Tuvo en su día su propio estudio de arquitectura, con un socio, que tenía nombre de agente secreto: Mi5. El estudio, no el socio. Actualmente está al frente del departamento de Espacios Híbridos en la consultora Accenture y allí, el arquitecto Nacho Martín se dedica a pensar e imaginar cómo serán los espacios del futuro.
¿Por qué estudió Arquitectura?
Estudié Arquitectura porque siempre he tenido una sensibilidad en torno a la creatividad y el mundo artístico. Iba a haber estudiado Ingeniero industrial, pero tengo un hermano mayor, dos años más que yo, y empezó Ingeniero industrial. Suspendió todas. Entonces dije: "esa no va a ser mi carrera". Él empezó Arquitectura, vio que el primer año se lo pasaba fenomenal y aprobó todas las asignaturas. Y yo dije, Arquitectura.
¿Qué es lo que más le gustó de la formación?
Me gustaron sobre todo los últimos años. Lo empecé a disfrutar casi más al final. Si tienes suerte suele pasar que algún profesor te abre la cabeza y te descubre un mundo nuevo. Y entonces es en ese momento cuando realmente me doy cuenta de que es el mundo que me gusta y al que quiero dedicar todas las horas posibles.
¿Qué es lo que más le gusta de su oficio?
Esa capacidad de pensar el mundo en el que vivimos y de tener las herramientas suficientes para tener un criterio sobre las cosas que están pasando.

¿Y lo que menos?
Creo que se ha convertido de nuevo en una profesión para la gente que tiene determinado tipo de ventajas o contactos, se ha vuelto a convertir en una especie de profesión para la aristocracia.
¿En algún momento dejó de serlo?
Previo a las crisis. Estas crisis que hemos tenido previas a 2008 y luego no han parado de sucederse. Creo que hubo un momento dado en el que un poco yo también tuve mi estudio de arquitectura durante varios años, hubo un momento bastante dulce en España, había muchos concursos públicos que no estaban amañados. Aparecieron en escena estudios de arquitectura jóvenes que podían realmente construir edificios de cierta envergadura y de cierta relevancia para la gente y las ciudades en general.
¿Y ahora los arquitectos no tienen esa capacidad de construir edificios relevantes para las ciudades?
Creo que el perfil de arquitecto tradicional se ha delegado a pequeñas intervenciones. Es muy difícil encontrar presupuestos públicos para que el arquitecto destine su pensamiento, reflexión y visión de futuro a construcciones colectivas. Y creo que el arquitecto, como lo entendíamos más tradicionalmente, se ha quedado casi como en intervenciones muy micro, muy privadas y poco públicas.

¿En qué proyectos está ahora?
Estoy actualmente llevando el departamento de lo que se llama espacios híbridos dentro de una consultoría tecnológica, Accenture. Accenture es una compañía tecnológica que tiene origen americano, pero realmente está implantada en todos los países y llevo este departamento con este curioso nombre, Hybrid Spaces, dedicado a pensar cuál es el futuro de los espacios. En un momento en el que están muy afectados y muy transformados por la manera en que interactuamos con lo tecnológico y con lo digital.
¿Y cómo van a ser esos espacios, cómo será la vivienda del futuro?
La vivienda del futuro, el contenedor podrá ser semejante al actual. O sea, seguirá siendo una vivienda de principio de siglo. Pero si realmente reflexionamos un poco más, la vivienda ha cambiado una barbaridad. No tenemos que remontarnos a mucho tiempo, sino prácticamente desde el COVID, desde el encierro. Creo que el concepto de lo que es una vivienda ha cambiado muchísimo. Antes únicamente hacíamos cosas domésticas en casa, ahora realmente se ha transformado lo doméstico en un espacio de trabajo. El salón se ha convertido en parte de mi oficina. El dormitorio, que antes era el espacio más privado, se ha convertido en una ventana al mundo porque me conecto con mis colegas de Australia a través de mi ordenador. Y luego más allá, toda la implementación de tecnologías, Siri…. hablo con un cacharro que me contesta a una serie de cosas.

Y los espacios de trabajo, ¿cómo serán?
Los espacios de trabajo en el futuro llevan un poco la misma reflexión que los domésticos. Tras la pandemia ya no vamos a la oficina realmente a trabajar de la manera en la que lo hacíamos. Cuando vamos a la oficina, que es muchísimo menos, estamos constantemente trabajando con calls y con cascos, con lo cual estamos en ese momento raro en el que para qué voy a la oficina. Se están intentando derivar esos espacios de trabajo a espacios más colaborativos, más de socialización con tus compañeros.
¿Qué soluciones se le ocurren para el problema de la vivienda?
Son decisiones claramente muy políticas, pero creo que también puede haber otras decisiones. Creo que confiando en otro tipo de herramientas colaborativas, de poner en contacto a gente… lo digital ahí tiene mucho poder. Creo que puede haber otras formas, no sé cuál es ahora mismo, de conseguir que la vivienda no sea tan cara. De colaborar o generar cooperativas, comunidades, etcétera. No sé cuáles son, pero creo que las plataformas digitales pueden ser de gran utilidad. Airbnb o idealista han transformado muchísimo más la ciudad que la práctica arquitectónica tradicional.

Háblenos de esta casa
Estoy de alquiler. La encontré a través de Idealista y nada más tener una visita con la agencia dije uy, esta casa de quién es. Es un edificio diseñado por Clara Moneo y Matías Schutte. Estoy súper feliz. Realmente te das cuenta del valor que tiene el buen diseño en un espacio, la buena arquitectura.
¿Cuál es su rincón favorito?
Quizá el sofá y el puf. Donde realmente creo que pasamos gran parte del tiempo o viendo películas o mirando el móvil.

¿Y algún objeto fetiche?
Tengo varios. Por un lado, el objeto fetiche de Carlos Del amor y la belleza, esa pieza de cerámica que me encanta. Y luego tengo otra pieza ahí al lado del sofá, que me acompaña bastante, que es una mano gigante de color amarillo flúor, que es de un diseñador que se llama Harry Nuriev, la compré en París.
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