Bruselas ha lanzado una propuesta para impulsar las energías limpias y alcanzar la sostenibilidad en 2050
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taxonomía verde impuesta por la Comisión Europea
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Avanzar hacia la autosostenibilidad y la generación verde de energías es uno de los grandes objetivos europeos. Y para lograrlo, la Comisión Europea propueso a principios de año un plan que busca alcanzar la sostenibilidad en 2050 y donde establece unas pautas claras de cuáles son las energías verdes. Es la conocida como taxonomía verde, que ha estado envuelta en polémica. 

Los objetivos de la taxonomía

Lo primero que debemos tener en cuenta es el concepto global del reglamento sobre taxonomía dentro del pacto verde europeo. Incluye seis objetivos medioambientales que buscan que la próxima generación pueda disfrutar de un planeta sostenible.

  • Mitigación del cambio climático.

  • Adaptación al cambio climático.

  • Uso sostenible del agua y los recursos del mar.

  • Transición hacia una economía circular.

  • Control y prevención de la contaminación.

  • Cuidado y rehabilitación de la biodiversidad.

Con respecto a estos seis puntos, la UE busca generar unos criterios técnicos que permitan establecer una base sólida para fijar y diferenciar las actividades sostenibles de las que no lo son. Basándose en esta reglamentación, se buscará fomentar la inversión verde en todos los ámbitos de la sociedad, y para ello se podrán regular ciertas tasas impositivas. Esta es la importancia de la taxonomía verde.

Gracias a esta regulación, se conseguirá acabar con los vacíos legislativos para definir una actividad como sostenible, aunque no lo sea o no haya nada que la avale.

Qué es el término taxonomía en sostenibilidad energética

Uno de los puntos más esperados dentro de esta nueva reglamentación es la fijación de criterios para definir como verde la producción de energía. Fijar como verde ciertas tecnologías de generación eléctrica afecta directamente a la inversión de los próximos 30 años, especialmente la pública.

El nuevo borrador de los criterios verdes energéticos ha comenzado su andadura por los procedimientos administrativos y está generando un intenso debate. Su punto más polémico es la etiqueta verde que recibirán ciertos procesos de producción energética.

Las “nuevas” energías verdes

Junto a las energías sostenibles más tradicionales y conocidas por el público, como la solar o la eólica, la Comisión Europea ha añadido a la energía nuclear y el gas natural, aunque con matices.

En el caso de la energía nuclear, no produce efecto invernadero, pero sí cuenta con residuos radiactivos que son difíciles de gestionar a nivel medioambiental. Se pretende otorgar esta etiqueta a todas las centrales que reciban la licencia de construcción antes de 2045. 

En el caso del gas natural, sí se produce efecto invernadero y solo recibirán la etiqueta aquellas que produzcan menos de 100 gramos de CO2 por KWh y las que se realicen de nueva construcción que emitan menos de 270 gramos y sustituyan a alguna más contaminante y no puedan usarse otras energías verdes alternativas.

Con el borrador en marcha, deben ser los Estados miembros y el Parlamento Europeo los que tomen la decisión final que, como mínimo, aún cuenta con más de 4 meses de trámites y alegaciones.

El posicionamiento de los países de la UE

El posicionamiento de los 27 es bastante diverso en este tema. La entrada de la energía nuclear como verde es una petición expresa de Francia, uno de los países que más depende de este tipo de energía. A él se suma Polonia o Bulgaria. El resto del continente tiene una voz bastante común hacia el rechazo.

Austria es uno de los países más beligerantes hacia ambas etiquetas, llegando a amenazar con los tribunales. España también se posiciona en contra, ya que somos uno de los países más avanzados en el uso de las renovables.

En una franja más intermedia, se encuentran países como Holanda, Portugal o Alemania, en contra de la nuclear, pero a favor del gas. Este último país aún puede hacer variar su opinión, debido a la entrada del partido verde en el Gobierno.

El debate que se presenta será amplio y traerá consecuencias a todos los niveles. La aprobación de este borrador supondría que algunos países como España pudiesen contar con una producción de energía 100% verde este mismo año.

La incidencia en la inversión

Este cambio de modelo también afectará a la inversión energética. Se creará un nuevo espacio que competirá con las renovables a la hora de recibir financiación verde. No habría manera de distinguir si se invierte o se consume energía generada por el sol o mediante el gas natural, el folleto informativo de ambas las pondría como energías verdes.

Pese a que el precio del CO2 sigue subiendo en el mercado de emisiones, lo cual beneficia a la energía eólica y solar, esta nueva calificación provocará un desvío de fondos hacia ellas y una ralentización de la inversión y el crecimiento de ambas.

Las reacciones de actores externos

Otros actores del mundo medioambiental, como ONG o activistas, se han situado frontalmente en contra de este proceso. Consideran que se trata de un engaño y una forma de lavar la imagen del objetivo 2050 cumpliéndolo de una manera nada responsable.

Según estas organizaciones y algunos partidos políticos, se frena la transición ecológica y se fomenta la destrucción del planeta al seguir permitiendo la emisión de gases efecto invernadero y los residuos nucleares.

Para todos ellos, es importante seguir apostando por la energía eólica y solar y fomentar la instalación de placas que faciliten el autoconsumo.

Con todos estos datos sobre la mesa, el último borrador mantiene una ligera distinción y sigue fijando para 2050 el objetivo de no producir gases efecto invernadero. Para ello, impulsará las energías renovables, especialmente aquellas que se producen mediante hidrógeno o la energía de las mareas. Una solución que no convence aún a todos los estados, pero que permite una cierta mejora sobre el borrador inicial.

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