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El centro Yutjuwala Djwarr Aged Care está ubicado en Nhulunbuy (Arnhem) y ha sido concebido por el estudio Kaunitz Yeung Architecture y la comunidad Yolŋu.
Yutjuwala Djwarr Aged Care Brett Boardman

En un remoto rincón del Territorio del Norte (Australia), donde la tierra se inunda seis meses al año y las conexiones por carretera desaparecen, una comunidad indígena ha conseguido algo extraordinario: construir un centro asistencial que honra su cultura, su historia y a sus mayores.

Yutjuwala Djwarr Aged Care, que significa "Pequeño Cielo", es el nombre de este nuevo centro ubicado en Nhulunbuy, en la Tierra de Arnhem, a más de 1.000 kilómetros de Darwin. Concebido a lo largo de tres años de trabajo conjunto entre el estudio Kaunitz Yeung Architecture y la comunidad Yolŋu, el proyecto ha surgido como respuesta a una necesidad urgente, pero también como un acto de resistencia cultural y dignidad.

Su principal singularidad está en su forma, con las habitaciones dispuestas como hojas de palmera, cada una separada por jardines.
Forma de palmera Brett Boardman

Arquitectura con identidad y pertenencia

Durante más de dos décadas, la comunidad Yolŋu reclamó un espacio donde sus ancianos pudieran envejecer y morir en sus tierras, y no a cientos de kilómetros, lejos de los suyos. En la cosmovisión aborigen australiana, morir fuera del país (las tierras y aguas a las que están espiritualmente ligados) se considera una profunda ruptura.

Las zonas comunes están conectadas de manera orgánica, sin barreras visuales ni jerarquías.
Zonas comunes Brett Boardman

El estudio liderado por David Kaunitz se sumó a esta lucha diseñando un centro que es, en sus palabras, “una forma de garantizar continuidad cultural, en lugar de imponer un modelo externo de cuidados”. Aquí, la arquitectura se convierte en mediadora entre tradición y modernidad, entre lo institucional y lo comunitario.

El centro ha sido construido en unos antiguos campos de hockey rodeados de banianos. Cuenta con 32 habitaciones, una de cuidados paliativos y una unidad de diálisis. Pero su singularidad no está en los números, sino en su forma; las habitaciones se distribuyen dispuestas como hojas de palmera, cada una separada por jardines, con amplias verandas que permiten dormir al aire libre, luz natural y ventilación cruzada.

Las fachadas están revestidas con listones de corteza fibrosa mecanizados localmente.
Listones de madera en fachadas Brett Boardman

No hay pasillos. No hay largos corredores impersonales ni zonas estériles. Cada habitación tiene tres vistas al exterior. Las zonas comunes están conectadas de manera orgánica, sin barreras visuales ni jerarquías. Como destaca el estudio, se trata de un entorno diseñado para “romper con la estética institucional y crear un espacio verdaderamente habitable”.

Memoria y diseño desde la comunidad

El enfoque sostenible y culturalmente enraizado se refleja también en los materiales utilizados. Las fachadas están revestidas con listones de corteza fibrosa mecanizados localmente por Gumatj Corporation, una empresa de propiedad indígena. La madera proviene de árboles recuperados de una mina cercana, integrando así el ciclo natural del lugar en la misma estructura del edificio.

Además, el paisajismo fue una parte central del proceso: la mayoría de las plantas fueron cuidadas por miembros de la comunidad Yolŋu en viveros locales, aportando tanto conocimiento ancestral como autonomía.

La mayoría de las plantas fueron cuidadas por miembros de la comunidad Yolŋu en viveros locales.
Plantas locales Brett Boardman

Asimismo, las agrupaciones de las habitaciones atienden un plano simbólico, ya que permiten adaptarse según los protocolos culturales de los clanes, mientras que los espacios comunes están pensados para propiciar encuentros, rituales y cuidados desde una perspectiva colectiva.

“El mayor logro de este centro es ofrecer cuidados culturalmente seguros, permitiendo que los mayores vivan y mueran en el entorno que les pertenece, cerca de su familia, su lengua y sus paisajes”, resume el estudio.

Por otra parte, la residencia cumple con todas las exigencias técnicas y sanitarias del gobierno australiano, pero va mucho más allá. Su verdadera innovación no está en los planos, sino en cómo logra habitar dos realidades existentes como son la normativa estatal y la espiritualidad Yolŋu.

Cada una de las 32 habitaciones tiene tres vistas al exterior.
Habitaciones exteriores Brett Boardman

“Este no es solo un edificio. Es un lugar de continuidad, de transmisión, de resistencia”, afirman desde el estudio. En una época en la que tantas soluciones se imponen desde fuera, este centro demuestra el poder de diseñar desde dentro, con y para las personas.

Y así, en el corazón de la Tierra de Arnhem, rodeado de selva y memoria, el "Pequeño Cielo" se alza como un modelo de arquitectura comprometida, sensible y transformadora.

El paisajismo fue una parte central del proceso.
Paisajismo Brett Boardman

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