España es un edén para los amantes de la historia y de la antigua Roma, ya sea en la época del imperio o en la de la república. En el país existen numerosos restos y vestigios del pueblo más poderoso del mundo durante la Edad Antigua. Un yacimiento que destaca en España es el de Cáparra. Entre los términos municipales de Guijo de Granadilla y Oliva de Plasencia, a pocos kilómetros de Plasencia, Cáceres, se hallan las ruinas de lo que fue un importante centro romano.
Cáparra fue una ciudad que, bajo el dominio de Roma, se convirtió en un centro estratégico de comunicaciones en el eje norte-sur, entre Emérita Augusta (Mérida) y Asturica Augusta (Astorga), formando parte de la Vía de la Plata. Esta ubicación le aseguró un lugar destacado entre los municipios romanos de la Lusitania, lo que impulsó su desarrollo y monumentalización, tal como evidencian los numerosos restos arqueológicos encontrados.
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La ciudad de Cáparra contó con una enorme muralla de una extensión aproximada de 15 a 16 hectáreas y un perímetro de alrededor de 1.525 metros. No obstante, existen documentos que atestiguan que en el área noroeste de la ciudad había muchas viviendas en el extrarradio, lo que sugiere que el área poblacional inicial pudo haberse reducido con la construcción de la muralla defensiva.
La muralla, similar al de muchas ciudades romanas de la época, se realizó a finales del siglo III para defenderse de las incursiones de bárbaros, salteadores y grupos desertores del ejército que empezaban a recorrer estos territorios. Su organización urbana corresponde a un trazado ortogonal, teniendo como eje principal la Vía de la Plata, que la atraviesa de norte a sur.
Aunque Cáparra fue más pequeña que otras ciudades romanas de la península ibérica, no fue menos importante. Los geógrafos antiguos citaban la ciudad como uno de los principales núcleos urbanos entre el río Tajo y la sierra de Gredos, junto con Caurium (Coria), Augustóbriga (Talavera la Vieja) y Egitania (Idanha-a-Velha).
El nombre de Cáparra no tiene origen latino, sino prerromano, probablemente vinculado a la cultura vetona (pobladores celtas), un etnónimo que podría significar “los guerreros”, “los saqueadores” o “los viajeros”. A lo largo del tiempo, ha sido conocida por diversos nombres como Capara, Cappara, Capera o Kapasa. Su significado es posible que esté relacionado con conceptos como lugar de intercambio, trueque o mercado, ya que su ubicación estratégica servía de cruce de caminos hacia el valle del río Jerte a través del puerto de San Gamello y hacia otras direcciones mediante los puentes romanos del Ambroz y el Pontón en el río Alagón.
La existencia de la ciudad está documentada desde la antigüedad; la mencionó Ptolomeo, un astrólogo que vivió y trabajó en Alejandría (se cree que en la mismísima biblioteca). Al principio, los romanos otorgaron a Cáparra el estatus de ciudad estipendiaria, lo que significaba que la población debía pagar un canon y contribuir al ejército romano, pero también tenía derechos propios, su moneda y sus tierras.
Con el Edicto de Latinidad proclamado por el emperador Vespasiano (padre de Tito, quien conquistó Jerusalén,) en el año 74, Cáparra se convirtió en un municipio de derecho latino (municipium con ius latii minor). Esto permitió a sus habitantes desempeñar puestos de prestigio en Roma y adquirir ciertos elementos en común con la ciudadanía romana.
En el año 198, tras la victoria de Septimio Severo sobre Clodio Albino, al que habían apoyado las autoridades políticas romanas de Hispania y buena parte de las comunidades cívicas, el Ordo Caparensium erigió una inscripción, probablemente con estatuas, en honor de la mujer del nuevo amo del Imperio, Julia Domna, señalando su condición de esposa de Severo y madre del joven César Caracalla, quien promulgó el famoso Edicto de Caracalla que concedió la ciudadanía romana a todos los habitantes libres del Imperio romano.
Qué ver en Cáparra, Cáceres
Estos son algunos de los monumentos más destacados de la ciudad romana de Cáparra:
El Arco de Cáparra
En el centro del yacimiento se halla el Arco de Cáparra, la construcción más emblemática que se ha conservado de esta antigua ciudad romana. Esta singular edificación, única en España, es de carácter ornamental y simbólico más que funcional. Se emplazaba en el centro de la población, donde probablemente confluían el Cardo y el Decumano, las dos calles principales de la ciudad. Alrededor del arco se encontraban el Foro y los baños públicos, junto con otras edificaciones relevantes.
Este monumento data de finales del siglo I d.C., durante la época de la dinastía Flavia. Se eleva sobre cuatro pilares de sillares de granito y núcleo de opus caementicium, que sostienen cuatro arcos de medio punto adornados con molduras en su trasdós.
Termas
Junto al arco y el foro encontrarás las termas, al pie de las dos vías principales. Su primera fase de construcción corresponde a la época Flavia, momento en el que la ciudad obtiene el rango de ‘municipium’. Se puede apreciar el sistema de conducción de aire caliente, la palestra dedicada al ejercicio, y las tiendas o ‘tabernae’, adosadas al edificio y abiertas al decumano.
El decumano de Cáparra es muy interesante, ya que conserva parte del enlosado original de la Vía de la Plata, así como los pórticos que la bordeaban y los vestigios de las fachadas de varias ‘domus’ (casas romanas).
El Foro
El foro de Cáparra, localizado al norte del decumanus, consistía en una plaza rectangular central flanqueada por la basílica, la curia y tres templos. Este era el núcleo de la vida pública imperial de Cáparra, con actividad documentada hasta el siglo III. Al final de este siglo y comienzos del siguiente, la privatización de este espacio público refleja el declive de la ciudad.
Posteriormente, se descubrieron restos de un horno, posiblemente usado para fundir bronce o convertir mármol en cal, y cimentaciones que desviaban de la planificación urbana original, indicando el deterioro avanzado de la ciudad.
Anfiteatro romano de Cáparra
Construido a finales del siglo I d.C., fuera de las murallas de la ciudad, mantiene la arena y los muros de piedra que sostenían un graderío originalmente construido en madera, el cual no ha sobrevivido hasta nuestros días.
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