La sareb ha emitido deuda por un importe de 14.086 millones de euros. Esta deuda será adquirida por las entidades del grupo 2 (bmn, liberbank, caja3 y ceiss) como contrapartida a los activos que las entidades financieras traspasarán al banco malo mañAna
La deuda de esta emisión es senior, que es la más segura porque es la que primero se cobra en caso de que una sociedad quiebre. Además, la entidad que preside Belén romana ha completado la segunda emisión de deuda subordinada a la que se han sumado cuatro nuevos inversores, las aseguradoras Generali, Reale, Zurich y Santa Lucía
Según informó sareb en una nota, la aportación total del conjunto de los inversores se sitúa en 4.800 millones de euros, que se distribuyen en un 25% de capital y un 75% de deuda subordinada. La deuda subordinada presenta más riesgo porque en caso de situación concursal, este activo estará situado a efectos de prelación de créditos tras todos los acreedores privilegiados y los comunes
9 Comentarios:
"El banco malo no pospone nada, salvo la quiebra bancaria inminente"
Bruselas nos concede dos años más para alcanzar un déficit del 3%, tal como se viene rumoreando, ya nos vamos al 110% del PIB para 2016; y si a esa cifra le añadimos la recapitalización pública de la banca, no es ni mucho menos descabellado pensar que nos iremos al 120% (excluyendo, insisto, los pasivos que de momento no pagan intereses y la ejecución de los cienmilmillonarios avales concedidos por el Tesoro, pues en tal caso probablemente terminemos superando el 150%).
Llegar a una deuda pública sobre el PIB del 120% no es, ni mucho menos, catastrofismo hecho letra; es simplemente sumar dos más dos dentro del cuadro macroeconómico, bastante optimista, que ha pergeñado Bruselas. Es, también, una condena a muerte para la economía española, pues a un tipo de interés medio del 4,5%, tendríamos que pagar unos intereses anuales que se comerían más que toda la recaudación del IVA o el 80% de los ingresos fiscales por IRPF. Es evidente que, llegado ese momento –y, de nuevo, bajo la muy optimista hipótesis de que ya hayamos conseguido cuadrar el déficit–, España sólo tendría dos opciones ante sí: o consolidarse como un país de impuestos sangrantes y asfixiantes durante décadas, o declarar un default a quienes ahora nos están prestando su dinero para evitar recortes verdaderamente intensos del gasto público.
Esperando un milagro
Sólo existen dos formas de evitar un fatídico destino que apenas se halla a tres años vista: o el Gobierno afronta un recorte del gasto público de envergadura (de, al menos, 135.000 millones de euros anuales , una alternativa liberal para salir de la crisis) o, de repente y de manera casi milagrosa, la economía española comienza a crecer con intensidad y la recaudación tributaria regresa a niveles de 2007 (los niveles de burbuja ??). Uno esperaría que un gobierno responsable, serio y previsor no confiara los avatares del país a la Virgen de Lourdes, sino que, por el contrario, adoptara desde ya mismo las medidas imprescindibles para protegernos, no ya del peor de los escenarios concebibles, sino del que, ahora mismo, es el devenir más probable de los acontecimientos.
Pero España no tiene un gobierno responsable, sino uno de pandereta obsesionado con preservar los privilegios y el poder de la casta.
Y todas las contundentes y radicales medidas de ajuste presupuestario se fiaron a desplumar tributariamente a los españoles, resultaba claro que sin un aumento muy considerable de la recaudación fruto de una providente recuperación, España embarrancaría en un impagable sobreendeudamiento. Rajoy y su equipo hacendístico optaron de antemano por la bancarrota antes que por el adelgazamiento del sector público politico.
Las indignadas mareas antirrecortes se van convirtiendo en parte de nuestro paisaje político y la calle cada vez apuesta más por un default a la Argentina y por una bolivarización de nuestras instituciones.
( Y qué podemos hacer para 'convencer' al Gobierno de que elimine las estructuras políticas que nadie ha pedido salvo ellos y que nos sepultan en la miseria? Yo sólo veo un camino: ostias en la calle. )
"El banco malo no pospone nada, salvo la quiebra bancaria inminente"
Bruselas nos concede dos años más para alcanzar un déficit del 3%, tal como se viene rumoreando, ya nos vamos al 110% del PIB para 2016; y si a esa cifra le añadimos la recapitalización pública de la banca, no es ni mucho menos descabellado pensar que nos iremos al 120% (excluyendo, insisto, los pasivos que de momento no pagan intereses y la ejecución de los cienmilmillonarios avales concedidos por el Tesoro, pues en tal caso probablemente terminemos superando el 150%).
Llegar a una deuda pública sobre el PIB del 120% no es, ni mucho menos, catastrofismo hecho letra; es simplemente sumar dos más dos dentro del cuadro macroeconómico, bastante optimista, que ha pergeñado Bruselas. Es, también, una condena a muerte para la economía española, pues a un tipo de interés medio del 4,5%, tendríamos que pagar unos intereses anuales que se comerían más que toda la recaudación del IVA o el 80% de los ingresos fiscales por IRPF. Es evidente que, llegado ese momento –y, de nuevo, bajo la muy optimista hipótesis de que ya hayamos conseguido cuadrar el déficit–, España sólo tendría dos opciones ante sí: o consolidarse como un país de impuestos sangrantes y asfixiantes durante décadas, o declarar un default a quienes ahora nos están prestando su dinero para evitar recortes verdaderamente intensos del gasto público.
Esperando un milagro
Sólo existen dos formas de evitar un fatídico destino que apenas se halla a tres años vista: o el Gobierno afronta un recorte del gasto público de envergadura (de, al menos, 135.000 millones de euros anuales , una alternativa liberal para salir de la crisis) o, de repente y de manera casi milagrosa, la economía española comienza a crecer con intensidad y la recaudación tributaria regresa a niveles de 2007 (los niveles de burbuja ??). Uno esperaría que un gobierno responsable, serio y previsor no confiara los avatares del país a la Virgen de Lourdes, sino que, por el contrario, adoptara desde ya mismo las medidas imprescindibles para protegernos, no ya del peor de los escenarios concebibles, sino del que, ahora mismo, es el devenir más probable de los acontecimientos.
Pero España no tiene un gobierno responsable, sino uno de pandereta obsesionado con preservar los privilegios y el poder de la casta.
Y todas las contundentes y radicales medidas de ajuste presupuestario se fiaron a desplumar tributariamente a los españoles, resultaba claro que sin un aumento muy considerable de la recaudación fruto de una providente recuperación, España embarrancaría en un impagable sobreendeudamiento. Rajoy y su equipo hacendístico optaron de antemano por la bancarrota antes que por el adelgazamiento del sector público politico.
Las indignadas mareas antirrecortes se van convirtiendo en parte de nuestro paisaje político y la calle cada vez apuesta más por un default a la Argentina y por una bolivarización de nuestras instituciones.
( Y qué podemos hacer para 'convencer' al Gobierno de que elimine las estructuras políticas que nadie ha pedido salvo ellos y que nos sepultan en la miseria? Yo sólo veo un camino: ostias en la calle. )
"El banco malo no pospone nada, salvo la quiebra bancaria inminente"
Bruselas nos concede dos años más para alcanzar un déficit del 3%, tal como se viene rumoreando, ya nos vamos al 110% del PIB para 2016; y si a esa cifra le añadimos la recapitalización pública de la banca, no es ni mucho menos descabellado pensar que nos iremos al 120% (excluyendo, insisto, los pasivos que de momento no pagan intereses y la ejecución de los cienmilmillonarios avales concedidos por el Tesoro, pues en tal caso probablemente terminemos superando el 150%).
Llegar a una deuda pública sobre el PIB del 120% no es, ni mucho menos, catastrofismo hecho letra; es simplemente sumar dos más dos dentro del cuadro macroeconómico, bastante optimista, que ha pergeñado Bruselas. Es, también, una condena a muerte para la economía española, pues a un tipo de interés medio del 4,5%, tendríamos que pagar unos intereses anuales que se comerían más que toda la recaudación del IVA o el 80% de los ingresos fiscales por IRPF. Es evidente que, llegado ese momento –y, de nuevo, bajo la muy optimista hipótesis de que ya hayamos conseguido cuadrar el déficit–, España sólo tendría dos opciones ante sí: o consolidarse como un país de impuestos sangrantes y asfixiantes durante décadas, o declarar un default a quienes ahora nos están prestando su dinero para evitar recortes verdaderamente intensos del gasto público.
Esperando un milagro
Sólo existen dos formas de evitar un fatídico destino que apenas se halla a tres años vista: o el Gobierno afronta un recorte del gasto público de envergadura (de, al menos, 135.000 millones de euros anuales , una alternativa liberal para salir de la crisis) o, de repente y de manera casi milagrosa, la economía española comienza a crecer con intensidad y la recaudación tributaria regresa a niveles de 2007 (los niveles de burbuja ??). Uno esperaría que un gobierno responsable, serio y previsor no confiara los avatares del país a la Virgen de Lourdes, sino que, por el contrario, adoptara desde ya mismo las medidas imprescindibles para protegernos, no ya del peor de los escenarios concebibles, sino del que, ahora mismo, es el devenir más probable de los acontecimientos.
Pero España no tiene un gobierno responsable, sino uno de pandereta obsesionado con preservar los privilegios y el poder de la casta.
Y todas las contundentes y radicales medidas de ajuste presupuestario se fiaron a desplumar tributariamente a los españoles, resultaba claro que sin un aumento muy considerable de la recaudación fruto de una providente recuperación, España embarrancaría en un impagable sobreendeudamiento. Rajoy y su equipo hacendístico optaron de antemano por la bancarrota antes que por el adelgazamiento del sector público politico.
Las indignadas mareas antirrecortes se van convirtiendo en parte de nuestro paisaje político y la calle cada vez apuesta más por un default a la Argentina y por una bolivarización de nuestras instituciones.
( Y qué podemos hacer para 'convencer' al Gobierno de que elimine las estructuras políticas que nadie ha pedido salvo ellos y que nos sepultan en la miseria? Yo sólo veo un camino: ostias en la calle. )
"El banco malo no pospone nada, salvo la quiebra bancaria inminente"
Bruselas nos concede dos años más para alcanzar un déficit del 3%, tal como se viene rumoreando, ya nos vamos al 110% del PIB para 2016; y si a esa cifra le añadimos la recapitalización pública de la banca, no es ni mucho menos descabellado pensar que nos iremos al 120% (excluyendo, insisto, los pasivos que de momento no pagan intereses y la ejecución de los cienmilmillonarios avales concedidos por el Tesoro, pues en tal caso probablemente terminemos superando el 150%).
Llegar a una deuda pública sobre el PIB del 120% no es, ni mucho menos, catastrofismo hecho letra; es simplemente sumar dos más dos dentro del cuadro macroeconómico, bastante optimista, que ha pergeñado Bruselas. Es, también, una condena a muerte para la economía española, pues a un tipo de interés medio del 4,5%, tendríamos que pagar unos intereses anuales que se comerían más que toda la recaudación del IVA o el 80% de los ingresos fiscales por IRPF. Es evidente que, llegado ese momento –y, de nuevo, bajo la muy optimista hipótesis de que ya hayamos conseguido cuadrar el déficit–, España sólo tendría dos opciones ante sí: o consolidarse como un país de impuestos sangrantes y asfixiantes durante décadas, o declarar un default a quienes ahora nos están prestando su dinero para evitar recortes verdaderamente intensos del gasto público.
Esperando un milagro
Sólo existen dos formas de evitar un fatídico destino que apenas se halla a tres años vista: o el Gobierno afronta un recorte del gasto público de envergadura (de, al menos, 135.000 millones de euros anuales , una alternativa liberal para salir de la crisis) o, de repente y de manera casi milagrosa, la economía española comienza a crecer con intensidad y la recaudación tributaria regresa a niveles de 2007 (los niveles de burbuja ??). Uno esperaría que un gobierno responsable, serio y previsor no confiara los avatares del país a la Virgen de Lourdes, sino que, por el contrario, adoptara desde ya mismo las medidas imprescindibles para protegernos, no ya del peor de los escenarios concebibles, sino del que, ahora mismo, es el devenir más probable de los acontecimientos.
Pero España no tiene un gobierno responsable, sino uno de pandereta obsesionado con preservar los privilegios y el poder de la casta.
Y todas las contundentes y radicales medidas de ajuste presupuestario se fiaron a desplumar tributariamente a los españoles, resultaba claro que sin un aumento muy considerable de la recaudación fruto de una providente recuperación, España embarrancaría en un impagable sobreendeudamiento. Rajoy y su equipo hacendístico optaron de antemano por la bancarrota antes que por el adelgazamiento del sector público politico.
Las indignadas mareas antirrecortes se van convirtiendo en parte de nuestro paisaje político y la calle cada vez apuesta más por un default a la Argentina y por una bolivarización de nuestras instituciones.
( Y qué podemos hacer para 'convencer' al Gobierno de que elimine las estructuras políticas que nadie ha pedido salvo ellos y que nos sepultan en la miseria? Yo sólo veo un camino: ostias en la calle. )
"El banco malo no pospone nada, salvo la quiebra bancaria inminente"
Bruselas nos concede dos años más para alcanzar un déficit del 3%, tal como se viene rumoreando, ya nos vamos al 110% del PIB para 2016; y si a esa cifra le añadimos la recapitalización pública de la banca, no es ni mucho menos descabellado pensar que nos iremos al 120% (excluyendo, insisto, los pasivos que de momento no pagan intereses y la ejecución de los cienmilmillonarios avales concedidos por el Tesoro, pues en tal caso probablemente terminemos superando el 150%).
Llegar a una deuda pública sobre el PIB del 120% no es, ni mucho menos, catastrofismo hecho letra; es simplemente sumar dos más dos dentro del cuadro macroeconómico, bastante optimista, que ha pergeñado Bruselas. Es, también, una condena a muerte para la economía española, pues a un tipo de interés medio del 4,5%, tendríamos que pagar unos intereses anuales que se comerían más que toda la recaudación del IVA o el 80% de los ingresos fiscales por IRPF. Es evidente que, llegado ese momento –y, de nuevo, bajo la muy optimista hipótesis de que ya hayamos conseguido cuadrar el déficit–, España sólo tendría dos opciones ante sí: o consolidarse como un país de impuestos sangrantes y asfixiantes durante décadas, o declarar un default a quienes ahora nos están prestando su dinero para evitar recortes verdaderamente intensos del gasto público.
Esperando un milagro
Sólo existen dos formas de evitar un fatídico destino que apenas se halla a tres años vista: o el Gobierno afronta un recorte del gasto público de envergadura (de, al menos, 135.000 millones de euros anuales , una alternativa liberal para salir de la crisis) o, de repente y de manera casi milagrosa, la economía española comienza a crecer con intensidad y la recaudación tributaria regresa a niveles de 2007 (los niveles de burbuja ??). Uno esperaría que un gobierno responsable, serio y previsor no confiara los avatares del país a la Virgen de Lourdes, sino que, por el contrario, adoptara desde ya mismo las medidas imprescindibles para protegernos, no ya del peor de los escenarios concebibles, sino del que, ahora mismo, es el devenir más probable de los acontecimientos.
Pero España no tiene un gobierno responsable, sino uno de pandereta obsesionado con preservar los privilegios y el poder de la casta.
Y todas las contundentes y radicales medidas de ajuste presupuestario se fiaron a desplumar tributariamente a los españoles, resultaba claro que sin un aumento muy considerable de la recaudación fruto de una providente recuperación, España embarrancaría en un impagable sobreendeudamiento. Rajoy y su equipo hacendístico optaron de antemano por la bancarrota antes que por el adelgazamiento del sector público politico.
Las indignadas mareas antirrecortes se van convirtiendo en parte de nuestro paisaje político y la calle cada vez apuesta más por un default a la Argentina y por una bolivarización de nuestras instituciones.
( Y qué podemos hacer para 'convencer' al Gobierno de que elimine las estructuras políticas que nadie ha pedido salvo ellos y que nos sepultan en la miseria? Yo sólo veo un camino: ostias en la calle. )
"El banco malo no pospone nada, salvo la quiebra bancaria inminente"
Bruselas nos concede dos años más para alcanzar un déficit del 3%, tal como se viene rumoreando, ya nos vamos al 110% del PIB para 2016; y si a esa cifra le añadimos la recapitalización pública de la banca, no es ni mucho menos descabellado pensar que nos iremos al 120% (excluyendo, insisto, los pasivos que de momento no pagan intereses y la ejecución de los cienmilmillonarios avales concedidos por el Tesoro, pues en tal caso probablemente terminemos superando el 150%).
Llegar a una deuda pública sobre el PIB del 120% no es, ni mucho menos, catastrofismo hecho letra; es simplemente sumar dos más dos dentro del cuadro macroeconómico, bastante optimista, que ha pergeñado Bruselas. Es, también, una condena a muerte para la economía española, pues a un tipo de interés medio del 4,5%, tendríamos que pagar unos intereses anuales que se comerían más que toda la recaudación del IVA o el 80% de los ingresos fiscales por IRPF. Es evidente que, llegado ese momento –y, de nuevo, bajo la muy optimista hipótesis de que ya hayamos conseguido cuadrar el déficit–, España sólo tendría dos opciones ante sí: o consolidarse como un país de impuestos sangrantes y asfixiantes durante décadas, o declarar un default a quienes ahora nos están prestando su dinero para evitar recortes verdaderamente intensos del gasto público.
Esperando un milagro
Sólo existen dos formas de evitar un fatídico destino que apenas se halla a tres años vista: o el Gobierno afronta un recorte del gasto público de envergadura (de, al menos, 135.000 millones de euros anuales , una alternativa liberal para salir de la crisis) o, de repente y de manera casi milagrosa, la economía española comienza a crecer con intensidad y la recaudación tributaria regresa a niveles de 2007 (los niveles de burbuja ??). Uno esperaría que un gobierno responsable, serio y previsor no confiara los avatares del país a la Virgen de Lourdes, sino que, por el contrario, adoptara desde ya mismo las medidas imprescindibles para protegernos, no ya del peor de los escenarios concebibles, sino del que, ahora mismo, es el devenir más probable de los acontecimientos.
Pero España no tiene un gobierno responsable, sino uno de pandereta obsesionado con preservar los privilegios y el poder de la casta.
Y todas las contundentes y radicales medidas de ajuste presupuestario se fiaron a desplumar tributariamente a los españoles, resultaba claro que sin un aumento muy considerable de la recaudación fruto de una providente recuperación, España embarrancaría en un impagable sobreendeudamiento. Rajoy y su equipo hacendístico optaron de antemano por la bancarrota antes que por el adelgazamiento del sector público politico.
Las indignadas mareas antirrecortes se van convirtiendo en parte de nuestro paisaje político y la calle cada vez apuesta más por un default a la Argentina y por una bolivarización de nuestras instituciones.
( Y qué podemos hacer para 'convencer' al Gobierno de que elimine las estructuras políticas que nadie ha pedido salvo ellos y que nos sepultan en la miseria? Yo sólo veo un camino: ostias en la calle. )
"El banco malo no pospone nada, salvo la quiebra bancaria inminente"
Bruselas nos concede dos años más para alcanzar un déficit del 3%, tal como se viene rumoreando, ya nos vamos al 110% del PIB para 2016; y si a esa cifra le añadimos la recapitalización pública de la banca, no es ni mucho menos descabellado pensar que nos iremos al 120% (excluyendo, insisto, los pasivos que de momento no pagan intereses y la ejecución de los cienmilmillonarios avales concedidos por el Tesoro, pues en tal caso probablemente terminemos superando el 150%).
Llegar a una deuda pública sobre el PIB del 120% no es, ni mucho menos, catastrofismo hecho letra; es simplemente sumar dos más dos dentro del cuadro macroeconómico, bastante optimista, que ha pergeñado Bruselas. Es, también, una condena a muerte para la economía española, pues a un tipo de interés medio del 4,5%, tendríamos que pagar unos intereses anuales que se comerían más que toda la recaudación del IVA o el 80% de los ingresos fiscales por IRPF. Es evidente que, llegado ese momento –y, de nuevo, bajo la muy optimista hipótesis de que ya hayamos conseguido cuadrar el déficit–, España sólo tendría dos opciones ante sí: o consolidarse como un país de impuestos sangrantes y asfixiantes durante décadas, o declarar un default a quienes ahora nos están prestando su dinero para evitar recortes verdaderamente intensos del gasto público.
Esperando un milagro
Sólo existen dos formas de evitar un fatídico destino que apenas se halla a tres años vista: o el Gobierno afronta un recorte del gasto público de envergadura (de, al menos, 135.000 millones de euros anuales , una alternativa liberal para salir de la crisis) o, de repente y de manera casi milagrosa, la economía española comienza a crecer con intensidad y la recaudación tributaria regresa a niveles de 2007 (los niveles de burbuja ??). Uno esperaría que un gobierno responsable, serio y previsor no confiara los avatares del país a la Virgen de Lourdes, sino que, por el contrario, adoptara desde ya mismo las medidas imprescindibles para protegernos, no ya del peor de los escenarios concebibles, sino del que, ahora mismo, es el devenir más probable de los acontecimientos.
Pero España no tiene un gobierno responsable, sino uno de pandereta obsesionado con preservar los privilegios y el poder de la casta.
Y todas las contundentes y radicales medidas de ajuste presupuestario se fiaron a desplumar tributariamente a los españoles, resultaba claro que sin un aumento muy considerable de la recaudación fruto de una providente recuperación, España embarrancaría en un impagable sobreendeudamiento. Rajoy y su equipo hacendístico optaron de antemano por la bancarrota antes que por el adelgazamiento del sector público politico.
Las indignadas mareas antirrecortes se van convirtiendo en parte de nuestro paisaje político y la calle cada vez apuesta más por un default a la Argentina y por una bolivarización de nuestras instituciones.
( Y qué podemos hacer para 'convencer' al Gobierno de que elimine las estructuras políticas que nadie ha pedido salvo ellos y que nos sepultan en la miseria? Yo sólo veo un camino: ostias en la calle. )
"El banco malo no pospone nada, salvo la quiebra bancaria inminente"
Bruselas nos concede dos años más para alcanzar un déficit del 3%, tal como se viene rumoreando, ya nos vamos al 110% del PIB para 2016; y si a esa cifra le añadimos la recapitalización pública de la banca, no es ni mucho menos descabellado pensar que nos iremos al 120% (excluyendo, insisto, los pasivos que de momento no pagan intereses y la ejecución de los cienmilmillonarios avales concedidos por el Tesoro, pues en tal caso probablemente terminemos superando el 150%).
Llegar a una deuda pública sobre el PIB del 120% no es, ni mucho menos, catastrofismo hecho letra; es simplemente sumar dos más dos dentro del cuadro macroeconómico, bastante optimista, que ha pergeñado Bruselas. Es, también, una condena a muerte para la economía española, pues a un tipo de interés medio del 4,5%, tendríamos que pagar unos intereses anuales que se comerían más que toda la recaudación del IVA o el 80% de los ingresos fiscales por IRPF. Es evidente que, llegado ese momento –y, de nuevo, bajo la muy optimista hipótesis de que ya hayamos conseguido cuadrar el déficit–, España sólo tendría dos opciones ante sí: o consolidarse como un país de impuestos sangrantes y asfixiantes durante décadas, o declarar un default a quienes ahora nos están prestando su dinero para evitar recortes verdaderamente intensos del gasto público.
Esperando un milagro
Sólo existen dos formas de evitar un fatídico destino que apenas se halla a tres años vista: o el Gobierno afronta un recorte del gasto público de envergadura (de, al menos, 135.000 millones de euros anuales , una alternativa liberal para salir de la crisis) o, de repente y de manera casi milagrosa, la economía española comienza a crecer con intensidad y la recaudación tributaria regresa a niveles de 2007 (los niveles de burbuja ??). Uno esperaría que un gobierno responsable, serio y previsor no confiara los avatares del país a la Virgen de Lourdes, sino que, por el contrario, adoptara desde ya mismo las medidas imprescindibles para protegernos, no ya del peor de los escenarios concebibles, sino del que, ahora mismo, es el devenir más probable de los acontecimientos.
Pero España no tiene un gobierno responsable, sino uno de pandereta obsesionado con preservar los privilegios y el poder de la casta.
Y todas las contundentes y radicales medidas de ajuste presupuestario se fiaron a desplumar tributariamente a los españoles, resultaba claro que sin un aumento muy considerable de la recaudación fruto de una providente recuperación, España embarrancaría en un impagable sobreendeudamiento. Rajoy y su equipo hacendístico optaron de antemano por la bancarrota antes que por el adelgazamiento del sector público politico.
Las indignadas mareas antirrecortes se van convirtiendo en parte de nuestro paisaje político y la calle cada vez apuesta más por un default a la Argentina y por una bolivarización de nuestras instituciones.
( Y qué podemos hacer para 'convencer' al Gobierno de que elimine las estructuras políticas que nadie ha pedido salvo ellos y que nos sepultan en la miseria? Yo sólo veo un camino: ostias en la calle. )
"El banco malo no pospone nada, salvo la quiebra bancaria inminente"
Bruselas nos concede dos años más para alcanzar un déficit del 3%, tal como se viene rumoreando, ya nos vamos al 110% del PIB para 2016; y si a esa cifra le añadimos la recapitalización pública de la banca, no es ni mucho menos descabellado pensar que nos iremos al 120% (excluyendo, insisto, los pasivos que de momento no pagan intereses y la ejecución de los cienmilmillonarios avales concedidos por el Tesoro, pues en tal caso probablemente terminemos superando el 150%).
Llegar a una deuda pública sobre el PIB del 120% no es, ni mucho menos, catastrofismo hecho letra; es simplemente sumar dos más dos dentro del cuadro macroeconómico, bastante optimista, que ha pergeñado Bruselas. Es, también, una condena a muerte para la economía española, pues a un tipo de interés medio del 4,5%, tendríamos que pagar unos intereses anuales que se comerían más que toda la recaudación del IVA o el 80% de los ingresos fiscales por IRPF. Es evidente que, llegado ese momento –y, de nuevo, bajo la muy optimista hipótesis de que ya hayamos conseguido cuadrar el déficit–, España sólo tendría dos opciones ante sí: o consolidarse como un país de impuestos sangrantes y asfixiantes durante décadas, o declarar un default a quienes ahora nos están prestando su dinero para evitar recortes verdaderamente intensos del gasto público.
Esperando un milagro
Sólo existen dos formas de evitar un fatídico destino que apenas se halla a tres años vista: o el Gobierno afronta un recorte del gasto público de envergadura (de, al menos, 135.000 millones de euros anuales , una alternativa liberal para salir de la crisis) o, de repente y de manera casi milagrosa, la economía española comienza a crecer con intensidad y la recaudación tributaria regresa a niveles de 2007 (los niveles de burbuja ??). Uno esperaría que un gobierno responsable, serio y previsor no confiara los avatares del país a la Virgen de Lourdes, sino que, por el contrario, adoptara desde ya mismo las medidas imprescindibles para protegernos, no ya del peor de los escenarios concebibles, sino del que, ahora mismo, es el devenir más probable de los acontecimientos.
Pero España no tiene un gobierno responsable, sino uno de pandereta obsesionado con preservar los privilegios y el poder de la casta.
Y todas las contundentes y radicales medidas de ajuste presupuestario se fiaron a desplumar tributariamente a los españoles, resultaba claro que sin un aumento muy considerable de la recaudación fruto de una providente recuperación, España embarrancaría en un impagable sobreendeudamiento. Rajoy y su equipo hacendístico optaron de antemano por la bancarrota antes que por el adelgazamiento del sector público politico.
Las indignadas mareas antirrecortes se van convirtiendo en parte de nuestro paisaje político y la calle cada vez apuesta más por un default a la Argentina y por una bolivarización de nuestras instituciones.
( Y qué podemos hacer para 'convencer' al Gobierno de que elimine las estructuras políticas que nadie ha pedido salvo ellos y que nos sepultan en la miseria? Yo sólo veo un camino: ostias en la calle. )
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