Es una fachada anodina, de un anodino edificio de una calle cualquiera no muy lejos del centro de Madrid. Desde fuera intentamos percibir algún elemento distintivo que nos indique lo que hay detrás de esas paredes pero no encontramos nada: una puerta normal, un distintivo de empresa de alarmas, ventanas convencionales… Y sin embargo, dentro de este inmueble que antes fue nave donde incluso se celebraron bodas, se nos abre un túnel del tiempo, un viaje al pasado: basta franquear la puerta para cambiar de siglo.

Hemos visitado la única casa victoriana que existe en Madrid. No es que haya llegado así a nuestros días, ya nos gustaría, si no que su dueño, que prefiere no aparecer en este reportaje, ha levantado esta casa como si estuviese viviendo en 1890.. por ejemplo.
Se considera arquitectura victoriana una serie de estilos arquitectónicos que florecieron en el imperio británico desde mediados a finales del siglo XIX y que presentaban reminiscencias de estilos anteriores, en particular, de la arquitectura gótica inglesa. La expresión victoriana se refiere al reinado de la reina Victoria, conocido como era victoriana.

Y aquí nos hallamos, trasladados a ese siglo, frente a unas escaleras de madera de época, con unos frescos de ángeles en el techo de la entrada que parecen saludarnos.. Nos saludan o buscan protegernos, según gustos y sensibilidades, porque cosas raras en esta casa, han pasado unas cuantas…
El dueño compró esta nave de 400 metros cuadrados para recrear este tipo de mansiones sin más intención que poder venir cuando quisiera: “Me gusta, es mi refugio, me pongo a leer y escapo del mundanal ruido”, dice. Confirmamos que el silencio es absoluto en su interior y eso a pesar de estar al lado de una bulliciosa avenida. También notamos calor de hogar, como si la calefacción o la chimenea estuvieran encendidas y sin embargo, no lo están. Sera ésta una de las particularidades de esta singular vivienda (4 habitaciones, baño, cocina, salón, biblioteca…) pero sin duda, no es la más inquietante.

Decíamos que aquí habían pasado cosas, sobre todo, durante las obras de rehabilitación del espacio: uno de los obreros acabó dejando el trabajo porque oía repetidamente un llanto infantil procedente de la habitación de la niña. Otro no dejaba de repetir que escuchaba peleas de caballos (en uno de los descansillos de la casa hay dos caballos de madera policromada).
El fantasma de la señora de la bata
Pero sin duda uno de los hechos más escalofriantes es el testimonio de otro de los operarios que una vez se quedó solo en la obra y cuando el dueño le reclamó las llaves de la vivienda le dijo que se las había dejado a la señora de la bata. “Yo conozco a este señor desde hace tiempo, es un señor mayor que ha trabajado muchas veces para mí. Cuando le pedí las llaves me dijo que se las había dado a la señora. Le pregunté que qué señora, si no había nadie más. Y me dijo que “la señora de la bata, una señora mayor con una bata antigua y que iba encendiendo velas”. Que pensaba que era la señora que limpiaba y que la había visto varias veces. El caso es que yo le comenté que si había perdido las llaves que me lo dijese, que no pasaba nada. Pero no le saqué de ahí, que no, que no, que se las había dado a la señora”, cuenta el dueño.

Otros operarios se han quejado de sentir presencias e incluso, han notado olores, de incienso por ejemplo, que guarda relación con dos arcángeles de piedra que llegaron a la casa de una forma particular: “Soy coleccionista, siempre ando detrás de objetos. En la prensa regional extremeña vi un anuncio de alguien que quería deshacerse de dos arcángeles. Contacté y quedamos un día. La dueña se presentó con los dos arcángeles de piedra, me sorprendió porque no habíamos ni acordado el precio. Me preguntó para qué los quería, porque no quería que cayesen en manos de alguien que los fuera a revender. Le dije que mi intención era ponerlos en esta casa y ella me contó su historia: eran dos arcángeles de incienso, que suelen estar vinculados a alguna efeméride, en este caso velaban las tumbas de dos niños. Y que bajo ningún concepto se podían separar, que tenían que estar juntos, porque su hermano, al morir sus padres, se llevó con la herencia uno de ellos y regresó al tiempo para devolverlo, al parecer, con la vida destrozada. Me los regaló: ni siquiera quiso cobrar por ellos, la única condición era que estuviesen juntos. Y ahí los tengo: hay gente que me dice que sí ha olido incienso pero a mí no me ha pasado. Pero yo soy un descreído”, comenta el propietario.

La casa está repleta de objetos que ha ido comprando y de otros que le dan: “Cosas que tienen valor para ellos pero que no quieren que acaben en manos de especuladores. U objetos que simplemente no quedan bien con la decoración de sus casas”, añade. El papel de las paredes es de Damasco, el que se utilizaba en este tipo de casas; en la biblioteca habrá unos mil libros, algunos del naturalista francés Bouffon; los interruptores, de porcelana, van perfectamente; radiadores de hierro en perfecto funcionamiento también porque todo funciona, podrías mudarte a esta vivienda si te apetece.. Y si tienes el valor suficiente para dormir aquí, claro está: “¿Has pasado alguna noche aquí?” preguntamos al dueño. “No, aún no, pero quiero hacerlo”, responde mientras nos muestra la habitación de la niña con una cama repleta de inquietantes muñecas de porcelana y frente al tocador, una réplica a tamaño natural de la niña del Exorcista. Mal rollo.
Momias, kit antivampiros y muñecas vudú
En la habitación del niño, un muñeco bebé realista, la cara ensangrentada, reposa en la cuna. La habitación del fondo, la de matrimonio, es la que guarda el secreto más inquietante de toda la casa: el gabinete de curiosidades. Disimulado tras una puerta vislumbramos un pequeño espacio abigarrado de objetos: kit antivampiros con su pistola y sus balas de plata; una momia; máscaras mortuorias, taxidermias, un mapa antiguo de Transilvania, una mano disecada, un punzón con sangre coagulada…
“Las casas victorianas solían tener todas un gabinete de curiosidades, también llamados cuartos de maravillas o cápsulas del tiempo. En esa época recogían ahí todo tipo de objetos imposibles que se traían de sitios ignotos: experimentos que se hacían en esa época con la farmacopea del momento, cualquier tipo de taxidermia porque todo se cazaba, no había regulación, animales con malformaciones… cosas que no se podían clasificar. E iban haciendo esos pequeños museos personales. Fueron los precursores de los museos de historia natural, de botánica y zoología”, detalla.

Y aquí, ¿ha pasado algo raro? Por supuesto, y en este caso el propietario fue testigo: “Esas dos muñecas de esa estantería son muñecas vudú, cuando me las vendieron me dijeron que no podían separarse. Bueno, no me di cuenta y las separé. A los pocos días volví por aquí y me encontré el cuarto y los objetos llenos de moho, con filamentos enormes, telarañas por doquier. No me atreví a tocar nada, las volví a juntar y a los cuatro o cinco días todo volvió a su ser. No ha vuelto a pasar”.
Nosotros, por si acaso, no tocamos nada en este pequeño cuarto museo de los horrores. No vaya a ser…
Sigue toda la información inmobiliaria y los informes más novedosos en nuestra newsletter diaria y semanal. También puedes seguir el mercado inmobiliario de lujo con nuestro boletín mensual de lujo.
Para poder comentar debes Acceder con tu cuenta