Sin salir de Viena puedes viajar a otro país, el más pequeño del mundo y cuya sede es una construcción esférica.
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República de Kugelmugel
República de Kugelmugel Lucía Martín

Viena es conocida por sus incontables castillos y palacios. Su magnífica ópera. Su tarta Sacher (que nos parece cuenta con una reputación desmesurada, para ser honestas) y por supuesto, por Isabel de Baviera, la emperatriz Sissi. No hay duda alguna de que el que acuda a visitar la capital austríaca tendrá, a nivel monumental y cultural, miles de reclamos que captarán su atención. 

Uno de ellos, de visita obligada si se viaja con niños es el parque de atracciones Prater que cuenta con la noria más antigua de Europa: un artilugio de hermosas y espaciosas cabinas de madera que alcanza una altura de casi 65 metros. La noria se construyó en 1897 para celebrar el 50 aniversario del reinado del emperador Francisco José I. La noria es ya un icono de la ciudad: el parque, de aire bastante kitch, merece un paseo… Quizás tus pasos te lleven hacia uno de los laterales y te des de bruces con una construcción circular rodeada de alambradas y con algunos carteles que, de primeras, no entenderás: ¿qué hace esto aquí si no es una atracción? ¿por qué pone plaza del antifascismo en los carteles?

Casi sin saberlo habrás acabado en la República de Kugelmugel, así, sin salir de tu paseo de Viena y sin necesidad de pasaporte. ¿Qué es esto? De primeras es una esfera de madera de ocho metros de diámetro. Pero también es el país más pequeño del mundo, veamos cuál es su historia.

Corría el año 1971 cuando el artista Edwin Lipburger viajó a un campo de su propiedad localizado a unos cien kilómetros de Viena. Colocó allí un pilar de madera con la intención de que sirviera de soporte para un taller artístico. Pero no iba a ser la típica cabaña de madera, sino que el artista hizo un taller esférico, una bola de madera de unos 8 metros de diámetro que se sujetaba en ese pilar central. Le puso varias ventanas, protegió el exterior con chapas de zinc y colocó un puente levadizo para poder acceder al interior.  Sin embargo, el artista, a pesar de que levantó la construcción en su propiedad, no había solicitado ningún permiso de construcción y ya sabemos que estas cosas no gustan a las administraciones en general.

Así que unos días después se presentaron unos técnicos que vinieron a decirle que no solo había levantado ese taller sin autorización, sino que, además, en Austria no estaban permitidas las construcciones redondas, vaya usted a saber por qué, y que tenía que tirar su taller. El artista no reculó y dijo que entonces se iría de Austria, pero en vez de irse físicamente decidió que esa bola sería un país independiente. “Lipburger se juntó con varios colegas, plantó unos carteles y primero declaró que la esfera era el décimo Estado de Austria y después que se constituía como República Independiente. Llegó a colocar unas señales en la carretera y hasta una garita aduanera con un paso fronterizo. Se suponía que el asunto no era más que una performance artística”, cuenta Pedro Torrijos en su libro La pirámide del fin del mundo y otros territorios improbables. 

Tienen bandera y oficina de cultura

Pero poca broma porque Hacienda, que somos todos, también los austriacos, entró en juego en esto que podría considerarse una pantomima en toda regla. El fisco le reclamaba los impuestos de dos años, pero el artista dijo que él no pagaba porque no era austriaco sino ciudadano de la República de Kukelmugel y estuvo así, sin pagar, durante ocho años. Tras ese plazo el Estado le condenó a medio año de cárcel pero no por no pagar impuestos, sino porque había colocado señales de carretera muy parecidas a los oficiales y eso confundía a los conductores. Lipburger fue a la cárcel pero al más puro efecto Streisand, la movida generó tanta atención que salió en todos los medios y la República de Kugelmugel fue acumulando acólitos que pedían la nacionalidad de este diminuto país aunque solo fuera por llevar la contraria al Estado.

“Tras pasar diez semanas en prisión y viendo la repercusión de la historia, el canciller indultó a Lipburger con una condición: debía ceder la propiedad de Kugelmugel al Estado”, explica Torrijos.

El artista dijo sí, pero pidió seguir utilizando la instalación como taller artístico. En 1980 trasladaron la esfera al parque Prater de Viena, donde el artista y su hijo siguieron con la performance: pusieron alambrada, garita aduanera y fijaron una dirección diferente, que no es la de Prater, sino el número 2 de la Antifaschismusplatz, la Plaza del Antifascismo. Cuentan también con bandera, con embajada y con oficina de cultura que está en una cervecería. 

El artista falleció en 2015 pero su hijo ha continuado con su legado del que participan unos 600 ciudadanos con los que cuenta este país. El más pequeño del mundo, tanto que cabe en una esfera.

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