
Adentrarse en la selva mexicana puede deparar grandes sorpresas, como encontrar antiguas construcciones, con centenares de años de antigüedad, que emergen entre la naturaleza para recordar el pasado de los pueblos que alguna vez habitaron allí. Entre ellas, hay fortalezas y construcciones defensivas que permitían a los guerreros defender el territorio de su pueblo. Hoy, por fortuna, ya no resulta necesario construir castillos para defenderse, pero estas construcciones siguen inspirando el diseño contemporáneo de muchos arquitectos, como es el caso del mexicano Ludwig Godefroy y una de sus últimas obras, llamada Casa Alférez.
Casa Alférez, que se ubica en las afueras de la capital del país, en concreto en la región de la que toma su nombre, es un un cubo de concreto que asoma inesperadamente desde detrás de los árboles en un terreno boscoso en las afueras. Su imagen, con un marcado carácter brutalista, contrasta con el entorno natural. No obstante, encaja bien en el lugar, elevándose como una ruina monolítica en el bosque.

Aunque su interior transmite dureza, el diseño no es casual ni meramente estético, sino que es el resultado de necesidades funcionales, con el objetivo de convertirse en el lugar para retirarse a descansar y alejarse de la estresante vida urbana de Ciudad de México, que se encuentra entre las más pobladas del mundo.
Para ello, el arquitecto siguió el mismo esquema que otros diseños brutalistas realizados por él anteriormente, dando preferencia a materiales como concreto, piedra y madera en la mayoría de sus proyectos.

Aunque vista desde fuera se puede interpretar que el interior mantendrá el mismo nivel de rudeza y misterio, lo cierto es que no es así. Al contrario, esta impresión realmente se transforma una vez dentro. Casa Alferez contiene un llamativo espacio habitable de triple altura que ocupa una gran parte del volumen y domina el interior. Fuera de él, un núcleo conduce hasta cinco niveles de áreas de estar, incluida la cocina y dos dormitorios.

Cada una de estas habitaciones está en un nivel ligeramente desplazado, uniendo todos los espacios en una sensación de apertura y transparencia interna, que np es precisamente lo que podría esperarse viendo el exterior de la casa. Es un espacio acogedor que abraza la flexibilidad, como demuestra, por ejemplo, uno de los estudios que, de forma fácil y rápida, puede transformarse en una habitación de invitados en el futuro.

Godefroy trabajó para afinar su composición utilizando elementos personalizados por dentro y por fuera. Todo el cubo está un poco levantado para sortear la pendiente del sitio, pero también para proteger la casa de la humedad del suelo. Una losa en ángulo marca la entrada, al tiempo que la protege de los elementos. Estos gestos le dan alegría al volumen monolítico.

En el interior, los muebles empotrados, que Godefroy suele fabricar junto con el diseño de su edificio, pueblan un interior relativamente austero. No solo fue una cuestión económica, basada en reducir los costes en la compra de mobiliario, sino que esta decisión fue muy meditada con el objetivo de darle un mayor coherencia y, sobre todo, facilitar que la casa estuviera lista para habitar tan pronto como terminara la construcción.



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