Alberto Mesta vive desde hace cuatro meses en el madrileño distrito de Barajas. Comparte piso en un bonito bajo de una promoción de la Empresa Municipal de Vivienda, un edificio que por ser de titularidad pública se sale de la tradicional construcción de ladrillo rojo visto.
Alberto vive allí con otras dos personas con discapacidad intelectual ligera en un piso de 75 metros cuadrados, tres habitaciones, cocina americana, trastero… Tiene 28 años y está preparándose unas oposiciones: en el calendario de tareas fijado a la pared vemos que esta semana le toca tirar la basura. Un poco más allá, en otra pared, están los números de urgencia, como por ejemplo, el de la farmacia. ¿Qué es lo que más cuesta arriba se le hace de compartir piso? “Es bueno convivir con otras personas porque aunque sea difícil también se aprende. Lo más difícil es la convivencia pero de esos rifirrafes siempre hay que llegar a acuerdos. Hay que intentar hacerlo lo más ameno posible. Y para mí la experiencia, pues me ha venido muy bien. Hago un llamamiento a los padres, que se les quite el miedo y que de alguna manera, pues vengan a hacer este proyecto porque merece la pena”, explica. El proyecto del que habla Alberto es el programa de Vida Independiente de Adisli que pretende conseguir una mayor autonomía para las personas con inteligencia límite o con discapacidad intelectual ligera.

Por este proyecto han pasado ya 30 personas, diez promociones en total. El programa de Vida Independiente consta de tres patas: apoyos personales, un servicio en el que un profesional apoya a los chicos en sus necesidades de autonomía en su casa, en el transporte, en las compras; vivienda de entrenamiento, de la que hablamos en este artículo y la oficina de vida independiente, que ayuda a los usuarios para que puedan acceder a pisos una vez han pasado su fase de entrenamiento conviviendo con otros chicos.
Todos los que vienen aquí son miembros de Adisli y las promociones son mixtas, de chicos y chicas: “Cuando las personas vienen a la vivienda siempre se parte el interés de la persona. Intentamos que no sea decisión ni de profesional ni de la familia. En Madrid se trabaja con la figura de facilitador que pone en centro a la persona con discapacidad sus intereses y sus objetivos y lo que quiere conseguir en su vida”, explica Esther Sánchez, coordinadora del Servicio de Vida Independiente de Adisli y terapeuta ocupacional.

Para acceder a este servicio hay unos requisitos, como ser miembro de Adisli y tener una ocupación: “Esto no significa que sea un trabajo, simplemente que vayan a algún tipo de clase o que estudien ciertas cosas, que trabajen, la idea es que no estén 24 horas dentro de la casa. Por lo demás, hacen vida como tú y como yo en nuestras casas. Y como cualquier persona tiene sus actividades, sus ocios. Sí que es verdad que venimos tres horas al día y apoyamos en lo que más necesita esa persona. Muchas veces es en la elaboración de la comida, hacemos dinámicas de conocer el barrio, de seguridad en el hogar, se hace la gestión económica, se va a la compra…”, añade. El servicio tiene un coste de 500 euros mensuales para cada uno de los huéspedes.
Antes de entrar en la vivienda suelen pasar por lo que denominan Vivienda de verano: es la misma (disponen únicamente de un piso aunque confirman que les gustaría poder ampliar el servicio con más apartamentos) y allí pasan una semana, lo que les permite ir entrenando habilidades y no pasar directamente a convivir durante 5 meses, que es el tiempo máximo que pueden estar. Pero, ¿y después? ¿qué pasa con estos chicos a los que su discapacidad intelectual no se les nota físicamente? Pues se les sigue llevando de la mano hacia su autonomía a través de la última pata del programa, la Oficina de Vida Independiente: “Desde allí se les ayuda a encontrar alquiler, se les apoya en la búsqueda, se les puede acompañar a las viviendas a ver si les gusta o no, seleccionar en que barrio en función de los intereses…”, comenta Sánchez.

Adisli puede ofrecer este servicio gracias a las subvenciones públicas y también a las ayudas de entidades privadas. Una de las que colabora aportando fondos es la Asociación Doctor Campos castello, que lleva colaborando con ellos desde 2019: “Elegimos Adisli porque es un referente en la gestión de Pisos de Entrenamiento. Esta faceta es fundamental y el complemento perfecto a su faceta puramente Laboral. La suma de ambas, social y laboral, solo hace que favorecer la normalización de sus vidas en esa inclusión social que todos deseamos”, explica Yago Campos, presidente de la asociación.
Pero volvamos al protagonista de esta experiencia, Alberto Mesta, que, sin duda alguna, repetiría experiencia: “Mis padres y yo elegimos este proyecto y lo primero que hice fue la vivienda de verano, que es una primera toma de contacto que así podamos tomarlo con más naturalidad y que no nos pilla un poco de sorpresa”, añade. Porque la convivencia es lo que más cuesta, al fin y al cabo cada uno somos de nuestro padre y nuestra madre, pero como insiste Mesta, la experiencia de echar a volar merece la pena.
Puedes colaborar con Adisli en este link
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