Ante el último rebrote de la pandemia, varias ciudades de China han vuelto a poner en marcha sus restricciones, ralentizando así la economía y el movimiento del mercado inmobiliario.
El inicio de las nuevas alarmas sanitarias se produjo en Singapur, una ciudad-Estado que, a pesar de suponer desde hace años un gran ejemplo a seguir por la economía china, no ha aplicado medidas estrictas ante la situación del covid-19.
Los habituales cruces por parte de la población de una costa a otra sigues siendo constantes, y un residente de la provincia china de Fujian ha dado positivo en la variante Delta tras regresar de Singapur a principios de mes. Se cree que fue él quien se la traspasó a su hijo, quien poco después propagó el virus en su colegio. Desde el 10 de septiembre, Fuijan lleva registrados 165 nuevos casos de covid.
Ante esta situación, las autoridades de Putian (ciudad con una población de 3 millones de habitantes) y Xiamen (5 millones) han decidido cerrar las escuelas, bares y otras zonas de alto riesgo. La continuidad de este nuevo brote puede perjudicar el transporte y comercio durante la semana vacacional china del 1 de octubre, lo cual retrasaría su recuperación.
De hecho, según los últimos datos económicos publicados, las ventas minoristas aumentaron solo un 2,5% en agosto, un porcentaje mucho menor al del año pasado. Según el banco de inversión estadounidense Morgan Stanley, los datos reflejan que el PIB en el tercer trimestre podría verse reducido en comparación con los tres meses anteriores.
El Gobierno de Pekín está tomando medidas imponiendo restricciones a los préstamos a pesar del aumento de los precios de las viviendas, haciendo dudar muchas veces a los compradores. La venta de viviendas en agosto fue un 17,6% menor que el año anterior, y las inversiones en el mercado inmobiliario solo subieron un 0,3%. Además, el precio de nuevas viviendas bajó en 10 de las 70 grandes ciudades analizadas por la Oficina Nacional de Estadística.
Por otro lado, las exportaciones en China se han incrementado un 25% respecto a agosto del año pasado. De hecho, los fabricantes chinos se han visto beneficiados a expensas de vender a otros países perjudicados por la pandemia. Además, mientras la inflación se mantenga moderada, el país puede permitirse ser flexible con su política monetaria y fiscal para respaldar así también su propio crecimiento. De esta forma puede combinar un control estricto de la situación sanitaria, el mercado inmobiliario y otras industrias, con una postura macroeconómica más flexible, según explica el gigante de inversión Goldman Sachs.
Los analistas de China International Capital Corporation (CICC) también recuerdan que en lo que va de año el déficit fiscal en el país ha sido muy reducido, lo que permite al Gobierno un mayor margen de gasto sin tener que modificar sus objetivos anuales.
En concreto, los cálculos de la Corte Comercial Internacional de China (CCPI) apuntan a que las autoridades podrían aumentar el gasto en infraestructuras a una tasa anual del 5% en los últimos tres meses del año, en comparación con el mismo período en 2019, antes de la pandemia.
El Gobierno de China espera que estas regulaciones más estrictas ayuden a que la vivienda sea más asequible y suponga una parte menos dominante de la economía. Es parte de la "nueva dinámica de desarrollo" promocionada por Xi Jinping. Sin embargo, a medida que avanza el año, el patrón de desarrollo de China resulta cada vez más familiar: consumo débil, exportaciones fuertes e inversión pública adicional para salvar la economía del exceso especulativo del pasado.
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