
Desde que empezó a implementarse el uso del hormigón en los edificios, son varios los estilos arquitectónicos, principalmente los de tendencia postmodernista (desde el brutalismo hasta las más modestas casas prefabricadas), que presentan el material en su propia esencia; es decir, sin revestir, mostrando su textura y porosidad de manera orgullosa. No cabe duda que, en las últimas décadas, los edificios más atrevidos en este sentido han sido promovidos por la Administración Pública.
En esta entrada vamos a presentar un ejemplo muy interesante situado en Ciudad de México. Se trata de un centro comunitario promovido por el gobierno local en el que se emplea y presenta el hormigón armado teñido de azul en un edificio de planta trapezoidal con arbolado en su alrededores.

Un centro comunitario para Lomas de Becerra
El centro comunitario se encuentra ubicado en el barrio de Lomas de Becerra de la capital mexicana, un espacio bastante desfavorecido de la ciudad situado en una zona de colinas sobre una densa intersección de calles dinámicas. El proyecto fue impulsado por el propio gobierno federal bajo la denominación PILARES, y el diseño fue obra del estudio de diseño neoyorquino WORKac y del estudio local Ignacio Urquiza Arquitectos y, su resultado, un edificio de hormigón de varios niveles con la finalidad de “promover la regeneración de la vida social”.

La planta trapezoidal del solar condicionó el proyecto desde el principio. El edificio debía situarse en un emplazamiento estrecho, por lo que se ideó levantar un inmueble de varias plantas para conseguir una superficie total de 470 m2. Tal como declaró el equipo: “en apariencia, el volumen es sencillo y compacto, con un fuerte carácter que confirma su presencia como edificio público”.

PILARES de lo público
El proyecto forma parte de un programa gubernamental denominado PILARES (siglas de Puntos de Innovación, Libertad, Arte, Educación y Saberes), que tiene como objetivo levantar edificios adaptados a las necesidades de los barrios más necesitados y olvidados donde se plantean. Así, por ejemplo, el programa “está diseñado para albergar diversos tipos de clases y talleres de apoyo al desarrollo de habilidades, así como para llevar a cada barrio programación cultural, oportunidades de aprendizaje y espacios seguros para el ocio y el encuentro intergeneracional”, señalan desde WORKac.

En total se han proyectado 26 instalaciones en diferentes puntos de la ciudad para los cuales se buscaron estudios de diseño locales e internacionales con unas directrices de programación que debían responder al contexto local y debían de desarrollarse con una amplia participación de la comunidad.
Edificio colorido y funcional
El diseño del edificio estaba concebido con paredes de hormigón. El material fue elegido por su eficacia constructiva y estructural, pero también por sus cualidades térmicas y estéticas. La decisión de teñirlo de azul tuvo su fuente de inspiración en los intensos colores de los edificios circundantes, con lo cual el proyecto intenta reflejar la comunidad y sus valores arquitectónicos. De hecho, tal como afirman los artífices, “el uso del color en la arquitectura mexicana es un elemento que ha sido transformado y reinterpretado por muchos artistas y arquitectos a lo largo de generaciones”.

Otro aspecto interesante del edificio, más allá de sus colores, es la solución dada a la planta baja. Una parte de la misma se ha cortado para formar un muro acristalado en ángulo, que en realidad es la propia entrada, lo que facilita una excelente transición entre los espacios exteriores y los interiores. Esta apertura en diagonal de la planta baja “ofrece recorridos peatonales claros y fluidos en todas direcciones, que invitan a los usuarios a pasear por la plaza y entrar en el edificio”, señalan desde el equipo.

Hacia el interior, el edificio cuenta de tres niveles divididos pero, a su vez, conectados mediante una escalera central. Asimismo, las habitaciones y espacios están diseñados con la finalidad de ser fluidos, adaptables y multiusos. Se trata de un planteamiento flexible que deja abierta la posibilidad de poder introducir cambios mientras el centro esté en funcionamiento, permitiendo evolucionar y adaptarse a las necesidades del barrio.

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