pista desde la aldea de Sanzo, o bien aventurarse caminando desde Pesoz, atravesando un bosque de robles.
San Adriano del Monte
Otro de los lugares abandonados en Asturias es San Adriano del Monte, encaramado en la ladera del monte Buey Muerto y junto al río Menéndez desde una altitud que alcanza los 655 metros. Llegó a contar con 35 viviendas, de las cuales solo la iglesia, el cementerio y algunos muros dispersos sobreviven.
En sus años de esplendor, la vida en San Adriano del Monte giraba en torno a la agricultura, la ganadería y los recursos que ofrecía su entorno. Los vecinos gestionaban cuatro molinos que molían cereales como maíz, escanda y mijo para abastecerse de pan, y aprovechaban los pastos del monte para criar ganado.
Curriellos
Curriellos se emplaza sobre una ladera boscosa, muy cerca de la confluencia del río Bárcena con el río Besapié. El núcleo del pueblo lo forman cuatro construcciones típicas de la región, donde destacan casas con corredores de madera y paneras.
Resulta singular atravesar el río Besapié, pues hay que pasar sobre un estrecho tronco de madera colocado a modo de puente. La vida en Curriellos giraba en torno a los recursos naturales. En los meses más fríos, la leña de roble era esencial para calentar los hogares y la energía provenía de un molino hidráulico.
Os Teixóis
Enclavado en el concejo de Taramundi, este pequeño conjunto fue restaurado para preservar su valioso legado preindustrial. Actualmente, funciona como un museo etnográfico al aire libre, donde cada edificio y cada ingenio hidráulico muestran cómo se vivía y trabajaba en la Asturias rural del siglo XVIII.
Declarado Bien de Interés Cultural, se accede únicamente con visita guiada, permitiendo al visitante descubrir casonas, hórreos y cabazos. El enclave mantiene viva la memoria del aprovechamiento hidráulico, con molinos, mazos, un batán y una central de luz que aún hoy funcionan.
As Veigas
También en el concejo de Taramundi, a tan solo siete kilómetros de la villa principal y en el límite con la provincia gallega de Lugo, este pequeño pueblo abandonado en Asturias se asienta a unos 400 metros de altitud, en el corazón del valle de Saliencia, y forma parte de la franja occidental asturiana donde el eonaviego, una variedad lingüística local, mantiene aún su sonoridad.
El acceso al lugar se realiza por una carretera de montaña que nos permite divisar, desde lo alto, la estampa de sus casas de piedra. Una vez dentro, destaca la iglesia de Santa María de las Nieves (siglo XVII), el corazón del pueblo.
Sabadía
Muy cerca de Santo Adriano se encuentra Sabadía, otro de los sitios abandonados de Asturias. Se trata de una diminuta aldea compuesta apenas por cinco viviendas y habitada por dos personas que se dedican al turismo rural. Además, está situado a 232 metros de altitud.
Uno de sus atractivos es una enigmática ermita localizada en un frondoso bosque. La edificación, rodeada de un antiguo pozo y restos de una huerta, muestra señales de haber sido modificada con el paso del tiempo: destaca su claustro de capiteles repetidos y un piso superior añadido posteriormente.
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Brañaivente
Ubicada en el concejo de Salas, esta aldea llegó a tener una treintena de familias, colegio y actividad ganadera y agrícola. Sus antiguas viviendas, ahora en ruinas y cubiertas por la vegetación, son testigos de un pasado donde el trabajo con el ganado marcaba el ritmo diario.
La ausencia de carreteras practicables, electricidad y agua dificultó la vida en la aldea, lo que causó el abandono. Actualmente, llegar a Brañaivente requiere recorrer a pie senderos que poco a poco han sido reclamados por la naturaleza.
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