
2021 será un año complicado, al igual que lo fue 2020. La vacuna, que empezó a aplicarse en nuestro país a finales de diciembre, es la luz al final del túnel, pero aún no se ha llegado a ese final. Así, el distanciamiento social será la tónica también de este año en el que las economías se seguirán resintiendo porque la pandemia afecta a todos los sectores de actividad, a unos más que otros: especialmente tocados, la hostelería, el turismo…
Vamos a abordar en esta ocasión la problemática de las tiendas de los aeropuertos porque, sin apenas viajeros (o con muy pocos), los aeropuertos ya no son lo que eran. Antes de la pandemia, se hacía tiempo hasta la salida del vuelo, visitando las tiendas, comprando esto o aquello, tomando algo en un bar o restaurante, pero en la actualidad no es el caso y son numerosos los estudios que indican que los viajes no se recuperaran de la noche a la mañana. La normalidad está lejos de llegar a la mente de los consumidores si nos referimos a actividades en espacios cerrados. Así lo recoge la encuesta Future Consumer Index, Deconstruyendo al Consumidor, realizada por la consultora EY: por ejemplo, de acuerdo con los encuestados (más de 14.400 en 20 países), un 71% no se sentiría cómodo viajando en un avión.
Con esta perspectiva, ¿cómo pueden ser viables estos establecimientos? Los comercios de los aeropuertos se rigen por las restricciones que establece cada comunidad: así, han advertido a AENA que tendrán que cerrar si no se flexibilizan las condiciones para pagar los alquileres.
El desplome de pasajeros, de más del 70% en 2020, ha hecho caer en picado la facturación de estos establecimientos que solicitan una rebaja en las rentas acorde a la bajada de las ventas. AENA propone una rebaja del 50% del precio del alquiler, pero los comercios recalcan que las pérdidas superan el 75% de las ventas.
¿Qué se puede hacer en esta situación? ¿Qué soluciones alternativas podrían ponerse en marcha? idealista/news habla con Marco Táboas, quien ha diseñado y gestionado proyectos de promoción, marketing y comercialización de destinos turísticos, para saber a qué futuro se enfrentan y qué tipo de medidas podrían evitar un cierre masivo.
¿Hay algún tipo de tienda que se haya visto más afectado que otros en los aeropuertos o las pérdidas han sido similares para todos?
Todos los sectores se han visto muy afectados, pero en especial el del regalo y de la ropa que vivían de un viajero que tenía tiempo para pasear por el aeropuerto para hacer sus compras. El perfil del viajero ha cambiado. Se pasea muy poco y debido a las circunstancias, hay menos escalas que antes, ya que apenas hay viajes de media o larga distancia y, por lo tanto, menos personas pueden consumir. Los bares y restaurantes siguen las mismas restricciones que en las ciudades (se rigen por las restricciones impuestas por cada Comunidad Autónoma), con lo cual, en muchos lugares únicamente ofrecen servicio de ‘vending’. Antes, muchos viajeros consumían mientras esperaban el vuelo. Ahora ni hay viajeros ni hay espacio para ellos.
Entiendo que las tiendas de pymes o autónomos se han visto más afectadas que las que pertenecen a grandes marcas…
Depende mucho el sector, pero en casi todos los casos, las pymes o autónomos son los más afectados, especialmente las tiendas pequeñas. Por ejemplo, en casi todos los aeropuertos hay tiendas que venden productos locales o souvenir de recuerdos. La ensaimada de Mallorca o la tarta de Santiago, por ejemplo. Son los que lo tienen más difícil porque cuentan con menos recursos para aguantar el bache.
A todas luces parece que la batería de medidas propuestas para estos negocios no es suficiente, ¿qué propone usted en materia de ayudas?
La batería de ayudas son las que se dan al sector, las mismas que si estuvieran fuera del aeropuerto. Además de las ayudas establecidas, Aena está aplicando un descuento mayor que el pactado por ley por los alquileres. Está estipulado un 50% y se les hace un 75% sobre la renta mínima garantizada. Para que puedan seguir adelante habría que conseguir que paguen menos impuestos en lugar de aplazarlos, ya que no generan ingresos. Además de eximirles de la cuota de autónomos.
Usted propone algunas ideas prácticas para intentar salvar los muebles como que estos negocios amplíen el catálogo de servicios. Por ejemplo, que se pueda comprar una chaqueta a bordo y que el ‘delivery' espere al cliente en el aterrizaje, con un servicio completamente personalizado. ¿Qué más ideas propone?
Una solución sería crear una especie de marca blanca para las aerolíneas que no tienen servicio de venta a bordo, o la tienen muy residual, ya sea porque no tienen buenos acuerdos o no se quieren meter en ese jaleo.
Para hacer un catálogo a bordo, o lo externalizan o te tienen que buscar los productos y negociarlos, esto da mucho trabajo y las compañías pequeñas no pueden asumirlo. Una idea sería crear esta central de compra. Se podría montar para muchas aerolíneas, personalizando el folleto y la portada. Los productos podrían enviarse en destino, recogerse al llegar o que un responsable lo entregara al salir del avión. El negocio de las tiendas del aeropuerto está en la cautividad de quien transita el aeropuerto y esto desaparece, hay que buscar soluciones sin alejarse mucho de sus establecimientos.
¿Dispone de algún estudio o cálculo que prevea cuántas de estas tiendas van a tener que cerrar?
No hay ningún estudio, habría que ver si se recupera el pasaje, que yo creo que no será pronto. Probablemente a un 30-40% les costará volver a abrir. La previsión es que 2021 sea muy parecido a 2020.
Sobre el sector turístico, ¿cuándo cree que se podrán recuperar la actividad y que podremos ver una actividad más o menos normal en los aeropuertos?
Es la incertidumbre que a todo el mundo le preocupa. Es difícil dar una fecha, pero creo que tardaremos mucho en recuperar la actividad tal y como la conocíamos en 2019. Los aeropuertos no serán lo que eran antes hasta dentro de, al menos, cinco años. No solo por la crisis económica, sino porque nos costará volver a relacionarnos como hacíamos. Basta mirar hacia China, donde ya no se reportan contagios y todavía no se ha retomado la actividad. La gente sigue sin querer entrar a los restaurantes cuando hay mucha gente en el interior. Este miedo, y los cambios de hábitos, se quedarán con nosotros durante un tiempo.
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