Ubicado en el Paseo del Prado y diseñado por dos premios Pritzker, fue el primer edificio de España en contar con un jardín vertical
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El 13 de febrero de 2008 la expectación era máxima en el número 36 del Paseo del Prado. Autoridades políticas, representantes del mundo de la cultura, la directiva de la Fundación La Caixa e incluso SSMM los Reyes de España acudieron a inaugurar CaixaForum Madrid. Habían pasado solo siete años desde que la entidad financiera se hiciera con esos terrenos para levantar un nuevo referente cultural en la capital.

“Colocarse en el Paseo del Prado requiere de cierto valor porque esta es la zona con mayor nivel artístico del mundo. Es cierto que, por una parte, aprovecha el tirón que tiene el triángulo cultural que le rodea pero hay que ser muy valiente para mostar personalidad e individualizarse de lo que ofrece el Museo del Prado, el Museo Reina Sofia o El Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, tres de las principales pinacotecas del mundo”, asegura Alberto Ruiz, profesor de Arquitectura de la Universidad Rey Juan Carlos (URJC).

La construcción del edificio es otro ejemplo de valentía. El espacio donde se asienta lo ocupaba la Central Eléctrica del Mediodía, una gran fábrica que producía electricidad para todo el sur de Madrid a partir de la combustión de carbón. La antigua factoría, proyectada en 1.899 por el arquitecto Jesús Carrasco-Muñoz Encina y el ingeniero José María Hernández, era una de las últimas joyas de la arquitectura industrial que quedaban en el casco histórico de Madrid. Una belleza arquitectónica a punto de perderse por su estado de ruina.

A pesar del declive, las cuatro fachadas del edificio estaban protegidas por el Plan General de Ordenación Urbana Municipal y sí o sí se debían mantener. Ahí estaba el reto al que se enfrentaron los arquitectos Herzog & de Meuron.

Una ventaja más que una dificultad

Los arquitectos suizos ya habían demostrado su capacidad para lidiar con estos proyectos al levantar la Tate Modern de Londres en el año 2000. En esa ocasión transformaron una antigua central eléctrica en una moderna galería de arte. El éxito fue tal que obtuvieron el Premio Pritzker ese mismo año. Cuando investigaron la Central Eléctrica del Mediodía vieron que más que una dificultad era una ventaja. “El hecho de no poder partir de cero y tener que respetar la envolvente de ladrillo, protegida como patrimonio y reminiscente de la temprana era industrial de Madrid, no ha sido un hándicap, sino que nos ha obligado a buscar soluciones singulares para proyectar así un edificio único y singular”, aseguraron los diseñadores suizos.

La empresa no fue fácil: 40.000 de los 115.000 ladrillos que cubren el edificio fueron restituidos, y la fachada tuvo que ser cosida y encintada para poder transformarse en CaixaForum Madrid. “Era una imagen muy peculiar ver las fachadas colgadas de un andamio y todo el resto vacío. De hecho esa fórmula se recupera con el edificio terminado porque, cuando uno llega andando desde el Paseo del Prado, el inmueble da la sensación de que está flotando en el aire. Es un ejemplo magnífico de cómo una buena intervención en el patrimonio industrial deteriorado convierte el espacio, dándole una utilidad nueva que revierte en la urbe”, reflexiona Ruiz.

Pero el reto no se quedó solo en el nuevo edificio de siete plantas, dos de ellas hurgan en el subsuelo. Delante del mismo había una gasolinera que impedía que se abriera al Paseo del Prado. Y ahí se realizó la otra gran intervención. Se eliminó la estación de carburante y se creó una plaza que conectaba el edificio con el gran bulevar. Si la antigua central eléctrica ocupaba 2.000 m2, CaixaForum suma 10.000 m2. “Me recuerda a la plaza del Pompidou en pequeña escala pero con una volumetría especial, con estructuras triangulares irregulares de hormigón.  El problema que quedaba por resolver es que el número 34 del Paseo del Prado dejaba la medianera a la vista. La solución fue algo revolucionario en España: un jardín vertical”, explica el arquitecto de la URJC.

15.000 plantas de 250 especies dibujan un tapiz natural que limita el espacio de CaixaForum. “12 años después el elemento sigue funcionando muy bien y hace un espejo muy interesante con respecto al Jardín Botánico. Esta acera es el patito feo del Paseo del Prado y, sin embargo, con el jardín vertical aparece un elemento muy icónico, muy atractivo, muy fotogénico”, detalla el profesor.  

El interior, una caja de sorpresas

El interior de CaixaForum juega con materiales y formas. El acceso al edificio se realiza por un único punto: a través de la escalera ceremonial que emerge de la plaza pública. “Una vez que llegas a ese espacio puedes acceder a la escalera blanca, clásica escultórica que es un poco el corazón del edificio, es la que genera todas las comunicaciones alrededor, llega a no ser un simple sitio de paso sino que es un sitio donde la gente se para, se asoma, mira. Es un sitio donde la gente se le apetece estar dentro del edificio” describe Ruiz.

Ahora, CaixaForum Madrid va más allá de la exhibición de arte y con este edificio modernista ha creado un centro social y cultural de referencia, con identidad propia en sus propuestas culturales.

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