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Para jugar al fútbol sólo hace falta un balón y un montón de amigos. El campo es lo de menos. Todos hemos jugado en parques, explanadas o calles donde las porterías eran unas mochilas y los muros eran los mejores ‘compañeros’ para tirar una pared.

En esa filosofía en la que los importante es con quién juegas y no dónde se enclava el proyecto ‘The unusual Football Fields’, que pretende mejorar las condiciones de vida de miles de jóvenes residentes en los barrios más pobres de Bangkok (Tailandia) a través del deporte.

Los impulsores de la iniciativa de regeneración urbana han conseguido transformar antiguos basureros o solares entre edificios, espacios abandonados con formas asimétricas, en campos de fútbol poco comunes: son los primeros no rectangulares del planeta que desafían la geometría y dimensiones de una cancha tradicional.

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