Más de diez años tardó la americana Procter and Gamble en conseguir una fórmula que consiguiese eliminar las manchas más difíciles.
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Lavadora
Lavadora Pixabay

Si ya peinas canas recordarás aquél anuncio de lejía en el que una mujer (en los ochenta la limpieza era cosa de mujeres) vestida de blanco venía del futuro a hablarnos de este limpiador fabuloso que tenía entre las manos. En el caso que hoy nos atañe no vamos a venir del futuro pero sí del pasado para contarte el origen del detergente moderno.

Ya hemos visto que los romanos utilizaban el pis, rico en amoníaco, para lavar sus togas (lo contábamos aquí XXXX), pero, ¿cómo surgió el primer detergente moderno? Vio la luz en 1933 y lo descubrieron porque justamente los jabones tradicionales no quitaban las manchas cuando las aguas eran duras (la dureza del agua tiene que ver con la cantidad de cal del agua. A mucha cal, el agua es dura y cuesta más que los jabones atrapen la grasa). Pero volviendo a nuestra tema: Procter and Gamble, conocido por todos/as, andaba pues a la búsqueda de un compuesto que viniera a solucionar este problema. Uno de sus ingenieros viajó a Alemania para investigar sobre nuevas ideas y productos: allí descubrió, según cuenta América Valenzuela en su libro La vida secreta de tu alcachofa de ducha, que los alemanes, ante la carestía de jabón durante la I Guerra Mundial, utilizaban bilis de ganado. De hecho, fue en 1933 cuando la germana Deutsche Hydrierwerke patentó un método para sintetizar moléculas parecidas a las de la bilis destinadas a la industria textil. El ingeniero americano se llevó 100 kilos a su fábrica al otro lado del Atlántico y consiguieron, tras mucha prueba y error, un detergente de nombre comercial Dreft.

Sin embargo, el producto no tuvo mucho éxito: aunque lavaba muy bien en aguas con mucha cal, no conseguía eliminar las manchas más difíciles. La compañía cambió la estrategia de marketing y empezó a comercializarlo como un producto para prendas delicadas, abriendo con esto otro nicho de mercado, pero tiró la toalla en cuanto a conseguir que eliminase todas las manchas.

Pero quien no la tiró fue uno de los químicos de la empresa, David Dick Byerly que estuvo trabajando durante la friolera de diez años para mejorar la fórmula de Dreft. Lo que viene a llamarse perseverancia. Y, en este caso, la constancia no cayó en saco roto ya que cuando presentó el nuevo producto a sus superiores su capacidad de limpieza era inigualable, tanto que mantuvieron el nombre en secreto casi hasta el final y en interno era denominado como producto X.

Presentaron Tide, The Washday Miracle (no se anduvieron por las ramas con el nombre) en 1946 y desde entonces cualquier detergente que ponemos en nuestra lavadora está inspirado en aquél revolucionario producto.

 

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