Si has leído la novela Reina Roja de Juan Gómez-Jurado, habrás visto que el nombre de este arquitecto aparece en el texto. Está detrás de los escenarios de programas tan conocidos como Pesadilla en la Cocina o First Dates y del diseño de restaurantes como Omeraki o Bestial (finalista en los Restaurants&Bars Awards que premian los mejores diseños de restaurantes del mundo).
Justo le acaban de conceder un premio en los Architecture Madrid Awards por un edificio para la universidad UDIT. Vive en una casa al final de un pueblo madrileño y tiene como mascota a una oronda cerda vietnamita, Pepa, que una vez se escapó y la armó buena... Al arquitecto Enrique Barrera, del estudio In design we trust, lo que más le interesa de la arquitectura es lo que no podemos ver con nuestros ojos, lo invisible.
¿Por qué estudió Arquitectura?
Porque siempre había querido estudiar arquitectura. La verdad, me gustaría tener un motivo épico en plan me caí del caballo y me di cuenta de que tenía que ser arquitecto. Pero desde que recuerdo siempre me ha gustado ser arquitecto. Siempre me ha gustado la idea romántica que yo tenía de ser arquitecto, que no tiene nada que ver con la realidad. Me gustaban los dibujos de Miguel Ángel, Leonardo, estos dibujos tan bonitos. Y yo quería hacer eso. Pensaba que un arquitecto hacía esas cosas, capiteles y acuarelas y cosas así. Y luego creo que me habría influido que mi abuelo era ingeniero de caminos en el Ejército. Murió mucho antes de que yo naciera, pero mi padre conservaba una especie de cuadernito con sobres y recortes de cosas que él dibujaba, trozos de pequeños proyectos. Me fascinaba pasar esas hojas.
¿Qué es lo que más le gusta de ser arquitecto?
Lo que más me gusta es a la vez lo que más me disgusta. Juan Gómez-Jurado, el escritor es amigo. Un día le acompañé a una oficina de correos y me notó que estaba así como absorto mirando la oficina. Y me dice ¿qué haces? Y le dije: estoy pensando qué cosa más horrorosa de sitio para trabajar. Y me explicó una palabra alemana, no sé si lo voy a decir bien, weltschmerz. ¿Sabes lo que significa? Es la melancolía profunda que provoca la distancia entre lo que las cosas son y lo que podrían ser. Y eso es lo que te está pasando. Y efectivamente, me pasa continuamente. Creo que soy arquitecto para cambiar cosas. Creo que es lo que más me gusta y lo que a la vez me provoca hasta dolor, ver las cosas que podían ser tan bonitas y con el mismo esfuerzo no lo son. Lo más importante de la arquitectura es lo invisible, no son los materiales. Hay una dimensión que nuestra época está ya cada vez más denostada, que es una dimensión espiritual, una dimensión invisible. Digamos que tiene que ver con la geometría, con la poética, y solo nos fijamos en los materiales.
¿La buena arquitectura tiene que ser cara?
En absoluto. La buena arquitectura no tiene nada que ver con el precio. Tiene que ver con esas otras solicitaciones que comentábamos, que son invisibles. Louis Kahn distinguía entre forma y diseño. Cualquier objeto, una cuchara, un tenedor. Si yo digo cuchara, tú te imaginas una cuchara determinada. Pero lo que hace la forma cuchara es lo que comparten todas las cucharas. Luego la cuchara que tú te estás imaginando depende de tu cultura, de cuestiones económicas, de algo coyuntural. Eso es lo que él llama diseño. Pero la arquitectura se desarrolla en ese plano, primero en el de la forma. Luego lo haces. Se hace con lo que se tiene. Si tienes barro, lo haces con barro. Pero la arquitectura está por encima de eso. Pertenece al mundo de las ideas. De hecho, puede haber arquitectura que ni siquiera esté construida y sigue siendo arquitectura.
Ha diseñado escenarios de programas de televisión muy conocidos, ¿por cuál empezó?
Por Pesadilla en la cocina. Este programa para el espectador es un programa de televisión, pero para la persona que pone su imagen y su negocio a disposición de las cámaras es una obra real. Entonces, hace falta tener una doble visión que satisfaga las dos partes. Probaron fortuna conmigo y salió muy bien. Hicimos el primer programa que se llamaba La Tana en 36 horas. Tuvimos que cambiar todo el local y fue algo espectacular. Y a partir de ahí vinieron 50 o 60 más, uno prácticamente cada semana. Una locura, pero maravillosa. Yo seguía con mi estudio de arquitectura con normalidad, pero esa productora empezó con más programas y me propusieron algunos. La arquitectura tiene un problema: maneja unos tiempos muy lentos, desde que empiezas un proyecto hasta que lo terminas a lo mejor pasan tres años. Sin embargo, la televisión te permite ser ágil y probar cosas, es más entretenido. Y de esa productora salieron unos cuantos programas. ¿Quién quiere casarse con mi hija? First Dates y algunos otros.
También cuenta en su haber con varios proyectos de restaurantes…
A raíz de Pesadilla en la cocina empecé a relacionarme con chefs y poco a poco me fui introduciendo en ese mundo. El primero fue Inclán, porque era una zona por la que pasaba Valle-Inclán realmente. Y no sé cuántos años después estamos haciendo Bestial con la misma empresa. Entre medias me fui relacionando con varios chefs. Tenemos conversaciones muy interesantes porque los chefs tienen una manera de pensar sorprendentemente parecida a los arquitectos. O al revés. Los platos los diseñan también, dibujan para diseñar un plato pero tienen la ventaja que no cargan con la mochila del Renacimiento y la presión de los estilos y todas estas cosas. Tienen mucha más libertad. En esas conversaciones tan bonitas salieron cosas y salió por ejemplo Omeraki. Está mal que yo lo diga pero es un espacio verdaderamente diferente y mágico.
¿Con qué proyectos está en la actualidad?
No me gusta mucho hablar de ellos porque cuando estás trabajando en algo hay una nebulosa en la que todo puede pasar.. Te puedo decir que estoy trabajando con una importante bodega de vinos, Habla, en Trujillo. También con una vivienda singular en un pueblecito de Extremadura, en un par de restaurantes más, uno en Suiza y otro por el norte de España. Estoy preparando un máster que va a ser muy bonito y también un podcast.
¿Qué es la arquitectura biodinámica?
Es un término que me he inventado yo, en realidad está tomado de la agricultura biodinámica que tiene en cuenta el movimiento de los astros, no se puede introducir cosas que no hayan sido producidas dentro del propio territorio, cosas así. Esas características las intento trasladar a la arquitectura.
Háblenos de esta casa y esta parcela (el arquitecto vive en la última casa de este pueblo madrileño y no es una forma de hablar...)
Justo antes de que explotara la crisis estaba buscando dónde instalarme para vivir. Estaba buscando hacerme un loft en Madrid y por casualidad descubrimos una parcela grande que entre un amigo mío y yo dividimos y nos vinimos aquí a disfrutar de estos horizontes, un campo de olivos. Intentamos hacer una vivienda que nos anclara a un territorio. Mi mujer viene del sur. Mi padre era del sur, mi madre, gallega. Hicimos una casa apegada al suelo pero que a la vez nos permitiera alcanzar la copa de los árboles. Luego es una casa que está hecha de fragmentos, de cosas que encierran recuerdos. Hay unas rejas que están tomadas del Colegio de Arquitectos cuando se derribó la Iglesia de San Antón. Hay cosas del pueblo de mi mujer, de sus padres, de la historia de los míos.
¿Tienen incluso un patio?
Sí, una versión de un patio andaluz un poco particular. Esta casa es a la vez casa y estudio y el patio nos sirve para articular las dos zonas y nos recuerda esa relación muy andaluza con el exterior.
Llama la atención que está hecha con materiales vistos…
A esta casa le pusimos de nombre Wabi sabi. El wabi sabi es una especie como de sentimiento, una palabra japonesa que expresa un sentimiento, la capacidad que tienen las cosas de enriquecerse con el envejecimiento. Viene de la época feudal en Japón cuando pasando una crisis enorme, no tenían con qué agasajar a los nobles de la época y entonces empezaron a desarrollar un sentido de la estética por cosas cotidianas. Ese concepto me encanta, esta idea de que el tiempo se tiene que manifestar y es bello frente a nuestra sociedad actual que parece que siempre tienes que ser joven. Entonces todos los materiales que utilizamos en la casa no necesitan pintarse y muestran sus cualidades. No hay por qué esconderlas.
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