
Los ecomuseos fueron creados en la década de los 70 del siglo XX como un nuevo modelo de centro cultural orientando su discurso y actividades a la identidad del territorio y a la participación de sus habitantes, con el fin de buscar el bienestar y desarrollo de la comunidad.
Surgido en Francia, el concepto de ecomuseo se expandió por todo el mundo, influyendo en museos ya creados y de nueva creación. A día de hoy, se sigue fomentando la creación de ecomuseos, como en Niterói (Brasil), donde se ubica el Ecomuseo de Piratininga, un espacio donde exhibir arte y conocimiento que actúa como agente activo en la comunidad.

Arquitectura al servicio de la naturaleza
El Ecomuseo de Piratininga, diseñado por el estudio holandés Kaan Architecten en colaboración con otras firmas locales como UrbSP y Embya, está situado en el parque Orla Piratininga, a orillas de la laguna del mismo nombre, y se levanta como el núcleo de un ambicioso proyecto de recuperación ambiental.
La intervención arquitectónica se enmarca en una estrategia de restauración ecológica que abarca 720.000 m2. Para ello, se han implementado técnicas como la reforestación con especies autóctonas y la creación de “jardines filtrantes” que actúan como sistemas naturales de depuración del agua.
Según el estudio, estos jardines filtrantes, ubicados en la desembocadura de un afluente que desemboca en la laguna, “representan un espacio ajardinado que se puede visitar y que ofrece la oportunidad de descubrir los humedales, un entorno a menudo inaccesible”. Con esta actuación, el paseo se convierte en una experiencia educativa y sensorial para conocer la biodiversidad del lugar.

Por otra parte se encuentra el museo cuya arquitectura, concebida como un “foro protegido”, se caracteriza por su techo en voladizo que se extiende más allá de los límites del edificio, creando sombra, modulando la luz natural y favoreciendo la integración con el entorno.
Para el estudio, “el techo define la presencia del museo. Se extiende como una estructura en voladizo que modula la luz natural y fomenta un ambiente acogedor”.

Un museo comunitario
El Ecomuseo cumple una función que va más allá de lo expositivo; se ha convertido en un espacio de encuentro y convivencia para los habitantes del barrio. Su diseño abierto, con grandes ventanales y puertas que conectan directamente con el parque y la laguna, refuerza su papel como catalizador social.
“Sirve como el nuevo corazón palpitante del barrio, garantizando la sostenibilidad a largo plazo del parque ecológico mediante la educación de los niños locales sobre la importancia de la conciencia medioambiental”, afirman en el estudio.
El edificio alberga también oficinas, un restaurante y un almacén de kayaks, lo que lo convierte en un punto de partida para explorar el entorno natural. En su interior, una escalera central conecta los dos niveles del museo, rodeada de espacios expositivos revestidos en madera de cumarú, una especie sudamericana que aporta calidez y durabilidad.

También se debe destacar el papel inclusivo del museo. Según cuentan en el estudio, “en el centro de esta transformación se encuentra el Ecomuseo, que se ha convertido en una poderosa herramienta para la inclusión social, yendo mucho más allá de su función como espacio expositivo”.
Este enfoque integral, que combina arquitectura, ecología y comunidad, demuestra que el diseño puede ser mucho más que estética, puede, en definitiva, ser una herramienta de cambio. El Ecomuseo de Piratininga no solo embellece el paisaje, sino que lo sana, lo protege y lo conecta con quienes lo habitan.


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