El CEO de Berkshire Hathaway HomeServices defiende que en la decisión pesan más los tipos de cambio, la seguridad jurídica del país o el estilo de vida mediterráneo
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Vivienda de lujo en Costa del Sol
idealista

Artículo escrito por Bruno Rabassa, CEO de Berkshire Hathaway HomeServices Spain

En los últimos días, la noticia de que el Gobierno podría endurecer la normativa que permite a los ciudadanos extranjeros optar a una visa tras realizar una inversión en nuestro país, ha agitado a la opinión pública y mediática. Es frecuente escuchar entre los argumentos de los que abogan por este cambio normativo que las ‘golden visas’ o visas doradas son directamente responsables del aumento del precio de la vivienda y de procesos de gentrificación, entre otras reflexiones, y nada más lejos de la realidad en nuestra opinión.

En primer lugar, los datos del mercado nos señalan que tienen poca influencia en el valor de las propiedades, pues el número de concesiones de estas visas es considerablemente bajo: el Gobierno calcula que entre 2013 y 2022 se expidieron 4.940 unidades, según se hicieron eco varios medios de comunicación, y sólo 136 durante todo el año 2022, que ha sido un año récord de compra de extranjeros en España.

Además, el precio de los inmuebles que permiten acogerse a ese tipo de visa excede los 500.000 euros, viviendas que en gran medida están localizadas en zonas que registran tradicionalmente un precio elevado por m2. Y esto no se debe a la concesión de permisos de residencia en contraprestación a una inversión, o al menos, no tiene un impacto sustancial dadas las cifras mencionadas, sino a otras causas coyunturales, como el desajuste entre la oferta y la demanda, la falta de viviendas de obra nueva por la escasez de suelo donde se demanda, o los elevados costes de construcción.

Si atendemos a las razones que impulsan a nuestros clientes a adquirir un inmueble en España, con un perfil sociodemográfico concreto y un poder adquisitivo elevado, el aliciente que supone contar con un visado juega un papel secundario frente a otras variables como son los tipos de cambio o la seguridad jurídica del país, entre otros.

Además, la mayor parte de los compradores que confían en nosotros durante el proceso –nosotros no ofrecemos sólo viviendas de lujo, sino estilos de vida– se sienten especialmente atraídos por nuestro inigualable estilo de vida mediterráneo, que España puede ofrecerles con unos precios mucho más atractivos que en otros destinos internacionales. Esto está ligado directamente con otro argumento no válido que se suele poner sobre la mesa: que los extranjeros que vienen a partir de estos cauces no benefician a la economía nacional. Estas personas consumen, y mucho, en nuestro país, pagan impuestos y aportan riqueza a la economía española.

Todo apunta a que, a pesar de que el cambio se pudiera hacer efectivo, el precio de la vivienda continuará su camino y los procesos de gentrificación seguirán su ritmo, al margen de la interrupción de la llegada de extranjeros, pues parece que se aboga por medidas cosméticas electoralistas que no atajan los problemas de raíz que tiene el sector inmobiliario de nuestro país, con una escasez de oferta y una demanda internacional sólida y creciente.

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