
Decía el inversor Jesse Livermore, uno de los pocos que ganó dinero en Wall Street, poniéndose bajista en la crisis bursátil de 1929, que consideraba que las noticias bursátiles de la época, muchas veces interesadas, no eran otra cosa que “cebo para pececillos”, considerando como tales a la inmensa mayoría de los inversores que entraban en bolsa sin saber realmente cómo se cuecen las habas en los parqués.
A veces, recibimos con agrado noticias que suenan bien, aunque vengan de los gerentes del sector bancario. Craso error; un banquero nunca hace nada que no le beneficie monetariamente o que le aporte poder o imagen pública. Gestionar un banco te hace pensar de forma diferente al resto de los mortales.
Al fin y al cabo, un banquero es un traficante de dinero, que lo compra a un precio y lo vende a otro, obteniendo un jugoso diferencial, y cuando el diferencial se reduce, como ocurre en la actualidad, lo que hace es incrementar el importe de las comisiones por los servicios que presta, o buscar operaciones corporativas que les permitan aumentar artificialmente los recursos propios de la entidad y, por tanto, incrementar su jugoso bonus.
Cuando veamos que los banqueros se ponen de acuerdo para hacer lo mismo, malo. Seguro que pagamos los de siempre. Es el caso de Banco Santander, BBVA y CaixaBank. Los tres se han puesto de acuerdo en hacer una recompra general en bolsa de sus propias acciones, lanzando al mercado el mensaje de que “es por el bien de sus accionistas para retribuirles mejor”. Esto del marketing es lo que tiene. Hay que vender siempre, aunque sea enmascarando la realidad.
Si un banco recompra, por ejemplo, el 10% de su capital y lo amortiza, en los libros de gestión empresarial se indica que lo habitual es que suba la cotización de las acciones, y eso es bueno para los accionistas. Pero, vayamos a la letra pequeña, porque todo dependerá de la relación existente entre la cotización bursátil y el valor contable de las acciones, ya que si, como ocurre con los bancos españoles, las acciones cotizan a menos del 60% de su valor contable, lo que se hace es comprar por 6 euros lo que vale 10 euros contablemente, es decir, que el banco cuando amortiza ese 10% del capital, lo que está haciendo es abonarse 4 euros por acción en sus reservas (esto es, en su patrimonio), y ese incremento del patrimonio debe hacer subir el valor de las acciones, y el incremento de cotización bursátil se suele considerar como un cumplimiento de objetivos, lo que a su vez se traduce en un incremento del bonus de los directivos.
Además, el aumento de la cotización del 90% restante de las acciones supone un dividendo “tácito”, ya que el banco vale más por ese incremento de patrimonio extraordinario obtenido.
¿Quién pierde entonces? Sencillamente, los accionistas que aceptan la oferta de venta del banco, los “pececillos” a decir de Jesse Livermore. Los tres grandes bancos españoles tienen previsto amortizar acciones por un valor de entre 7.000 y 8.000 millones de euros en términos de cotización bursátil, habiendo pedido autorización a los órganos regulatorios para comprar y amortizar hasta el 10% de su capital, y la han obtenido sin excesivas complicaciones. Los beneficios por cada acción amortizada serán diferentes en cada uno de los tres bancos, de acuerdo con el siguiente cuadro:

Por tanto, si estos tres bancos completan sus planes de recompra de acciones, conseguirán incrementar en más de tres millones de euros su patrimonio neto conjunto en el año 2022, que perderán los “pececillos” que hayan aceptado vender sus acciones en la oferta de recompra de los bancos.
Pero, qué pasa con los beneficiados (aparte de directivos y consejeros), es decir, con los que se quedan. La cotización de sus acciones subirá este año, probablemente tendrán un mejor dividendo si el banco va bien en los próximos trimestres, pero tendrán también un menor ratio de solvencia de capital (CET1), ya que amortizarán parte de sus recursos propios (el 60% del capital amortizado). Y si, como parece, el aumento de la morosidad por la pandemia y guerra en Ucrania es inevitable, es posible que los beneficios futuros y la solvencia de estos bancos hagan necesarias nuevas inyecciones de capital con o sin efecto dilución. Y, en cualquier caso, deberán tener en cuenta que estos incrementos de patrimonio neto extraordinarios no tienen por qué volver a producirse en los años siguientes.
No podemos dejar de criticar la ligereza con la que los órganos regulatorios aprueban estas operaciones de recompra de acciones, claramente lesivas para los accionistas que venden, fijándose solamente en criterios técnicos y en la situación de las propias entidades, y no en los pequeños accionistas que, ajenos a lo que les están haciendo los administradores del banco, aceptan vender sus acciones en bolsa renunciando al coste de oportunidad de mantenerlas, simplemente porque no tienen la formación financiera necesaria.
Si la CNMV impone condiciones informativas a diferentes operaciones corporativas, como las Opas, el lanzamiento de hedge funds, las operaciones de Forex, e incluso a la basura de las criptomonedas, advirtiendo de los riesgos en los que se incluye, no vemos por qué no se debe exigir un folleto explicativo a los bancos y otras empresas que promueven o puedan promover en un futuro la realización de estas operaciones.
El Gran Capitán, Gonzalo Fernández de Córdoba, hizo famoso en el siglo XVI el dicho de “las cuentas del Gran Capitán” cuando recibió la petición de Fernando el Católico para que justificara en qué se había gastado el dinero en la guerra, como ejemplo de respuesta a una petición de información a la cual no se tiene derecho.
Ha pasado mucho tiempo, pero algunos todavía piensan que no sólo tienen derecho a perpetuarse como presidentes de bancos, usando las delegaciones de voto firmadas en blanco, que recogen sus sucursales de los accionistas cuando hay junta general, sino que también pueden modular su salario y prebendas realizando operaciones corporativas, legales (porque se les autoriza desde los órganos regulatorios), pero razonablemente opacas como para que los “pececillos” las acepten, aunque vayan tácitamente en contra de sus intereses.
Puede que debiera llegar el momento en el que se cambien las reglas del juego y que sean los accionistas los que, como propietarios de los bancos, sean los que decidan sobre la gestión de estos y sobre si les convienen o no las emisiones de bonos convertibles, las colocaciones de paquetes de acciones sin derecho preferente de suscripción o las antedichas recompras generalizadas de acciones. Sería un síntoma de madurez democrática en el mundo de las finanzas.
Miguel Córdoba es profesor de economía y finanzas desde hace 33 años y ha sido director financiero de varias empresas del sector privado.
Para poder comentar debes Acceder con tu cuenta