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“A pesar de los importantes avances logrados en los últimos años, el sector bancario español sigue enfrentándose a retos significativos. Tras la crisis y el posterior proceso de reestructuración y saneamiento del sector, la recuperación económica de los últimos años ha contribuido a un descenso de la morosidad y a un aumento de la rentabilidad. No obstante, los efectos de la crisis sobre la posición financiera de las entidades distan de haber desaparecido completamente”. Con este mensaje arranca el capítulo que ha dedicado el Banco de España al sector en el Informe Anual 2017.

En este documento, el organismo ha repasado el tamaño de la reestructuración de la banca (el número de entidades y de oficinas se ha desplomado) y ha enumerado los retos que todavía tiene pendiente, entre los que destacan la desinversión en ladrillo, la mejora de la rentabilidad, la reducción de la morosidad y los gastos, y la adaptación al nuevo marco competitivo y regulatorio.

Su mensaje cobra una especial relevancia en una economía tan bancarizada como la española (los cinco mayores grupos representan el 70% del negocio en España, unos 20 puntos porcentuales por encima de la media comunitaria), ya que sector es una pieza clave para contribuir al crecimiento económico y la creación de empleo.

Resumimos los mensajes que ha mandado el Banco de España al conjunto del sistema:

1. Reducir los activos improductivos. El organismo pide al sector que continúe limpiando su balance de activos improductivos (inmuebles adjudicados, créditos dudosos...). El sector lleva años soltando lastre y todo apunta a que en 2018 batirá un nuevo récord, aunque siguen siendo necesarios más esfuerzos en este sentido.

“En 2013, el momento de mayor deterioro de los balances bancarios, los préstamos dudosos en las operaciones con la clientela nacional alcanzaron casi 200.000 millones de euros, lo que supone ocho veces más que en la anterior crisis (1994). Adicionalmente, tenían activos inmobiliarios adjudicados por cerca de 80.000 millones de euros de valor contable bruto. Cuatro años después, los primeros se habían reducido a la mitad (unos 94.200 millones), pero permanecían aún en niveles elevados, mientras que los segundos habían caído a 58.000 millones de euros”, sostiene el informe. De hecho, prevé que a finales de 2020 la cifra de activos improductivos continúe por encima de los 50.000 millones de euros. El máximo histórico se alcanzó en junio de 2012 con 96.000 millones.

2. Reducir la morosidad. Vinculado al punto anterior, el regulador recuerda a las entidades que la morosidad no solo daña sus resultados y capital, sino que tiene implicaciones adicionales sobre toda la economía.

“Supone el desvío de recursos humanos y materiales hacia su gestión, lo que impide que estos se utilicen en otras actividades, incluyendo la realización de nuevas operaciones de crédito. Por otro lado, su mantenimiento introduce un elemento de incertidumbre adicional sobre la calidad y valoración del activo de las entidades, que podría contribuir a encarecer su coste de financiación. De una u otra forma, ello se puede traducir en un endurecimiento de la oferta de crédito”, insiste el Banco de España.

De momento, las mayores tasas de morosidad se siguen produciendo en préstamos a empresas constructoras e inmobiliarias. Y es que, a pesar de la fuerte corrección que se ha producido en los últimos años, todavía se mantiene cerca al 20%.

3. Mejorar la rentabilidad. Recuperar la rentabilidad del negocio bancario es otro de los retos más acuciantes del sector. A pesar de que ha vuelto a terreno positivo, todavía no ha recuperado los niveles registrados antes de la crisis.

Antes de 2008, la rentabilidad de los recursos propios llegó a situarse cerca del 20%, mientras que en 2012 llegó a rondar el -25%. Desde 2013 está creciendo, pero sigue por debajo del 10%. Países como Australia, Canadá, Estados Unidos, Suecia, Japón o Francia tienen una rentabilidad superior, aunque el dato español supera la media europea. Italia, Reino Unido y Alemania, sin ir más lejos, registran una rentabilidad inferior.

Entre los factores que explican estos índices bajos destacan el impacto de la morosidad, la contracción de la actividad local y los bajos tipos de interés, mientras que la principal consecuencia es que está lastrando las valoraciones de los bancos, cuyas acciones “se encuentran generalmente por debajo de su valor contable”, aclara el regulador.

4. Segur reduciendo gastos. La crisis puso de manifiesto la insostenibilidad del fuerte crecimiento previo del crédito en España y desencadenó un intenso proceso de corrección. Entre 2000 y 2008, los activos totales y el crédito bancario a la clientela en nuestro país se elevaron hasta el 266% y 158% del PIB, respectivamente. Desde entonces, ambos han corregido una buena parte del ascenso.

Durante la expansión, los ingresos bancarios crecieron con alegría, pero la caída del crédito por la crisis, la disminución de las comisiones y el descenso de los tipos de interés se comieron gran parte de dichos ingresos. Tal ha sido el recorte que ni siquiera la reducción de costes (supresión de plantilla, sucursales...) ha logrado revertir completamente la tendencia.

“A corto y medio plazo, no cabe esperar un retorno a los elevados saldos de crédito bancario registrados durante la anterior expansión, por lo que las entidades deberán perseverar en la búsqueda de fuentes alternativas de ingresos y en el control de sus costes”, indica el Banco de España.

5. El nuevo marco regulatorio. Los últimos cambios regulatorios en el sector financiero buscan delimitar las circunstancias en las que a las entidades bancarias con problemas les corresponden los procesos de liquidación o resolución, como ocurrió el pasado verano con el caso de Popular, que acabó en manos de Santander.

En este sentido, el informe recoge que “la crisis financiera global generó una respuesta regulatoria amplia, que incluyó el reforzamiento de los estándares de solvencia y la introducción de requerimientos de liquidez y resolución, bautizada como Basilea III. La primera fase de reformas, diseñada entre 2010 y 2011 y que entrará en vigor a finales del año que viene, se centró en mejorar la cantidad y calidad del capital bancario o el desarrollo de estándares de liquidez. Introdujo también nuevos requisitos de liquidez a corto (30 días) y medio plazo (un año), exigiendo un volumen mínimo de activos líquidos (como, por ejemplo, los valores representativos de deuda soberana) con respecto a las necesidades de financiación calculadas en escenarios de tensión, para el plazo correspondiente”.

Según el regulador, estas medidas están favoreciendo una mejora de los indicadores de solvencia de los bancos españoles, que superan por poco los niveles de endeudamiento de sus homólogos europeos y están en línea en términos de liquidez. No obstante, y como consecuencia de las novedades regulatorias, los bancos europeos y españoles deben afrontar nuevos requisitos contables desde este año. En el caso doméstico, además, se espera la llegada de la nueva ley hipotecaria para este primer semestre.

“Los cambios normativos introducidos y los que todavía están pendientes de definir suponen una alteración significativa del marco en el que operan las entidades al que todavía deben terminar de adaptarse. Desde un punto de vista agregado, el posible impacto negativo sobre la rentabilidad bancaria de algunos de los desarrollos normativos recientemente aprobados o en vías de adopción debería compensarse con la mayor estabilidad de los sistemas bancarios”, recalca el regulador.

6. Nuevos competidores del negocio. Por último, a la lista de desafíos se suma la creciente desintermediación financiera que se produce por los avances tecnológicos.

¿Y qué piensa el Banco de España de todo esto? Este escenario “implica que las entidades necesitan aumentar su inversión en innovación, con el consiguiente aumento de costes en el corto plazo, para anticiparse a los posibles cambios en su entorno de negocio. La irrupción de las nuevas tecnologías en los servicios financieros puede suponer un cambio fundamental en la forma de operar y relacionarse con la clientela si no se quiere perder cuota de mercado. Este reto resulta aún más complejo si se tiene en cuenta el entorno actual de baja rentabilidad y la incertidumbre existente sobre la viabilidad de los distintos proyectos”, concluye el organismo.

Y es que los cambios no solo vendrán por la demanda creciente de acceso inmediato desde distintos lugares y canales a una amplia gama de servicios financieros, sino que también supondrá la llegada de nuevos competidores en distintas áreas de negocio vinculados tradicionalmente a la banca.

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