¿Cómo pueden ser nuestras ciudades más amables y humanas? Este pensador nos da la fórmula: romper con el urbanismo que conocemos.
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Lucía Martín (Colaborador de idealista news) ,

Carlos Moreno ha estado en Madrid para promocionar su libro La revolución de la proximidad. De la ciudad mundo a la ciudad de los quince minutos (Alianza Editorial). Moreno, director científico y cofundador de la cátedra “Emprendimiento, Territorio e Innovación” en la Universidad Panthéon-Sorbonne, es también consejero en materia de urbanismo de Anne Hidalgo, la alcaldesa de París.

La ciudad de los 15 minutos que defiende Moreno es la que permite al ciudadano tener garantizadas seis necesidades esenciales con traslados de un cuarto de hora: vivienda, trabajo, compras, educación, salud y ocio. En esta entrevista habla de urbanismo, de sostenibilidad y de cómo puede Madrid conseguir ser esa ciudad de los 15 minutos.

Se critica en redes algo que puede parecer muy lógico: tener todo a mano, a quince minutos… ¿Cómo se puede acometer cualquier cambio en las ciudades cuando todo se politiza?

Es una tarea que se vuelve cada vez más complicada. Ante el cambio climático como amenaza global en las ciudades, no solamente para los ciudadanos, sino para la civilización humana, en este siglo es necesario tener coraje político. Y cuando hablo de política no hablo de partidos, no hablo de color, hablo de la raíz política, polis, que en griego significa el interés por las cosas. El interés por las cosas es el bien común, todo aquello que nos permite mejorar la calidad de vida.

Cuando Madrid implantó Madrid Central, generó muchísimas críticas, ¿los cambios son dolorosos?

Hablas de Madrid Central, y las polémicas que suscitó, pero si cambias Madrid y pones París, Londres, New York, Buenos Aires, Bogotá, Seúl…. es lo mismo. Queremos cambiar el modo de vida para tener menos impacto sobre el clima, para disminuir el incremento de temperatura. Hablamos de mejorar los servicios, de tener un aire más respirable, una ciudad más amigable, una economía más próspera localmente, tener espacio para los niños, los mayores… Estamos hablando de darle de nuevo a la ciudad el carácter humano que perdió hace 70 años por el abuso del espacio público dedicado esencialmente a los autos. Creímos con el urbanismo moderno que el éxito de una ciudad era de ir cada vez más rápido y más lejos, convirtiéndonos en humanos centauros, mitad humano y mitad auto. Y cambiar ese modelo hoy efectivamente choca con aquellos que consideran que eso es normal y que significa libertad. La libertad de estar tres horas en un atasco.

Cuando hablamos de ciudades de 15 minutos, estamos hablando de una ciudad social, de lugares que sirven para múltiples cosas

En su libro habla del parón que supuso para las ciudades la pandemia sin embargo, hemos vuelto a las mismas condiciones anteriores: atascos de coches con una única persona dentro…

Antes de la pandemia se pensaba que trabajar a distancia era fomentar la holgazanería. Y hemos visto que sucede lo contrario, incluso la productividad ha aumentado. Cuando hablamos en Madrid de la M-30 y los autos con una sola persona, estamos colocando el dedo en la llaga y donde duele porque estamos hablando de ese auto solismo que privatiza el espacio público de todos sin generar economía, sin generar comercio local, interacciones sociales. No es una cuestión de autos o no autos. Lo que sí es una realidad es que este tráfico atenta contra la calidad de vida y contra la salud. No es posible, más aún cuando tenemos alternativas de transporte público. No es una cuestión de autoridad, es una cuestión de lo que ofrecemos como futuro. No solamente a nosotros, sino a nuestros hijos y nietos. Porque de esto depende el futuro. Es indispensable cambiar la mentalidad.

¿Y cómo se cambia esa mentalidad?

Los cambios de mentalidad en la vida urbana obedecen a un principio, y vamos a repetirlo tres veces. Educación, educación, educación. Hay que educar a la gente en sus cambios indispensables. Hay que explicar. Generacionalmente, ese cambio está en marcha. The Economist publicaba que los jóvenes, cuyos padres van en coche como valor fundamental social, ya ni siquiera están pasando el carnet.

Estamos hablando de una época cuando ciertas clases sociales iban a hacer sus compras en carroza tirada por caballos y se paraban delante del almacén, entraban y salían. Esta imagen es la que se quiere preservar, que tienes que entrar en auto hasta tu oficina o hasta el lugar donde vas a comprar el periódico o el pan. Aquellos que se resisten finalmente creo que el mundo los está llevando a desistir. Porque cuando ofreces peatonalización y te dicen que el comercio se va a acabar, todas las estadísticas demuestran lo contrario. El comercio se incentiva más con peatones porque nunca hemos visto un auto entrando a una tienda a comprar. En cambio, peatones, muchos.

Carlos Moreno
Carlos Moreno, urbanista idealista/news

¿Cómo se consigue la ciudad de los 15 minutos cuando el precio de la vivienda, en compra o alquiler, echa fuera de los núcleos urbanos a los propios vecinos?

Lo primero, hay que romper con 70-80 años de urbanismo moderno basado en la zonificación, en la especialización: los barrios corporativos, los turísticos, los residenciales, de clase media… Estamos en 2023 y vivimos con un esquema de zonificación que segrega económicamente, en función de tus ingresos, y segrega culturalmente. Además, con las plataformas digitales alquilas pisos completos solamente para que la gente visite la ciudad y entonces se sustraen del alquiler normal de los que querían vivir ahí y los expulsas. Estamos obedeciendo a raseros que no tienen que ver con la calidad de vida de la población, sino que beneficia a ciertos sectores. Por esa razón, cuando hablamos de ciudades de 15 minutos, estamos hablando de una ciudad social, de lugares que sirven para múltiples cosas. Y estamos hablando de reinventar un turismo sostenible, porque hay muchos lugares espectaculares que no se conocen porque no forman parte de la lista de los diez que hay que visitar en unos buses dobles en el que traes a los turistas que se quedan 24 o 48 horas.

¿Pero cómo se consigue esa transformación?

Estamos hablando de una hoja de ruta y de una palabra que eriza los pelos a los conspiracionistas, la palabra regulación. Las ciudades no pueden vivir bajo la ley de la selva. Deben tener una regulación con los pisos, con lo que se acepta como turismo, con lo que se acepta como precios. Portugal acaba de regular los pisos de alquiler y muchas ciudades están regulando las reservas de Airbnb. El centro de gravedad recae en los alcaldes y alcaldesas, en aquellos que están en el gobierno local, que deben practicar una política de bien común que tenga esa regulación como elemento indispensable.

¿Se refiere a una regulación de los precios de alquiler?

No hablo de regulación del precio del alquiler, hablo de regular la accesibilidad al conjunto de los servicios en la ciudad, dentro de los cuales está la forma de alojarse. Los pisos de estas plataformas están desocupados un 70% del tiempo. Eso sí debemos combatirlo y el mercado no lo autorregula. Un piso vacío es pérdida de comercio local, es pérdida de restaurantes, es pérdida de compras, de proximidad. Es todo un ecosistema el que disminuye por cada piso que está vacío un 70% del tiempo. En su inicio, Airbnb debía permitir completar un ingreso. Hoy es un nuevo modelo económico basado en lugares vacíos con pérdida de interacciones. La llave te la dejan en una cajita con un código, te envían el código y ya ni siquiera ves a nadie. El único empleo que se crea es el de las personas de servicios que hacen el aseo antes y después. Entonces estamos deshumanizando la ciudad y a eso hay que darle con una regulación que impida que esto suceda de esta manera tan masiva.

¿Puede darnos ejemplos de ciudades de los 15 minutos?

Los 15 minutos que he tomado como concepto se traduce en la práctica en muchas implementaciones, con nombres propios, porque esto no es un dogma, no es la tabla de diez mandamientos, es humanismo urbanístico. En Australia se llama Los vecindarios de 20 minutos, muy desarrollado en Melbourne, Sidney. En Ottawa se llama el vecindario de los diez minutos. En Buenos Aires se llama el microcentro humano, en Bogotá, los barrios vitales. Cada ciudad adapta en función de su contexto, de su cultura.

¿Y qué está haciendo Madrid para transformarse?

Hemos tenido presencia de Madrid en seminarios internacionales, tenemos un grupo de reflexión europeo del que forma parte Madrid y Barcelona. Hacemos seminarios dos veces al año. El equipo técnico de urbanismo de Madrid ha hecho muy buenas presentaciones de cómo podría ser aplicado el concepto. Técnicamente es muy viable, pero las decisiones en las ciudades son decisiones políticas. Y ya no hablo de polis en el sentido del bien común. Hablo de gobiernos políticos que tienen un programa. Bueno, muchas veces algunos no tienen programa, pero actúan en función del nivel de popularidad. En el caso de Madrid no he visto una hoja de ruta que diga ésta es la dirección en la que vamos.

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