
Una de las fotografías más sobrecogedoras que uno puede tomar en Perú no es cuzco, la ciudad de los Incas, o Nazca, donde los indígenas dibujaron gigantescos geoglifos. La imagen más impactante está alrededor de Lima, en enormes planicies desérticas. A lo largo de muchos kilómetros cuadrados se extienden miles de casitas hechas de cartón, ladrillos y chapa, donde viven decenas de miles de personas.
Son peruanos que emigraron tiempo atrás del campo a la capital, que viven en la economía sumergida y que, a falta de vivienda, se han construido su propia ciudad invadiendo terrenos del estado: son los ‘pueblos jóvenes’.
Muchos de los habitantes de estas gigantescas favelas vinieron aquí huyendo de las matanzas de Sendero Luminoso, un grupo terrorista maoísta que produjo más de 20.000 asesinatos en los años 80 y 90 hasta que el presidente Fujimori capturó a su líder y lo metió en prisión. Por eso, aún se pueden ver chabolas con la efigie del ahora polémico presidente Fujimori.
El agua es el elemento más difícil de conseguir en los pueblos jóvenes y se paga al mismo precio que los mejores barrios de Lima. Caravanas de camiones llevan todos los días agua a estas aglomeraciones humanas porque el Gobierno por desgracia no ha conseguido crear un servicio público decente.
Más fácil ha sido traer la electricidad a los pueblos jóvenes, pero como suele ser en estos casos, se piratea de la red pública.
Para los antropólogos, el rápido crecimiento de los ‘pueblos jóvenes’ y su forma de organización es un laboratorio que les permite estudiar la gentrificación: la transformación de un barrio pobre en otro con mejores condiciones.
En algunos ‘pueblos jóvenes’, la propia comunidad ha logrado sufragar con sus escasos ingresos colegios privados y una en concreto, llamada ‘los olivos’, ha mejorado relativamente su nivel de vida: hoy incluso cuenta con centros comerciales (el Megaplaza), clínicas de cirugía plástica y hasta urbanizaciones con vigilantes.
“Ya no es un barrio de chabolas”, dice un estudio de la ONG estadounidense Council for Hemispheric Affairs, fundada para estrechar los lazos en todos los países del continente americano.
Sin embargo, esta gentrificación ha hecho que pierdan los rasgos de solidaridad, según revela el Council for Hemispheric Affairs. A medida que elevan su nivel de vida y se despegan del calificativo de ‘pueblo joven’, también se hacen menos solidarios y no ayudan a los más pobres.
Otra comunidad llamada Pachacútec, creada hace 13 años cerca de Lima, ha logrado conectarse al servicio público de aguas y ya cuenta con calles pavimentadas y tendido eléctrico. El famoso chef peruano Gastón Acurio ha logrado crear en este pueblo joven una escuela de restauradores para que mejoren su nivel de vida, aprovechando la fama mundial de la cocina peruana.
Fundó el Instituto Culinario de Pachacútec que no solo les da clases de cocina, sino que los estudiantes deben completar cursos en matemáticas, lenguaje, historia y geografía, y hasta tomar clases de inglés. El objetivo no es solo instruirles, sino que aprendan habilidades que les servirán para salir de la pobreza.
No todos los pueblos jóvenes han tenido tanta suerte y algunos todavía carecen de los servicios mínimos, y son azotados por el crimen. Pero cada día hay más organizaciones no gubernamentales que toman el papel que el estado peruano ha abandonado.
Los estudiantes de la Universidad Católica crearon la asociación Solac que se dedica a llevar libros y ropa a estas comunidades, y a implicarse en mejorar la calidad de las casas y de los servicios.
1 Comentarios:
Por favor documentese antes de escribir semejante barbaridad.
Los Olivos siempre ha sido una de las zonas más exclusivas de la capital peruana comparable con la Moraleja de Madrid.
El hecho de que esta zona no haya estado en el centro de Lima si no a las afueras no tiene nada que ver con que sea un poblado.
Falta de rigor periodístico es lo que sucede cuando "copias y pegas" las noticias que te envían.
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