
En los días previos a Todos los Santos, no digamos ya en la misma jornada, los accesos al cementerio de La Almudena sufren atascos de todos aquellos que quieren ir a visitar a sus muertos: ese día ven las tumbas, las limpian, dejan flores y el cementerio pierde su habitual tranquilidad. El ajetreo también se nota en las semanas previas a esta festividad, cuando los amantes de lo oscuro y de Halloween se acercan a algunas zonas, como por ejemplo la de pandemias, y se dedican a encender velas, a pintar tumbas o directamente, a expoliarlas aunque no haya nada de valor en ellas. Salvo en esas fechas, este camposanto, el más grande de España, rezuma tranquilidad, no en vano hay gente que va a pasear por allí, lleva a su bebé en el carrito para que se quede dormido con el traqueteo de la gravilla del suelo e incluso, los hay que van a leer.


No es de extrañar porque entre muertos no se oye más ruido que el de los pájaros y el bailar de las ramas de los cipreses con el viento. Lo más que puede perturbarle, quizás, sea el ruido de una de las dos líneas de autobuses que recorren las avenidas principales de este camposanto, uno de los más extensos de Europa.
No estamos acostumbrados en España a pasear por cementerios aunque cada vez sea algo más frecuente con el denominado “necroturismo”. Es cierto que el de La Almudena no tiene tanta vegetación como pueda tener el francés Père-Lachaise, ya que se trata de un cementerio más monumental, “Inspirado en el de Viena o de Milán”, comenta Alba Casado, guía de la visita Arquitectura, arte y paisaje, una de las rutas guiadas que ofrece el Ayuntamiento.


Más “habitantes” que en Madrid capital
Aunque en la actualidad se le conoce como Cementerio de la Almudena, en su día fue Cementerio del Este y se empezó a construir en 1877 en unos terrenos pertenecientes al barrio de Vicálvaro. Se estableció un concurso que ganaron los arquitectos Fernando Arbós y Tremanti y José Urioste y Velada: el proyecto inicial, cuyo lema fue “Donde se sotierran los muertos y se tornan sus huesos en cenizas”, tenía en cuenta la especial orografía del terreno, lo que permitió crear una estructura en cinco alturas en la que entraban más cuerpos que si se hubiese hecho en una única. La capacidad inicial, según Wikipedia, era de algo más de 62.000 sepulturas, admitiendo 7.000 enterramientos al año. Se han hecho a lo largo de los años varias ampliaciones: “García Nava, el arquitecto que continuó con el trabajo de los arquitectos iniciales, decidió ampliarlo y pensaba que iba a dar de sobra hasta el año 2.000. En 1950 se hizo una ampliación porque ya no cabían más cuerpos. Y en 1970, otra. De hecho, ahora se está ampliando de nuevo”, comenta Casado. El cementerio tiene en la actualidad 5 millones de “habitantes”, más que los que tiene la ciudad, donde hay algo más de tres millones de personas residiendo.

En 1905 se hizo cargo del proyecto, como hemos dicho, el arquitecto García Nava, que fue el encargado de dar al complejo la apariencia que conocemos. Aunque las obras arrancaron en 1877 el cementerio no se inauguraría hasta 1925 pero hubo entierros antes de esta fecha: en concreto, el primer enterramiento tuvo lugar en 1884. En esa época hubo una gran epidemia de cólera en la que murieron más de mil personas en menos de cinco días (se pensaba que la enfermedad no iba a llegar hasta la capital, ¿les suena esto de pensar que no nos va a llegar una epidemia, ¿verdad?), por lo que se habilitó un cementerio provisional conocido como “de epidemias”. Hoy sigue llamándose así (se encuentra justo enfrente a la entrada del Cementerio Civil, en la parte este del camposanto) y es una de las zonas más antiguas, con socavones, basura que se acumula por doquier e incluso, tumbas abiertas en las que pueden verse huesos. Allí también vive una numerosa colonia de gatos, controlados por veterinarios, que han hecho de este lugar su particular dominio.
¿Por qué el Cementerio Civil está separado del de La Almudena por lo que antiguamente era la carretera a Vicálvaro? Porque en un principio se enterraban allí a los suicidas y a los que no pertenecían al rito católico. “A partir de la Constitución de 1978 esto dejará de ser así”, confirma Casado. El primer enterramiento de la parte civil fue el de una mujer, Maravillas Leal, en 1884. El primero en la parte religiosa fue el de un niño, Pedro Regalado.
El Civil, mucho más modesto en tamaño, es, sin embargo, harto interesante en lo que a historia se refiere: aparte de tumbas de protestantes o algunas con simbología masona, allí pueden verse las tumbas de tres de los cuatro presidentes de la Primera República. También, el increíble panteón del fundador del Partido Socialista, Pablo Iglesias, la tumba de La Pasionaria, la de Marcos Ana y las de diversos miembros de la Institución Libre de Enseñanza.



Dentro del Civil además, hay un pequeño cementerio hebreo, construido en 1922, año en el que Alfonso XIII permitió a los judíos españoles enterrar a sus muertos siguiendo el rito hebreo. Se rompe aquí sin embargo, la norma judía de enterrar a los muertos directamente en la tierra (aquí están en ataúdes) pero en esta apenas hectárea de terreno (para hacerse una idea el de La Almudena ocupa 120) cumple el resto de requisitos requeridos por los judíos: inscripciones en hebreo, estrella de David y ausencia de flores en las tumbas. En su lugar, piedras, porque a diferencia de las flores no se marchitan, resisten al tiempo y dejan constancia de las visitas de la tumba.

Arquitectura llena de simbología
Pero volvamos a La Almudena y arranquemos justo en la entrada, un acceso monumental formado por 21 arcos, cargado de simbología. Por ejemplo, vemos en los capiteles círculos (muy parecidos a los de los Juegos Olímpicos) que tienen que ver con “El principio y el fin, es la planta de la siempreviva de hecho muchas veces las coronas funerarias, también circulares, están hechas con esta planta”, aclara Casado. También hay un Cristo que nos recibe con las manos en alto, “indicando el camino” y llaman la atención, bajo los arcos, las esculturas de unos animales. “Se trata de búhos, símbolo de la noche, de la vigilancia, para que no se escape nadie de noche y se vaya al mundo de los vivos. También podemos ver encima de las verjas una planta, la adormidera: una forma dulce de decir que, a partir de aquí, estarás en el sueño eterno”, comenta la guía.



En la arquitectura, de estilo modernista e inspirada en las formas de la naturaleza, también hay guiños a Egipto: de hecho, ya en el otro lado del acceso principal, hay una evocación del juicio de Osiris quien pesaba el corazón de los difuntos en una balanza: si pesaba menos que la pluma, volví a introducirlo en el cuerpo. Si pesaba más, se lo daba a las bestias. Esto está representado en La Almudena con un Cristo con una báscula.
Justo en la entrada, hacia la derecha hay un jardín dedicado a las cenizas en el que pueden verse numerosas flores en el césped: se trata del Jardín del Recuerdo. Allí se pueden lanzar las cenizas del ser querido, pagando una pequeña cuota, y se puede dejar inscrito su nombre en una placa en los monolitos adyacentes. Si quieren que se les ponga la piel de gallina, echen un vistazo a las fechas de los fallecimientos de dichas placas y no tardarán en revivir los terribles meses de la pandemia del Covid. Por cierto, aunque hay muchos personajes ilustres y famosos enterrados en este cementerio, no busquen la tumba de El Fary porque no hay: fue incinerado y sus cenizas fueron a parar a este pequeño jardín.



Desde la entrada principal puede verse una hermosa capilla y es aquí donde nos cuentan la primera leyenda: el ángel de la cúpula, Fausto, tiene una trompeta en las piernas y se dice que antes la tenía en la boca. Supuestamente cuando suene la trompeta y todos la oigan significará que se acerca el Apocalipsis: “Al parecer, como la tenía en la boca cuando soplaba el viento se oía y la gente se moría de miedo porque pensaban que se acercaba el juicio final, así que lo modificaron y se la colocaron en las piernas”, comenta Casado quien también añade no ha encontrado documentación alguna que acredite ese cambio. En la cúpula también pueden apreciarse de nuevo los búhos y los canalones tienen forma de murciélagos aunque se dice que también puede tratarse de otro animal mitológico: “Dragonas, porque debajo de la cabeza tienen pecho”. Hay también un reloj, que no funciona y cuya utilidad es simbólica: indicar que el tiempo pasa para todos… En la capilla se ofician misas cada día a las diez de la mañana, lo que permite disfrutar de las vidrieras interiores, obra de la exquisita Casa Maumejean, también autores de las vidrieras del hotel Palace y de las del Casino.



300 tumbas protegidas
Del buen estado de la tumba se deben encargar los dueños, no compete ni al Cementerio ni al Ayuntamiento. De hecho, muchas de las que pueden verse están en mal estado, algunos panteones han sido objeto de expolio y están medio derruidos incluso algunos de los que fueron creados por el arquitecto del camposanto, García Nava, como el de la familia Zorrilla Alaber o el de Martínez Lahera. “Hay 300 tumbas protegidas. Eso significa que aunque termine la concesión y los cuerpos se saquen, esas tumbas no se pueden tocar”, explica Casado. Los enterramientos anteriores a 2016 tienen una concesión de 99 años (es decir, hay que esperar ese plazo para sacar los restos). A partir de ese año, las concesiones son por diez años, por 75.. en función de lo que se quiera pagar.
¿Qué pasa con los huesos que se sacan de las tumbas? Esto es algo que sucede mucho en las más antiguas cuya concesión ha terminado: “Se llama a la familia y si no quieren los restos, van a una fosa común”, aclara la guía.



El paseo de los panteones
Uno puede elegir ser incinerado. O ser enterrado en tumba (bajo tierra), en nicho, que están en los denominados columbarios.. Si es una persona con posibles, lo suyo es un mausoleo (suele ser para una sola persona) o un panteón (para la familia). Además, el panteón suele tener capilla y nadie duda, viendo algunos de los que hay, que las familias allí enterradas tuvieron mucho dinero en vida…
Hay una zona que alberga los panteones más espectaculares: el panteón más grande del camposanto es el de los Vizcondes de Llanteno y quizás este nombre no le diga nada pero si relatamos su historia identificará enseguida de qué personaje estamos hablando: “Un acaudalado señor se enamoró de una hermosa joven que resultó ser la hija de la cigarrera. Obviamente, los padres de él prohíben esa relación y le envían a Londres esperando que ese amor se diluya en el tiempo. Pero a su vuelta, José sigue enamorado de Raimunda”, explica Alba Casado. Y es que el impedimento no era tanto que ella fuese pobre sino que el padre de él había tenido una relación con la cigarrera con lo cual, los enamorados eran hermanos. Aún así, solicitaron una bula papal para vivir juntos y se la concedieron con la condición de no mantener relaciones íntimas… Condición que, por supuesto, no cumplieron y así nacería Raimundita, que dicen fue ahogada al nacer y emparedada en las paredes del palacio de Linares, el otro título nobiliario del que disponía la familia y cuyo edificio es harto conocido en Madrid por ser habitado por el fantasma de Raimunda…. Dicho fantasma, de existir, está en el centro de Madrid y no en el panteón de sus padres que, como decimos, es uno de los más espectaculares del camposanto.

En esta misma localización pueden verse otros panteones espectaculares, como el de los Martínez Lahera que comentábamos más arriba o uno realizado en granito negro donde están enterrados los que fueran dueños del edificio Windsor. No queremos encontrar ningún paralelismo entre el negro de la carcasa de dicho edificio tras el incendio y el color del panteón porque eso formaría parte de las leyendas.. Y para leyendas, lo mejor, sin duda alguna, es dejarse caer por el cementerio, no necesariamente cuando haya más gente, y pasear sin rumbo por sus avenidas y calles, acompañado únicamente por el ruido de las ramas de los cipreses, el árbol más habitual en La Almudena aunque por haber, hay hasta frutales.


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