Así es el testimonio de una propietaria que ha tenido que enfrentarse a inquilinos morosos que han destrozado su vivienda
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Testimonio con inquilinos morosos
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“Buff, hemos tenido muchos inquilinos morosos. En estos 25 años que hemos alquilado, lo que más me ha sorprendido fue encontrar mis muebles en venta en Wallapop”, arranca Isabel M. al inicio de esta entrevista. “Nos han dejado a deber muchísimo dinero y nos han destrozado la casa tantas veces…”, añade.

Esta mujer forma parte de ese grupo de personas que enfrentan el angustioso calvario de tener a alguien viviendo en su propiedad sin pagar un céntimo, y en más de una ocasión, viéndose obligada a cubrir los gastos de quien, literalmente, vive a su costa.

Isabel M., quien ha preferido no revelar más información sobre su identidad porque, en sus palabras, “aunque han pasado años, mi casa sigue siendo la misma y no quiero problemas,” cuenta a idealista/news cómo ha sido enfrentarse a un moroso o 'inquiokupa', ya que la línea que los separa es difusa.

“A lo largo de 25 años en los que hemos alquilado, hemos tenido cinco o seis inquilinos que han dejado de pagar el alquiler. El arrendatario que más dinero nos debe es el de un piso en Colmenar, que lleva casi 20 años viviendo allí”, comenta. Sí, sigue viviendo allí, confirma Isabel M.: “Este hombre empezó a pagar mal, con retrasos y argucias. Debía tres meses y pagaba uno; luego, pagaba un par de meses y dejaba de hacerlo durante cuatro, y así”, revela.

Confiesa que su marido llevaba la cuenta de la deuda que mantenían con el inquilino hasta que un día la deuda se canceló. “Tenía dos hijas pequeñas y nos daba pena echarle, así que hicimos borrón y cuenta nueva. Cada año tenemos que darle una autorización para que pueda entrar en la piscina. Al principio le decíamos que no, pero, al final, por el tema de las hijas, le concedimos acceso”.

Durante todo el tiempo que el inquilino dejó de pagar, Isabel M. tuvo que abonar las cuotas de la comunidad, ya que incluían la calefacción central del edificio. Pensaron en no hacerlo, pero su abogado les explicó que la ley establece que no pueden permitir que la vivienda se vuelva inhabitable ni coaccionar al arrendatario. Cortarle la calefacción podría ser considerado como coacción.

Acciones que no puedes emprender contra un inquilino moroso.

“Además, hemos tenido más morosos que han dejado a deber tres, cuatro o cinco meses, pero con los tiempos que se manejan en un desahucio, pensamos que no merecía la pena ir al juzgado, ya que tardaríamos más y nos costaría más dinero”, comenta Isabel.

Por ejemplo, narra lo que le sucedió con otra inquilina en una casa en Alcobendas: Dejó de pagar cinco meses y no se iba cuando se lo pedían. “Otra vez, teníamos que hacernos cargo de la comunidad por el mismo tema de la calefacción central. Mi frustración era absoluta”, explica.

En esta ocasión, decidió actuar. “Fui un día a mi casa y hablé con la inquilina. Le dije que qué le parecería si ella trabajara para mantenerme a mí”, recuerda con cierto timbre de enfado en su voz. “Eso es lo que yo estaba haciendo por ella. Por mí se duchaba, comía, usaba la calefacción. Le dije que si no se iba la demandaría. Me pidió una semana para mudarse, y se la concedí. Pero lo peor no había acabado. Lo peor apareció cuando volvimos a tomar posesión de la vivienda”.

Y es que, la inquilina, que era peletera, dejó la casa como un set de rodaje de una película ‘gore’. “Había pieles por todos lados y el trastero era una ruina”, se lamenta Isabel M. “Nos costó más de 1.300 euros limpiar la casa. Cantidad a la que hay que sumar los meses que dejó sin pagar y las obras que tuvimos que hacer para poder volverla a poner en alquiler. No somos ricos y hemos tenido que hacer esfuerzos considerables estos años”, añade.

Sobre esa casa de Alcobendas parece que se cernía una maldición: volvieron a tener morosos. “Se la alquilamos a un matrimonio, él era pintor de arte y ella abogada, que eran primos de una amiga de mi hermana. Dejaron de pagar los últimos meses porque se separaron. Cuando entramos en la vivienda, casi nos da un ataque al corazón. Había comida podrida desde hace meses dentro del horno, en armarios, debajo de la cama…”, comenta.

Y todavía hay más. En esa misma vivienda ocurrió algo que todavía sigue sorprendiendo a Isabel M. “Se la alquilamos a un hombre que parecía muy correcto. Al principio todo bien, pero a los seis meses dejó de pagar. Pero eso no fue lo extraordinario. Un día, buscando muebles en Wallapop, encontré fotografías del salón de esa casa, mi casa, y anuncios en los que se vendían todos mis muebles. Sofás, sillas, mesas… ¡Hasta el microondas!”, exclama. 

Confiesa que debido a la falta de pudor y de respeto del inquilino, no se pudo contener y fue a hablar con él. Y consiguió que se marchara. “Además, este individuo había forrado los muebles con un material aislante que no tiene ni la NASA. Tuvimos que tirar todo y hacer una reforma considerable, otra vez. Hay gente que no tiene vergüenza, ni la tendrá jamás. Creen que los demás vivimos para ellos”, lamenta.

Y recuerda el último moroso al que se enfrentó. “Tuvimos otros inquilinos que pagaban 350 euros de renta. Cuando estalló el COVID, se la bajamos a 250 euros y les dijimos que, cuando tuvieran trabajo, se pusieran al día con un plan de pagos, por ejemplo, pagando 370 o 380 euros. Cuando terminó la pandemia, nos dijeron que la casa se les quedaba pequeña y que se iban a una más grande. No me pagaron la diferencia de esos meses y, además, me pidieron la fianza. No se la di, y me robaron los muebles del patio”.

¿Pero cómo puede ocurrir esto? Isabel lo tiene claro. Las leyes en España son laxas y dan pie a este tipo de situaciones. El plazo mínimo para que se haga efectivo un desahucio es de seis meses, pero normalmente supera holgadamente el año.

“Además, no sabes si vas a poder echarlos si se declaran vulnerables y puede que no recuperes las costas ni la deuda, ya que muchos morosos se declaran insolventes”, comenta Isabel M, quien confiesa que ya no alquila sin contratar un seguro de impago.

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