“Sí se puede vivir de lo que uno quiere. Uno se puede inventar una hoja de ruta y hacer una vida de ello”. Así de simple nos define su filosofía de vida Pablo Purón. Él y cuatro amigos más de un barrio de Madrid, decidieron vivir de pintar paredes en las calles.
Han pasado 20 años desde que Javi, Pablo Purón, Rubén, Juan y Pablo Ferreiro cambiaron los botes de sprays, los Edding 800, y sus tags por murales de miles de metros pintados por todo el mundo.
“Nosotros venimos del grafiti, de dejar tu firma por toda la ciudad y ahí el ego individual tiene mucho peso pero nos encontrábamos más a gusto pintando juntos los cinco. Eso nos motivaba más y así nace Boa Mistura”, cuenta Pablo Purón, uno de los integrantes del colectivo. Boa Mistura se traduce del portugués como buena mezcla. “Nos lo pusimos por la sonoridad que tenía y por el vínculo con Brasil. Nos gustaban más las influencias que nos llegaba desde allí que desde EE.UU. A pesar de que era la cuna del grafiti, y con los años ha resultado ser nombre premonitorio porque la base del colectivo ha sido la mezcla. La mezcla entre nosotros donde nadie tiene un mayor protagonismo y luego, a posteriori, la mezcla con el lugar donde trabajamos”, explica Purón a Idealista/news.
Los cinco amigos terminaron sus estudios universitarios y comenzaron una carrera como artistas urbanos. El primer gran viaje que realizaron al extranjero fue a Ciudad del Cabo, en Sudáfrica. “Nos invitó un galerista de allí. Nosotros llegamos pensando en grandes fachadas en mitad de Ciudad del Cabo, en plan estrellas del rock y de pronto nos vimos en el barrio de Khayalitsha, uno los más pobres de Sudáfrica. Una comunidad con una gran problemática de drogas, armas, prostitución, violencia. Llegamos y dijimos, ¿qué coño vamos a hacer aquí? Así que durante una semana paseamos por el barrio y hablamos con los vecinos. Ellos nos decían que el trabajo que hiciéramos, podía provocar cambios más grandes, que incluso podía inspirar a alguno de los niños para ser el próximo Mandela. Ahí nos dimos cuenta de la importancia de nuestro trabajo y fue la primera vez que trabajamos con la palabra. Utilizamos lemas como Pelea tus sueños o Descubre tu diamante interior”, cuenta Purón.
El uso de la palabra como elemento de comunicación directa es una de las técnicas de Boa Mistura pero no la única. “A esto se le suma la capa de color. Nada más visitar Brasil se nos inyectó algo en el cuerpo con el color. En las calles de las ciudades crea un contraste enorme con el gris que tan acostumbrados estamos a ver. El color cuando vibra en un rincón de la ciudad te cambia el estado de ánimo y supone una energía especial” explica Pablo Ferreiro, otro de los integrantes de Boa Mistura.
Los cinco continentes
Boa Mistura ha tenido la suerte de intervenir en todo el mundo: Chile, Argelia, Honduras, Georgia, Kenia, Panamá, Berlín, Marruecos, etc. En México trabajaron en un barrio de protección oficial de Guadalajara. “Allí intervenimos en una plaza y los cuatro que la rodean. En total unos 5.000 metros cuadrados. Es decir un hito que se ve desde el aire. Pero no buscamos siempre esa escala gigante. En China por ejemplo, en la Ciudad Fortificada de Shenzhen solo pintamos una pared de cuatro metros cuadrados ilustrando un cuento oriental que escuchamos por primera vez allí. Para nosotros tiene tanta importancia pintar un espacio colosal como en Murcia, que hemos coloreado 7.000 metros cuadrados como ir al pueblito malagueño de El Carpio a pintar cuatro calles”, afirma Purón.
Eso sí, siempre en la calle. Todas sus obras socializan con el viandante y tiene un vínculo cercano a la gente que no necesitan acudir a una galería ni a un museo para disfrutar del arte urbano. Aunque trabajar el espacio público tiene una gran desventaja. “Está expuesto a la intemperie, al sol que es el que más castiga pero también a un vecino que quiere ampliar su casa y te roba parte del mural para que se quede dentro de su salón como nos pasó en Brasil, o a otros grafiteros, o al propio ayuntamiento que le da por pintar de gris tu obra. Al final, el espacio público es una especia de caos en la que tienes que saber moverte y aceptar que tu obra va a ser efímera. Es como la vida, cuando sale a la calle empieza a envejecer hasta que acaba muriendo. Lo que no tiene que ser efímero es lo que dejamos en las personas. Un poso de inspiración que se pueda replicar y mover conciencias”, relata Ferreiro a Idealista/news.
El uso de la anamorfosis
La palabra y el color son sus principales herramientas pero la anamorfosis es la técnica que más destaca en sus trabajos. Se trata de hacer una obra que se entiende solo en un punto del universo. En el momento que el espectador se mueve la obra se fragmenta y se convierte en algo abstracto. “Eso significa que está viva, que está en movimiento y nos parece una manera muy bonita de enfrentarnos a espacios complejos como puede ser, por ejemplo, una favela. Después la hemos usado en muchos sitios como en El Carpio, en Bolivia o en la cárcel La Modelo de Barcelona. Ahí hemos hecho tres agujeros en el muro de la prisión desde donde se pueden leer los versos de un poeta que estuvo encarcelado allí. Es una técnica que nos encanta porque al final nuestro trabajo trata de mejorar y transformar la vida de la gente” asegura Purón.
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