El arquitecto Manuel Collado dice que lo suyo es vocacional, aunque quizás algo de “de raza le viene al galgo” tenga que ver, puesto que su padre es arquitecto también. Tras trabajar en varios estudios fundó el suyo, Manholo.
Actualmente está trabajando en unas antenas de telefonía móvil sostenibles, un proyecto a nivel europeo que contará con una patente.
¿Por qué estudió Arquitectura?
En realidad fue bastante vocacional. Mi padre es arquitecto, pero él no hizo ninguna labor de insistirme que estudiase arquitectura, estuvo bastante al margen. Pero con 12 años ya tenía bastante claro que era una profesión que juntaba muchas de las cosas que me interesaban. Yo no jugaba al fútbol en el patio del colegio, hacía muñecos de arcilla con el barro de las alcorques. Eso mezclado con que tenía ciertas capacidades transversales, de repente parecía que la arquitectura juntaba todas esas posibilidades.
¿Qué fue lo que más le gustó de la formación?
Sin duda la relación con mis compañeros, a partir de un momento todo lo que tenía que ver con mi aprendizaje tenía que ver con la fricción que se generaba con la gente que estudiaba. Aprendimos mucho de forma bastante autodidacta, friccionando entre nosotros y eso generó unas dinámicas muy bonitas durante la formación porque es verdad que las escuelas, la formación universitaria era un poco gris.
¿Qué es lo que más le gusta de su oficio?
Sin duda, su carácter humanista y transversal. Es decir, somos capaces de entender la complejidad y devolverla espacialmente como para que las personas también sean capaces de habitar esa situación. Captamos un entorno concreto, una situación que tiene que ver también con un entorno cultural, social, y eso transformarlo en proyectos para las personas.
¿Y lo que menos?
Que tenemos muy malas relaciones. Nos relacionamos con el poder porque manejamos presupuestos y manejar dinero automáticamente te vincula con estructuras de poder. De alguna manera están siempre alterando el proyecto o cómo trabajamos. También, por otro lado, es parte del reto, es decir, tenemos estos acompañantes y tenemos que ser capaces de crear algo. Es un poco como los directores de cine. Esa es la parte, digamos, más compleja.
¿Cuándo fundó su estudio, Manholo?
Empecé en la profesión trabajando ya desde el principio con un estudio con un socio, empezamos a ganar concursos. Pero luego las situaciones, las grandes crisis, todo esto hizo que cada uno eligiera una forma de entender la profesión. Seguí con mi estudio pero al mismo tiempo me vinculé mucho con la docencia y la investigación. Creo que hacer arquitectura hoy es un poco más difícil, pero gracias a esta parte que tiene que ver con la docencia he conseguido hibridar muy bien estas dos condiciones.
¿Por qué cree que cada vez es más difícil hacer arquitectura?
Se ha vuelto difícil. Ahora mismo el lugar donde se instala la arquitectura más propositiva en España, no podemos trasladarlo a Dinamarca o a Francia pero en España se ha trasladado mucho a la reforma. No es necesariamente malo, es cierto que el clima tiene que ver mucho más con la reforma que con la obra nueva, porque tenemos un exceso de metros cuadrados construidos. Pero es cierto que la mayor parte de los encargos, cuando no son corporativos, tienen que ver con la pequeña escala.
Entiendo que no es así en otros países...
No, esto no ha ocurrido en otros países, pensamos en Dinamarca, en Holanda, es verdad que ha habido crisis pero se han soportado porque tienen otras estructuras culturales, otras idiosincrasias, la arquitectura se valora de otra manera. Entonces ahí se ha producido un reequilibrio distinto. En Francia, por ejemplo, se ha protegido desde las instituciones públicas una cierta arquitectura de calidad a través de los concursos en los que se invita a gente joven. En Dinamarca, en Suiza. Es decir, países muy desarrollados, pero en los que ha habido siempre una cierta tradición de mantener estudios con una cierta calidad y con encargos públicos. Y aquí sí ha desaparecido la Ley de Contratos, se ha hecho una especie de tabula rasa y bueno, pues se terminó una época.
¿Con qué proyectos está ahora?
Ahora mismo estamos desarrollando un proyecto para antenas de telefonía sostenibles. Es un proyecto con vocación de instalarse a nivel europeo. Estamos haciendo todo un proceso, incluso para conseguir patente para generar un sistema de torres modulares que se adaptan a paisajes con cierta calidad paisajística y que permiten integrar elementos culturales en la estructura de la torre.
Hablemos de vivienda, ¿qué soluciones se le ocurren para el problema de acceso a la vivienda en España?
Evidentemente tiene que haber una intervención directa de las instituciones públicas. Es decir, no podemos pretender que el mercado se regule de forma natural sin que se ofrezca una inversión pública en vivienda. Aparte de legislar, pero legislar aquí es difícil. La ley de protección del propietario es muy potente y eso hace que sea muy difícil de alguna manera quitarle condiciones a los propietarios. Entonces tiene que ver con introducir en el mercado mucha vivienda disponible a través de inversión pública, algo que se ha hecho en algunos momentos. Hay países como Austria en el que se produce de una forma clara esa intervención y funciona.
Sí, pero allí el parque de viviendas allí es prácticamente público..
claro, es una combinación entre legislar e intervenir el mercado, pero aquí sería una medida muy impopular.
Háblenos de esta casa.
A esta casa llegamos alquilados después de la pandemia. Pero no a esta casa sino que estábamos alquilados en el piso de abajo. Entonces tuvimos esa gran suerte justo en el momento en el que la gente necesitaba venderlo con urgencia y lo compramos a un precio fantástico y eso nos permitió luego hacer una pequeña reforma. El piso ya estaba bastante bien, es decir, tenía una distribución muy sensata y no hicimos grandes operaciones pero sí nos interesó tener cuidado con la elección de los materiales, utilizar maderas, pinturas ecológicas. Es decir, que introdujimos una serie de elementos para la propia calidad nuestra de vida.
¿Y el rincón de la casa que más le gusta?
Pues casi te diría que donde estoy ahora, el sofá mirando a la terraza, porque la terraza, tenemos ahí dos arces que justo te quedas embobado mirando esos arces japoneses cuando empiezan a echar las hojas y ya se quedan durante todo el verano. Entonces esta es de las situaciones como más relajantes, con los pies puestos sobre la mesa y mirando las plantas, la terraza y la luz.
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