No todos los palacios están llenos de boato y lujo, o al menos no tendrían por qué. Algunos son grandes e imponentes por razones bien distintas, como su capacidad para sacar partido a lo inesperado y promover un cambio social. En Palais Récup, el derroche y la ostentación se ven sustituidos por la llamada economía circular, en la que todo es reciclado y reciclable.
El emprendedor y productor televisivo Frank Alsema está detrás de este particular proyecto para ‘hackear’ o repensar las ciudades. Su poco habitual mansión en el norte de Ámsterdam se ha levantado en gran medida con lo que los demás consideramos basura, cosas que ha ido comprando de segunda mano. Además, es autosuficiente desde el punto de vista de los suministros y se ha convertido en el epicentro de una incipiente revolución auspiciada por las autoridades neerlandesas con el objetivo de hacer la economía más sostenible.
Alrededor del 60% de lo que hay en la casa, según Frank, procede de oportunidades que ha ido encontrándose en eBay (o, más concretamente, en la mayor web de compraventa de artículos de segunda mano de los Países Bajos, Marktplaats, que es propiedad del gigante estadounidense).
De lo restante, buena parte tiene la función de dar una segunda vida a otros recursos, como los ingeniosos mecanismos para aprovechar la energía del aire o el agua de la lluvia para el riego y los retretes. Incluso los residuos orgánicos del palacio se reaprovechan gracias a un puñado de gusanos hambrientos que se encargan de convertirlos en fertilizante para las plantas que habitan la azotea.
Pero el compromiso de la casa con el medio ambiente y la eficiencia energética se traduce no solo en techos verdes cubiertos de vegetación, sino también en paneles solares, un disipador de calor para el verano, aislamiento térmico para el invierno y calefacción central proporcionada por una estufa de ‘pellets’, un combustible totalmente renovable que se fabrica a partir de residuos vegetales.
El Palais Récup siempre está en obras. El espacio no ha dejado de crecer y de evolucionar desde que Alsema puso en marcha el proyecto en 2013, no tanto para construir un paraíso del reciclaje como para crear una especie de laboratorio que impulsara una transformación de nuestra forma de vivir en las ciudades.
De hecho, antes de mudarse a su particular palacio, este soñador ya vivía en Buiksloterham, un barrio de la capital holandesa que también se ha convertido en una especie de prueba de concepto de la economía circular, basada en los principios de reutilización, y que guarda muchas semejanzas con lo que la iniciativa de Frank persigue.
A construirla no empezó por el tejado, pero tampoco de la forma habitual. Lo primero que hizo Frank fue recopilar elementos que consideraba útiles o le gustaban, sin ser del todo consciente de que acabarían definiendo la estructura de la casa. Uno de ellos fue una gigantesca escalera de caracol que compró a un concesionario de coches de segunda mano y se convirtió en el punto de partida para el arquitecto John Zondag, a cargo de los planos, a la hora de planificar las dimensiones.
Por así decirlo, la vivienda se creó a partir de la escalera, pero también, entre otras cosas, de un elegante armario decimonónico que se encontró en eBay y que, por su gran tamaño, tuvo una influencia decisiva. El objetivo era diseñar la casa a partir de los materiales y no a la inversa, como suele hacerse. Pizarra del techo de una iglesia, un muro de piedra natural de una finca en bancarrota… Todo gratis o mucho más barato de lo habitual, si bien algunos elementos básicos como el cemento sí tuvieron que ser comprados.
El resultado de todos estos esfuerzos, aunque aún falta mucho por hacer, es un conjunto de dos edificios. El primero, la casa de Frank, está llena de cosas de segunda mano. El segundo está formado por tres apartamentos de unos 40 metros cuadrados y una oficina perfectamente equipados (y con un aspecto bastante más moderno) que se alquilan, a menudo a cambio de servicios o a modo de trueque en consonancia con la filosofía del lugar.
“Si queremos convertir el mundo en un lugar sostenible, tenemos que hacer algo y lo tenemos que hacer rápido”, advierte Alsema. “Y para ello necesitamos a un montón de ciudadanos que se atreven a ‘hackear’ el sistema, a jugar con el sistema”.
En este sentido, a las azoteas cubiertas de verde y los patios se suma una última sala del Palais Récup que es tal vez la más interesante: el llamado ‘third space’ (tercer espacio). Allí, los residentes y los vecinos del barrio van desplegando iniciativas que aporten algún tipo de valor a la comunidad que se ha formado en torno a la vivienda: encuentros, exposiciones, mercadillos… En definitiva, un lugar donde intercambiar ideas y conocer a otra gente interesada en ‘hackear’ las ciudades en busca de una forma más sostenible de vivir.
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